TACAN la sede de Podemos en Cartagena con un artefacto explosivo. Las vestiduras se rasgan, pero poco, lo justo para cumplir con el guion. Son muchos los que apenas pueden ocultar su regocijo y aplauden la fechoría, hecha faena de vieja escuela. La de Unidas Podemos no es la sede del PP ni de Vox, es la de una formación de izquierdas, de rojos. Y desde luego, de terrorismo, nada, o muy poco, como se verá, si es que se ve. Virtud, amor por la patria, una llamada superior€ Allá queda Cartagena. Como ha sucedido en Linares, los que tal vez acaben en el juzgado son los de Podemos, por provocadores o así, por encender la mecha guerracivilista, por rojos y por comunistas que quieren borrar la libertad del mapa y a Dios con ella, lo que es mucho borrar. La libertad que la gente de orden representa, quede claro.

Ya lo dijo la IDA en una de sus intervenciones de ese mitin locoide y sin freno que es el suyo y que va descaradamente a más como si hubiese aumentado la dosis de algo: cuando despierte la España genuina, la eterna, la que está llamada a gobernar por mandato divino, lo de Núñez de Balboa nos va a parecer una broma€ ¡Caramba! Vamos avisados, a diario además, de que nos van a dar p'al pelo a la menor ocasión. Dialéctica de casino ganadero y hombres de mano la que nos toca. Amenazas, violencias de nuevo cuño que a duras penas enmascaran las de la garrota y la navaja, el máuser (aquel animal doméstico de Rafael García Serrano), la camisa azul y sus etcéteras. Todo es residual, episódico, cosa de cuatro gatos, como los amigos uniformados de la ministra de Defensa, convencida de que la población es lela y se traga todo lo que le dice la autoridad, el cabo del puesto y el párroco del lugar. Los hechos le llevan de manera tozuda la contraria: hay un oscuro rumor de Fronda de extrema derecha en cuarteles militares y policiales, que no es exclusivo de la España de charanga y pandereta, esa España inferior que ora y bosteza, / vieja y tahúr, zaragatera y triste; / esa España inferior que ora y embiste, / cuando se digna usar de la cabeza, la que exorcizó el poeta Antonio Machado hace más de cien años. ¿Exorcizó? No sé, lo dudo, las viejas mañas y mediados tunos tienen otras formas y otras caras. Hay más dinero en el aire que hace cien años y eso empeora el clima social. No, lo de esta gente que está amarrada a un orden viejo que quisieran eterno no es picaresca, es una irrefrenable vocación de vivir de mangarla. Los pícaros eran perdedores sin suerte, estos que hoy sacan pecho son vencedores de todos los combates, incluido el económico, sobre todo este.

Extraña guerra civil la nuestra, aunque casi mejor lo dejemos en hostilidad manifiesta y permanente, en greña cainita, por no mentar la bicha más que nada. Lo de la guerra se le escapó el otro día al director de un periódico de la caverna mediática, un pánfilo malicioso al que todo o casi le está permitido, uno de esos para los que las leyes penales solo funcionan si se las aplica al enemigo. Un lapsus, claro, claro, pero era evidente que el Marhuenda no hablaba del pasado, sino del presente.

Lo que venía a decir el repulsivo enredabailes es que en este país de actuar de común acuerdo ante situaciones graves, nada, ni con las siete plagas de Egipto ni sin ellas, ni mucho menos con una Constitución de referencia. Aquí, los cataclismos son un pretexto para sacar pecho patriótico y arremeter contra la izquierda, los nacionalistas y sus amigos; para reforzar la propia trinchera. Lo veo como resabios de un tiempo negro, de mucho cerrado y más sacristía, propio de los herederos de quienes en las epidemias y los terremotos veían castigos divinos por causa de los pecados cometidos contra la sagrada unidad de España, la jerarquía milagrera, el cacique del lugar y los ganaderos del casino€ lo que estos hicieran en las casas llanas se arreglaba con el cepillo de las ánimas del Purgatorio, o con las monjas, si la cosa iba a más. El presente es otra cosa, cierto, pero las maneras son viejas y huelen a revenido, a cerrado.