IJO el maestro que Euzkadi es la patria de los vascos. Y el mismo maestro fue lo suficientemente sabio y generoso en desarrollar una praxis legendaria, tanto que suele olvidarse en el polvo de la historia. Como cuando hizo política práctica en el puesto de diputado en Bizkaia, durante cuatro años. O la plasmación en los concejales logrados en el Ayuntamiento de Bilbao, que luego tendría su reflejo en Gregorio Ibarreche, alcalde. O José Horn, luego parlamentario en la Segunda República.

Muchos no entienden ni quieren entender que el patriotismo desciende a los detalles como puedan ser una enmienda a una ley de vivienda o una disposición adicional en un pliego de un contrato de un servicio esencial en un ayuntamiento.

Jose Antonio Aguirre y Lekube fue un hombre polifacético, tan es así que no solo jugó en el Athletic, fue parte de la empresa familiar ChoBil, empleando instrumentos de política social en la empresa, herederos de la doctrina social de la Iglesia, parte de la corriente democristiana, socialcristiana, fundadora junto a la socialdemocracia del modelo de estado de bienestar que imperó por Europa, fundamentalmente en los 30 gloriosos, entre 1945 y 1975. Y fue un estudioso y un profesor, en aquellas reuniones de jóvenes, tanto en el ámbito político como religioso. Y luego alcalde, diputado y, por supuesto, lehendakari. Un héroe que venía de la Comunión, en más de un sentido. Pues la memoria ha de ser completa, para ser digna de tal nombre.

Jesús María de Leizaola, sucesor de Aguirre como lehendakari, puso especial empeño en recordar la lección del incendio de Irún en Donostia. Ya fue pasto del fuego un 31 de agosto, y no se quería repetir. Lo insultaron. Pero Donostia sigue ahí. Y luego Bilbao. Donde había sido funcionario jefe de Hacienda. Y secretario de la Diputación de Gipuzkoa. Por oposición. Y muchas cosas más. Y como el pueblo vasco vive en el día a día, a semejanza de otros en tiempo y espacio, no pueden esperar al gran día, pues en el día a día se van sus esperanzas, anhelos e ilusiones. Un día tiene 24 horas, una semana 7 días y el año 365 días, los que llevan al planeta a circunvalar al sol y, como reza la canción, el mundo gira, sin detenerse, siempre cambiante. Somos dueños de nuestro destino, si queremos, si podemos. Y ahí sigue la Universidad de Deusto y la propia Bilbao, como testimonio de un héroe que odió la guerra y luchó para no seguir en ella.

Juan de Ajuriaguerra siempre tuvo claro que de la violencia se sabía cómo se entraba, pero no cómo se salía de ella. Si es que se salía. Lo supieron los polimilis, algunos incluso militando luego en el PSOE, PP o incluso Vox. Y lo saben hoy los milis. Los milikis. Iki Miliki Liklik. Como lo sabían los arcanos de la brujería el viejo Laboa. Psiquiatra, para algunos, cantautor para otros. Y es que el pueblo, pescador, agricultor, camarero, tornero, constructor o fresador, tiene la mala costumbre de comer tres veces al día, dormir, si le dejan, una techumbre donde pernoctar, cosas que al parecer vienen del cielo cual estrella fugaz o lágrimas de San Lorenzo. Hay que luchar con denuedo por poner las herramientas del pueblo lo más cerca posible, como diría Landaburu en La Causa del Pueblo Vasco, y junto a Galindez, a quien una tumba en Amurrio aún espera su cuerpo, en vano, fueron padres del europeísmo e internacionalismo de un proyecto nacional vasco que construye desde el ser y no desde la negación de lo que uno no es, porque se puede amar lo que uno es sin odiar lo que uno no es. Lo dijo Kofi Annan, secretario general de la ONU. Y también Ibarretxe, lehendakari.

José Antonio Ardanza, el lehendakari olvidado, aunque su mandato durara década y media, prácticamente. Siguió la estela de muchos de los que no se dejan llevar por las veleidades y oropeles de lograr un día lo que no se defenderá mañana. Es vano lograr un papeluco si mañana no se va a transmitir en hechos. De la palabra a la acción. Como en el origen de la RGI y la primera política de lucha integral contra la pobreza. Cultura social. Del día a día. Haciendo patria todos los días. Porque cambiar de bandera es fácil. Superar las dependencias estructurales y construidas con denuedo por los oportunistas opositores a cualquier forma de autogobierno, como la enraizada en la tradición de la foralidad cuyo máximo exponente fue el legado del fuero viejo y el nuevo en el Señorío de Bizkaia, no es cosa de chiquitas. Es órdago a la grande. Es jugar a mayores. Aunque no sea algo que se vea o sea objeto de documentales en la televisión pública.

Iñigo Urkullu Renteria y Andoni Ortuzar Arruabarrena. Herederos de José Antonio Aguirre y Juan de Ajuriaguerra. Bizkainos en el sentido amplio del término. Vascos. De los de construir hoy. Sembrar para recoger. Pan para hoy y pan para mañana. Porque la construcción nacional es integral, no puede ser de otra manera. E integradora. De todo aquel que se quiera integrar, claro está. Es una democracia que se construye desde la base. Por eso es un honor encontrar procesos de democracia participativa interna que se sostienen en el tiempo en 1904 en el libro de Engracio Aranzadi Kizkitza respecto a los años 1894-1912, procesos ligados al mandato imperativo, que siguen vigentes hoy. No imponer y no impedir, ni yo sobre ti ni tú sobre mí. Foralidad, autogobierno, hacer posible que en cuerpo y mente la libertad de elección en todos los ámbitos de la vida se abra camino. Y sobre la base ir tirando hacia el cielo, que sea el único límite a la voluntad libremente expresada de ciudadanos libres e iguales, pues, como se dijo en Obanos, es necesario un pueblo libre de ciudadanos libres. Porque nos, que somos más, os hacemos a vos señor. Y así se hace patria, no para tenerla en una vitrina, sino para ejercerla. ¿Dónde? Todos los días. Agur bero bat, beti jelpean.