AY una pregunta que nos estamos haciendo todos desde ese momento en que dejamos de temer sólo al virus y empezamos a ser conscientes de la crisis económica que dejará la pandemia del covid-19: ¿cómo va a ser el futuro?

Al respecto hay teorías y puntos de vista, en realidad meras hipótesis. Lo bueno es que tenemos modelos históricos de grandes catástrofes y crisis que nos ayudan a poder intentar definir un escenario de futuro; luego estas hipótesis se aposentan en terrenos sólidos.

Cuando todo esto termine, lo primero que podremos ver es algo que hasta el momento nunca había sido visto, porque el sistema nunca había sido puesto a prueba: la capacidad de resistencia del sistema económico occidental, de las grandes economías de mercado, que han hecho del mundo lo que el mundo hoy es. Quizás nos encontremos con que el modelo económico tiene un parecido terrible con esos hornos de las grandes fundiciones que nunca pueden apagarse porque cuando lo hacen el precio de ponerlo de nuevo en marcha no es rentable.

Sí parece claro que, en gran medida, nuestro mundo ya no volverá a ser el mismo después del confinamiento. Se parecerá mucho, pero no será el mismo. En primer lugar, habrá que ver qué secuelas psicológicas han dejado todos estos días de no actividad y aislamiento en la población. Suceden muchas cosas cuando la gente no puede salir de su casa, cuando no puede despedir a sus familiares fallecidos, cuando ven cómo aquel negocio que fluía se va por el desagüe de la inacción, cuando hay personas condenadas a vivir en la misma casa que su enemigo, cuando el tejido empresarial no tiene capacidad para alojar toda la mano de obra sin obra en la que emplearse.

Es punto común para los analistas sociales incidir en la necesidad imperiosa de crear un nuevo contrato social. En efecto, no es que eso vaya a ser necesario, sino que será imprescindible. Sin embargo, no basta con hablar de un nuevo pacto social, es importante definir cuáles serán las dimensiones de dicho pacto o contrato.

El término nos lleva a la revisión de las formas en las que se establecen las relaciones de las instituciones públicas con la ciudadanía. Estas tendrán que ser más conscientes y adaptadas a las problemáticas sociales existentes. Pero eso no va a ser suficiente. El tejido social es muy amplio y todos los estamentos deben contribuir. Algunos economistas hablan de un nuevo contrato social a ejercer desde el mundo de la empresa. Nada nuevo bajo el sol; es lo que hasta este momento se ha denominado Responsabilidad Social Empresarial, un concepto que en algunos sectores generaba malestar y risa irónica. Un término que, a pesar de ello, va a ganar mucho posicionamiento en el imaginario colectivo: que las empresas se involucren en lo que tiene que ver con nuestra seguridad y en nuestra salud y con nuestros problemas. Así abordaremos la necesaria unidad social para superar las etapas de la crisis ¿Está preparado el sistema económico europeo para ayudar a que se cumplan las exigencias del nuevo contrato social?

A la hora de establecerlo será imprescindible que definamos bien las bases en las que se había sustentado el actual. Entonces se observará que la mayoría de las cuestiones de dicho pacto no se estaban cumpliendo, o se cumplían en estado de mínimos. El Estado Nación empezaba a hacer aguas y eran muchas las personas que no recibían la parte que en el antiguo trato les correspondía: jóvenes sin futuro, ancianos desatendidos, mujeres minusvaloradas, trabajadores sin empleo, brechas digitales, merma del sistema sanitario€ Los agujeros del actual contrato social son múltiples y tienden a enquistarse. Por eso es necesario no tomar como base lo conseguido, sino lo inicialmente prometido.

Por otro lado, nada nos asegura que el sistema productivo vaya a continuar siendo igual. Todavía estamos en pañales en lo que al mundo digital se refiere. Ante la perspectiva de que, aunque estemos confinados, la productividad no debe cesar, el mundo digital se presenta como la alternativa definitiva para el comercio y el trabajo intelectual. Este nuevo escenario también requerirá un nuevo contrato social.

Cuando se piensa en ello, inmediatamente surge la necesidad de que vaya unido a unas formas de solidaridad. No vamos a usar aquí el término "nuevas" pues la que necesitaremos ya ha existido y había sido dejada atrás en pos del progreso económico. La individualidad promovida en la sociedad capitalista y la eterna búsqueda de la diferenciación habían dejado de lado aquella vieja solidaridad existente en las sociedades más simples, donde la cohesión social nace de valores compartidos.

* Sociólogo, Cámarabilbao University Business School