aANTE la investidura de Pedro Sánchez como presidente de gobierno el reñidero nacional ha estado en su apogeo: insultos, golpes bajos, maniobras filogolpistas, descalificaciones, enormidades y patrañas: España se rompe, llega la pobreza de la mano de los comunistas (y nunca de los saqueadores), los mercados se hunden, las familias tiemblan con el saqueo de los impuestos, el Borbón va a ser expulsado y se va a proclamar la República, van a quitar los crucifijos de las escuelas, van a procesar a Billy el Niño y van a abrir las prisiones, estamos a un paso de la Guerra Civil? Hay militar que, por muy jubilado que esté, apela sin recato al golpismo, midiendo, eso sí, lo que dice para no acabar en la cárcel. ¿Qué fue de aquellos cien días de gracia? Nada, porque aquí se hace todo lo posible para que no haya gobierno progresista.

En este clima de tensión extrema, la Junta Electoral, convertida en ariete contra el independentismo, inhabilita a Torra y a Oriol Junqueras justo después de que la Justicia belga se hiciera un matasuegras con las euroórdenes en contra de los eurodiputados refugiados en aquel país, levantando el espíritu de los Tercios de Flandes (más puertohurraqueros que otra cosa).

Si bien la inhabilitación de Torra y el palo a las ruedas de Junqueras son festejados con alborozo por el bloque de derechas, los juristas que no participan de esa Fronda levantisca sostienen que esas decisiones, no judiciales, son ilegales? Da la impresión de que el país está ahora mismo gobernado por los jueces, por encima de las urnas, en un reñidero de gallos en el que al final tiene que poner orden la Justicia europea. Esto es solo una paciencia de gato para la que nos espera y le espera a ese gobierno salido del pacto y una voluntad de cambio social que por lo visto incomoda, y mucho, a la banca, los empresarios, la magistratura, los obispos, los uniformados, la prensa y ese su público al que, por muy expoliado que esté, los cambios le dan alergia rabiosa, y hasta a las cloacas, no se les vaya a ocurrir a los recién llegados limpiarlas y acabar con el negocio.

Aprovechando el barullo armado en los alrededores de la residencia de la embajadora de México en La Paz, Hermann Tertsch se fue a Bolivia en compañía de otros paladines de la Libertad y la Verdad para ver si podía pringar al gobierno de Pedro Sánchez en un disparate de mortadelos, es decir, en una suma de bulos, infundios, altisonancias patrioteras que está claro fue echada a rodar, de manera poco digna y en propio beneficio, por el gobierno circunstancial boliviano. Un análisis al detalle de los hechos así permite conjeturarlo, aunque me temo que, como siempre, nunca llegaremos a saber qué pasó con los diplomáticos españoles y sus escoltas, los ya bautizados para siempre como "los encapuchados", en las puertas de la urbanización donde está la residencia de la embajadora mexicana en La Paz, de los que han suministrado incluso sus documentos escaneados a medios de comunicación de extrema derecha españoles para intentar dañar al gobierno en funciones y al que salga de la investidura. Y no solo documentos, sino los nombres y los dos apellidos de cuatro de ellos. Y si lo llegamos a saber poco importa, el daño ya está hecho. Esa es la fuerza de las redes sociales. Lo demás, palabrería oficial.

No han tardado ni un minuto en acusar a políticos bolivianos de financiar a través del narcotráfico a Podemos. El ministro del Interior boliviano, Murillo, pacta con la extrema derecha española representada por Tertsch, de manera expresa y pública, para investigar la financiación del partido de Iglesias en Bolivia. La falsificación de pruebas es cuestión de horas. Por su parte, un antiguo presidente boliviano, un chuleta de buena familia, el Tuto Quiroga, ha insultado a Pedro Sánchez a placer y acusado a Podemos sin pruebas de haber "robado" en Bolivia. ¿Qué más se puede pedir? Algo que los medios de comunicación de los maleantes (condenados en firme) de extrema derecha española se han apresurado a repicar, sin poner jamás en duda el origen sucio de las acusaciones, que no informaciones.

El reñidero está que arde y los gallos tienen espolones como navajas cabriteras en la mejor tradición de la patria de Caín.

* Escritor