ES muy posible que Alfonso Alonso pensase con regocijo que su gracieta de ayer en el Parlamento -vivimos en la era de los gestos vacíos solo para impactar en las redes- de regalarle a Urkullu el libro de memorias de Rajoy iba a molestar o poner en un aprieto al lehendakari, sobre todo por el “motivo” que arguyó: que “reflexione” sobre la “lealtad”. Pero no. Urkullu le dio la vuelta con lo obvio: la memoria de Rajoy es frágil, selectiva. Padece lo que los psicólogos llaman disonancia cognitiva: o se cree sus propias mentiras o miente sobre sus creencias. Un motivo para la reflexión, señor Alonso.