HA sido todo muy exagerado. Parecía que la cumbre del G7 en Biarritz, con sus protestas, su contracumbre y demás agendas paralelas, iba a desencadenar una especie de apocalipsis. Es cierto que la toma de la ciudad labortada y los controles establecidos eran excesivos y anticipaba una alarma -¿o era alerta?- que no era para tanto. Al menos, de momento. Así que la gente ha huido, muchos comercios han cerrado y los que han abierto han estado vacíos, lo que ha causado un serio perjuicio a unos y otros. Una paranoia colectiva a la que hemos contribuido todos.