SE ha corrido la voz de que Ayuso, la flamante presidenta de la Comunidad de Madrid, nos va a divertir mucho con sus donosuras y desplantes ininteligibles, pero un parlamento, por muy autonómico que sea, no es un teatro de variedades, aunque muchas veces lo parezca.

Los disparates a fecha fija y micrófono abierto de la presidenta Ayuso recuerdan aquel truco de estudiantes de decir lo primero que se te ocurría, en la confianza de que el examinador estaba ya aburrido y a otras, y no iba a enterarse. Lo malo es que en este caso nos enteramos, nos pasmamos, sí, y nos carcajeamos, pero es probable que a la vuelta de un tiempo estemos también aburridos y ella amortizada desde el punto de vista del jolgorio mediático. Sea o no machista decirlo, esta mujer ha ido dejando una profunda huella de insensateces que obligan una vez más a preguntarse, y hasta el hartazgo, por qué clase política estamos gobernados y quiénes son de verdad los que acceden a puestos de gobierno, y con qué méritos.

Esos desplantes y pintorescas donosuras revelan no solo posibles desarreglos mentales, sino algo oscuro que ronda la falta de instrucción, algo que si no llama más la atención es porque es generalizado, y porque ahora mismo lo de verdad raro es hablar con sentido.

Y no solo eso, sino que también llama la atención que desde el primer día de su mandato la sombra de la corrupción que arrastra su partido también la oscurezca a ella. Un corrupto de parranda, mano de caja de Esperanza Aguirre, la acaba de acusar de ser la intermediaria en los mejunjes en los que andaba el coro de guapetones que salieron ranas en el estanque que dirigía en su finca madrileña la condesa consorte de Murillo.

Es retórico decir que da que pensar que quienes propusieron a Ayuso como candidata son plenamente conscientes de su alcance y limitaciones, porque no pueden ignorarlas. ¿O sí? ¿O tal vez las consideren méritos? Yo no he visto prueba más indiscutible de un fracaso electoral que esta, que ha colocado a la derecha y a sus aliados en puestos claves de gobierno, municipales y autonómicos por ahora. Está bien contentarse con victorias pírricas, pero lo cierto es que las maneras del Rajoyato no parecen haber desaparecido, por mucho que el PSOE pelee por el gobierno central y lo que parecía acabado ha cobrado nuevos bríos gracias a “cuatro gatos” de extrema derecha que eran muchos más y con más poder del que se les asignaba.

Insisto, sean o no burlescos los protagonistas de la astracanada nacional, hay que hablar de derrota de la izquierda por muchos méritos que haya hecho la derecha para acabar en los tribunales de forma definitiva (Gürtel). Risas, muchas, en el pasado y en el presente, pero también un variado abanico de amenazas políticas que alcanzan de un modo u otro al conjunto de la ciudadanía.

Con todo, es demasiado fácil el acoso y derribo de un político recurriendo solo a sus poses y actuaciones que pueden hablar por sí solas y ser todo lo grotescas que queramos, pero que no lo dicen todo ni del político en el escenario de variedades ni mucho menos de quienes están a su sombra. Es superficial. No hace falta sino acordarse de Rajoy y sus disparates: no fueron a ningún lado. Hizo lo que le dio la gana durante años, con sus muecas y sus disparates, hasta que prosperó la moción de censura. A su sombra se saqueó lo que no está escrito y se desmanteló un sistema de derechos sociales que va a costar mucho remontar. Aquí lo que cuenta son las cuestiones de fondo, las que reflejan si hay o no cambios beneficiosos para el conjunto de la ciudadanía o solo se trata de continuar con el bochornoso sistema de amiguismo y enriquecimiento de sus predecesoras, más que tocadas por la acción de la Justicia (la desaparecida Cifuentes) y de la Policía judicial que acusa (señala) una y otra vez, con pruebas, y hasta ahora en balde, a Esperanza Aguirre? “Hablarán los Tribunales”, cierto, cierto, porque ya va siendo hora de que lo hagan, no vaya a ser que todo se diluya en nubes dilatorias, paganos a los leones y capotes políticos.* Escritor