SÍ, cierto, se acabaron las fiestas de esta gloriosa ciudad, con sus cohetes, dianas, encierros, kilikis, toros, bebercios y comercios, y patas; pero hay otros asuntos que, mientras la fiesta estalló, siguieron su marcha procelosa. Asuntos que al despertar del resacón están ahí, a la espera, como cucarachas gigantes que no es fácil aplastar o aplicarles nubes de Cucal. Por ejemplo, las pretensiones de Vox en terrenos en los que los avances y las conquistas sociales son evidentes: LGTB. Esas pretensiones -y esos logros sombríos para ellos allí donde si no gobiernan, sí que sus votos son decisivos- representan la amenaza real de la instauración de un modelo social reaccionario y regresivo por lo que a los derechos sociales se refiere.

Es hora de saber si el país en general y esta comunidad en particular van a disponer de un gobierno sólido que se aplique a las tareas de gobernar y a hacer lo que pueda con lo que quede de los programas electorales después de utilizarlos como papel de fumar. Hay que preguntarse a la fuerza hasta dónde llega la voluntad de pacto y acuerdo de los partidos en liza. A veces dudas de que de verdad piensen en sus votantes y en sus necesidades concretas, que son muchas. ¿Les importa que resulten poco fiables y que el ciudadano que en ellos confió se quede a dos velas de lo que de verdad se traen entre manos? Me temo que poco.

Y por hablar de lo que no acaba: Mentiría si dijera que durante la pasada semana y por muy lejos que estuviera no me acordé de lo sucedido hace tres años con La Manada y de la sentencia por violación en toda regla que, por fin, les ha caído a los autores. Me sobrecogió entonces y lo ha hecho cada vez que he pasado por delante del lugar donde se cometió la violación grupal. La verdad es que da vahídos pensar en que algo así pueda suceder a las puertas de tu casa como quien dice y que la ciudad reciba visitantes que de manera premeditada pensaran que el barullo festivo era favorable a sus propósitos

En su día la noticia fue turbadora, tal vez por ser los hechos invisibles de ordinario, pero lo cierto es que desde entonces han salido a la luz unas cuantas violaciones y abusos grupales. ¿Unas cuantas? Más de cien, según publica El Confidencial, consumadas en un altísimo porcentaje. ¿Alarma social? Relativa, me temo, por mucho que se publiciten. No, desde luego, en proporción a la gravedad de los hechos, que revelan un profundo deterioro cultural y ético por parte de una población de cuya educación elemental hay por fuerza que dudar. ¿Hay que recordar que los miembros de La Manada recibieron explícitos apoyos sociales de su entorno familiar, vecinal y de ocio?

Es decir, que a una parte de la población esos jolgorios -un magistrado así pensaba y se expresaba- les parecen no ya legítimos sino entretenidos. Está bien que las leyes se endurezcan en estos casos y la jurisprudencia se fije de manera clara, pero no todo consiste en eso. Hace falta una labor educacional explícita en todos los ámbitos, no solo en el más básico. Yo sí te creo me parece algo más que un lema político -ámbito al que una derecha espantosa quiere reducir parte de este grave problema-, pero está claro que eso no es plenamente compartido y que mujeres que han sufrido violaciones se han encontrado con dificultades a la hora de denunciar el colosal daño recibido. Cuando alguien se permite el lujo de sostener “ella disfrutó más que yo” es que lo dicho y publicado se sostiene en una mentalidad podrida que ignoro cómo se puede sanear y que dice mucho de cuál es el alcance real de la lacra social.

Es mucho lo que no tiene traza alguna de acabar. Y si no que lo pregunten a Torra, a quien van a sentar en el banquillo de los acusados por su resistencia a retirar los lazos amarillos al tiempo de las últimas elecciones. Un pulso el suyo como cualquier otro, que nos hace ver que el mal llamado “problema catalán” dista mucho no ya de solucionarse sino de aplacarse por mucha ley penal que les echen encima a sus cargos electos. Está enquistado y determina la vida pública nacional, nos guste o no, los aplaudamos o nos irrite. Ese es el futuro previsible: está enquistado.* Escritor