E UROPA ha aprobado el examen de sus elecciones al Parlamento Europeo. En Euskadi, también. Estas elecciones, aunque lamentablemente en el Estado español sigue pendiente la cuestión de la circunscripción, son democráticamente impecables en su base porque responden a los principios de ser universales, directas y secretas. Sin embargo, siempre se han caracterizado por su lejanía para los ciudadanos y por constituir más un plebiscito sobre los Gobiernos propios y más cercanos que sobre los retos a abordar como europeos, por mucho que la interrelación entre ambas realidades sea estrecha. Los debates lo demuestran.

Las elecciones al Parlamento Europeo eran especiales. La Unión Europea (UE) se encuentra sometida una policrisis que está provocando el tambalear de los cimientos de su propia existencia. Europa debe elegir entre la supervivencia o el declive. Incapaz de enderezar su rumbo y de ser consciente de su potencial -si superara los crónicos egoísmos de los actuales Estados europeos- la UE sigue sufriendo las consecuencias de una crisis económica sistémica en términos de desigualdad, paro y precariedad en buena parte de su territorio; de la pérdida de competitividad sin saber ganar el reto de la transformación digital; de la crisis de los refugiados; del Brexit; del auge de un populismo y una extrema derecha antieuropea; y de una cada vez mayor y exasperante irrelevancia política en la esfera global. A todo ello, cabe añadir que Trump manda en Estados Unidos, que la voraz e imperial China avanza sin descanso anhelando la tecnología europea (sobre todo, la alemana) y reviviendo la Ruta de la Seda y que la Rusia de Putin trata de resucitar sus años del esplendor zarista tratando de dividir a los europeos.

Pues bien. Ante este panorama, hay un primer dato que resulta esperanzador: la participación en las elecciones al Parlamento Europeo ha superado la barrera psicológica y política del 50%, situándose en un 51%, ocho puntos por encima del dato de hace cinco años. Es la primera vez que, desde las primeras elecciones europeas de 1979, se produce un aumento de la participación. Es la participación más alta en los últimos 20 años. En Euskadi, como ocurrió en 1999, muy probablemente ayudada por la coincidencia con los comicios municipales y forales, la participación ha alcanzado el 65%. Todo ello nos indica que a los europeos y a los vascos nos importa el destino de la UE y que, también en nuestro caso, las esperanzas de futuro deben estar depositadas en los jóvenes vascos, cuya mentalidad está estrechamente ligada a Europa, porque son la generación del euro, de la libre circulación de Schengen, del euskera, de la digitalización y del mantenimiento de la personalidad vasca abierta a Europa y al mundo.

Un segundo dato relevante: frente a los malos augurios, los populismos y la extrema derecha antieuropeos no han logrado las cotas que esperaban y que algunos vaticinaban. Es cierto que en Estados tan significativos como en Francia y, sobre todo, en Italia, la extrema derecha se ha impuesto. Algo que sigue siendo muy preocupante. Pero estos resultados, junto con otros votos extremos logrados en otros Estados, no les van a permitir condicionar las decisiones del Parlamento Europeo. Dicho de otro modo, los Grupos Parlamentarios básicamente proeuropeos del futuro PE alcanzarán aproximadamente el 68% de la representación en la Cámara, superando claramente a los antieuropeos.

Y una tercera circunstancia.: nos vamos a encontrar ante un PE más fragmentado que en anteriores legislaturas, lo que va a obligar a intensificar el ejercicio del diálogo, la flexibilidad y el acuerdo a la hora de abordar los diferentes temas desde las perspectivas ideológica, territorial o europeísta. La dupla representada por la derecha del PPE y los socialistas europeos no tendrán mayoría absoluta. De hecho, estos dos grupos han sufrido una importante merma, mientras que los grupos de los Demócratas Europeos (donde se inscribe el PNV) y los Verdes han mejorado sustancialmente sus resultados, convirtiéndose en decisivos e imprescindibles para hacer avanzar Europa por la senda del europeísmo.

En el próximo Parlamento Europeo habrá cinco eurodiputados vascos. Además de a su familia ideológica, a ellos corresponde también representar a Euskadi. No es difícil prever en qué claves y con qué grado de influencia van a actuar unos y otros. Pero creo que sí es exigible que, a pesar de todo, den cuenta de cómo nos han representado a los vascos y a los intereses de Euskadi.