LA todavía reciente celebración de las generales, la digestión política de sus resultados y la coincidencia en el Estado de las elecciones al Parlamento Europeo con las municipales y autonómicas -forales en Euskadi- parecen diluir en un magma electoral los novenos comicios europeos que se celebran el día 26 (el 23 en Gran Bretaña y Holanda, el 24 en Irlanda, el 25 en Letonia y Eslovaquia y el 25-26 en la República Checa). Pese a que se cumplen 40 años de su primera convocatoria, en 1979, en los entonces 9 países miembro y a que el Parlamento de la Unión Europea representa ya a 28 estados y cuenta con 750 europarlamentarios -contando a Gran Bretaña y a expensas del Brexit- responsables de elaborar las principales leyes y normativas que afectan y ordenan la vida de 512 millones de ciudadanos, las europeas siguen siendo las elecciones con menos reclamo, consecuencia de un limitado sentido de vinculación a unas instituciones que se intuyen lejanas. La sociedad vasca no es una excepción (la abstención en Euskadi llegó al 55% hace cinco años) en esa tendencia pese a las previsiones de buena participación. Pero conscientes de que Europa, su Unión, es imprescindible en la protección del estado de bienestar y como garante de una sociedad respetuosa de los derechos esenciales, también que se le debe exigir ser agente de equilibrio en la geostrategia global, los vascos no pueden permitirse la inclinación a desentenderse de un compromiso, el europeo, que se ve hoy amenazado desde dentro por los movimientos eurófobos y el populismo extremo. No es baladí que en las últimas encuestas que maneja la propia Eurocámara la suma de los partidos contrarios a la Unión supere los 130 escaños de los que más de un tercio corresponderían a grupos de extrema derecha. La amenaza a la idea de una Europa en la que integrar a Euskadi es evidente. Tanto como el riesgo de que la defensa de los intereses de la sociedad vasca quede en todo caso afectada por la circunscripción estatal única y minimizada entre los de los grandes partidos del Estado. El desarrollo de nuestra sociedad, que se dirime en las municipales y forales, va necesariamente enganchada a la construcción, también desde Euskadi, de una Europa superadora de los fantasmas del pasado que se ciernen sobre ella, de una europa orgullosa de la diversidad de los pueblos y naciones que la componen, de una europa integradora y solidaria.