TENÍAN anoche un primer minuto los cuatro candidatos seleccionados para la ida del debate electoral televisado. En ese minuto se definió la pauta del debate, que es la misma que hemos padecido en la campaña: vale más una mala frase descalificatoria que una buena propuesta. Cuatro mensajes monolíticos, envasados al vacío, sin conexiones entre sí. Luego, milagrismo económico, contundencia confesional en lo moral o en lo ético -sutil diferencia entre ambos casi imperceptible- y mucha mala baba. Y un pulso patriótico grimoso. Hoy, la vuelta en otro canal. Pero la misma expectativa: ninguna.