t RAS cinco días de campaña electoral, por momentos da la sensación de que no ha pasado el tiempo o que, de haberlo hecho, simplemente hemos decidido ignorar sus efectos.

Volver a escuchar a Maroto arremeter una vez más contra las ayudas sociales contraponiéndolas a las pensiones más bajas o a Casado hablar de ETA como si no hubiese dejado de matar hace más de 9 años, nos retrotrae irremediablemente a tiempos que creíamos superados, pero no, lamentablemente no.

Otro tanto ha ocurrido este fin de semana en diversos puntos de Euskadi y en Barcelona con los intentos más o menos violentos de impedir actos electorales de los representantes tanto de Vox, como de Ciudadanos o del PP. Imágenes como las que hemos podido ver en la UAB, Donostia, Errenteria o Bilbao, que también parecían superadas, lamentablemente no lo están.

Es cierto que si hilamos fino podremos encontrar matices a cada uno de los actos de boicot a los representantes de la derecha española, pero también lo es que en uno y otros casos al grito de fuera fascistas se pretendía impedir que pudieran expresarse tres candidaturas electorales.

Sin embargo, no solo no consiguieron su objetivo sino que consiguieron justo el contrario, esto es, que Ciudadanos, Vox o el PP, pasaran de ser quienes niegan los derechos de las mujeres, los colectivos LGTBI o las personas inmigrantes, por ejemplo, a víctimas a quienes les niegan sus propios derechos unos pequeños grupos de personas que, por otro lado, solo se representan a ellas mismas.

Y el mejor reflejo del éxito de su estrategia ha sido el de comprobar cómo mientras los medios afines a la causa diestra se apresuraban a identificar como independentistas en el caso catalán y abertzales de izquierdas a quienes protagonizaron los incidentes en nuestras calles, los que teóricamente estaban allí representados se han tenido que apresurar a lanzar reproches de trazo gordo porque los tiempos no están para finuras.

No me atrevo a calcular cuál será el efecto que tendrá en el votante este primer fin de semana de campaña, espero que nulo, pero lo que sí está claro es que la estrategia del enfrentamiento físico contra determinadas opciones electorales además de no ser aceptable desde un punto de vista democrático, tampoco lo es desde un punto de vista táctico, así que esperemos que este tipo de situaciones no vuelvan a repetirse y que el verdadero escrache se lo lleven en las urnas.