LAS palabras en diminutivo producen ternura infantil, pero nada más lejos que la realidad. Derechita, ha sido el gran dardo que ha llegado directo al corazón del expresidente José María Aznar. “Los valientes -ha manifestado, en algunas ocasiones, Santiago Abascal- votarán a Vox y la derechita cobarde al PP que ha preservado el nefasto legado de Zapatero”. La frase ha llenado de fuerza y juventud combativa al antiguo inquilino de La Moncloa. Con todos los ingredientes necesarios para defender a su partido, se ha lanzado al ruedo a torear como el mismísimo Manolete. Delgado, bronceado, con camisa azul y los primeros botones desabrochados, igual que el ninot que se salva en las fallas por ser el más bello, enardecido ante un público valenciano entregado, manifestó que: “Como protagonista de la historia, humildemente, yo, que he hecho la historia, nadie me dice a la cara derechita cobarde”. Imagino la satisfacción que le recorría el cuerpo ante aquellos recuerdos pasados que se unían al último humo de la mascletá. Exultante, quizás porque hacía años que no participaba en un mitin preelectoral de campaña, hizo un minucioso recorrido por su reinado, afirmando con rotundidad que: “Hago una llamada desde mi autoridad moral, mi historia en los últimos tiempos, que se me reconozca, desde mis años y mi experiencia como presidente del Gobierno, y apelo a la responsabilidad del votante de centro derecha, para que vote al PP y nada más que al PP”.

El señor Aznar, después de elogiarse dignamente a sí mismo, se mostró preocupado ante la división del voto de derecha, no se olvidó de las propuestas exaltadas del representante de Vox, posesión de armas, emigrantes, derechos de la mujer y volvió a repetir que: “Cuando se va unido a las elecciones, tienes muchísimas probabilidades de ganarlas y cuando se va dividido muchísimas probabilidades de perderlas”. Una andanada clara al tripartito no declarado.

El ADN del PP Sin duda, hay que votar. Votar a quien nos de la gana, pero votar. Para el reciente mitinero, al líder al que hay que meter dentro de las urnas en un sobre es al formidable Pablo Casado. “Estoy aquí porque el PP es el PP. Con su ADN, sus principios y su historia”. Haciendo un manifiesto paréntesis a la etapa de Rajoy, que parece ser que no tuvo el ADN necesario. Reconozco que me inunda una gran tristeza por la omisión. Además, Mariano Rajoy hizo por el partido el mayor acto de amor al dejar de ser presidente. Pero esa es otra historia para su enemigo mortal Aznar. A menudo me pregunté cómo el mismo Aznar le puso de candidato al dejar él la presidencia. Son secretos, posiblemente inconfesables, del mundo de la política. Dicen que la envidia, el rencor (por dejar de ser presidente, claro) y algunos flecos desconocidos para los neófitos jugaron al corro en aquellas elecciones (dos veces revalidadas por Rajoy, ante el estupor de su renegado progenitor).

El expresidente insistió en la necesidad de que Pablo Casado sea el elegido porque “si no yo no estaría aquí”. Añadió, sin ningún pudor, que España necesitaba un gobierno “que enfrente y ponga fin a la chulería de esa pandilla de incompetentes que gobiernan en Cataluña”. Aprovechó también para piropear al actual líder del PSOE diciendole que ha dejado de ser constitucionalista. Pienso, que le debió de costar muchísimo comerse la lengua y no asegurar que el país sólo se salvaría con su vuelta a La Moncloa. Me conmueve su vanidad.

El amor entra en campaña “A mí, mirándome a la cara nadie me dice derechita cobarde”. Pues ya ven, la mirada. Esa mirada de Aznar, exaltada y brillante, la ha recogido Nerea Alzola, exparlamentaria del PP y actual candidata de Vox por Bizkaia. “Yo le hablo cuando quiera, mirándole a los ojos y manteniendo la mirada cuanto precise”.

El nuevo lenguaje electoral tiene una aire sentimental y casi amoroso. Curioso: los líderes políticos nos han salido románticos y utilizan un vocablo poético, engolado y muy cuestionable centrando su fuerza en los ojos. Siempre se ha dicho que el primer beso no se da con los labios sino con la mirada. Este encuentro de romance, mirarse a los ojos, ignoro cuando lo tendrán José María y Nerea. La posibilidad ya está en el aire. No se dan cuenta de que los ojos cambian de color según el tiempo.

Pero eso de la mirada y la derechita cobarde le ha llegado al corazón también al líder actual del PP. Pablo Casado, después de sentir los latidos cercanos del gran Aznar, que le dedicó enardecidos elogios, ha sacado del baúl de los recuerdos los años de plomo de ETA, los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, Ordoñez, y tantos, así como los dos atentados contra de vida del presidente Aznar. “El PP -dijo- es un derroche de valentía”. La fácil baza del terrorismo sigue dando rendimiento político.

En fin, palabras y más palabras que seguiremos oyendo en estos días. Pero no tenemos que olvidar a los poetas. En sus versos escriben que los ojos, de no mirarse en otros ojos, se van cerrando. Saramago contaba a un amigo: “Pasé mi vida mirando al interior de los ojos de la gente, es el único lugar del cuerpo donde tal vez exista el alma”.

Háblame de amor, Nerea. Háblame de amor, José María. ¿Quién mirará el primero?

Quizás no tengan alma.