Hace unas semanas se publicó en DEIA una carta mía titulada ¡Váyase, señor González! en la que invitaba al expresidente del BBVA a renunciar a los títulos honoríficos que, con motivo de su despedida, le había concedido su Consejo de Administración. Debemos felicitarnos ambos (ustedes por publicar y yo por escribir), pues nos ha hecho caso. La gestión del señor González al frente del BBVA, aunque muy bien retribuida, ha sido de lo más mediocre y básicamente ha consistido, probablemente siguiendo las directrices de quien le puso al frente, en que desaparecieran cualquier rastro procedente de los bancos Bilbao y Vizcaya, que, curiosamente, era de donde procedía el grueso del balance de la nueva entidad. Empezó por los consejeros y continuó por los altos directivos, lo que supuso el pago de unas grandes indemnizaciones y la pérdida de unas personas que habían demostrado ser unos grandes gestores, de forma que el banco podía llamarse ahora solo Argentaria, pues no hay quien lo conozca. Su sucesor, que debe darse prisa en explicar lo que pasó por alto en la pasada Junta General, parece, por lo menos, bastante más simpático que su predecesor y esperemos que también mejore su gestión. No lo tiene difícil. Por todo lo dicho celebremos su marcha con un: ¡Adiós, señor González!