Indulto sí o no. Es debate sobre el futuro de los independentistas encarcelados. Para los afines, es condición sine qua non de inicio de diálogo. Para otros, la solicitud del indulto por los propios reos es un paso previo imprescindible y los más conservadores exigen cárcel. La base de la disputa es el grado de tolerancia de lo que en España se considera un acto de sublevación, rebelión y traición, con los agravantes de violencia como demuestran los Jordis subidos en los coches policiales y las agresiones de los manifestantes a los cuerpos policiales en el día de autos, visión que no comparte la justicia europea. Este país no quiere recordar que fue testigo de sublevación violenta contra la república democráticamente establecida y que como consecuencia de ello se vivieron 40 años de férrea dictadura, con deleznables e injustificables abusos de todo tipo. Los coetáneos del régimen hasta Fraga, defendieron el lance y sus herederos, Aznar, Rajoy y otros muchos, incluida la corona, han evitado pronunciarse, pero lo han tolerado. Jamás pensaron en necesidad de indulto ni mucho menos pedirlo. Un eufemismo ha redimido a todos ellos. Aquello no fue una sublevación, fue un “glorioso alzamiento nacional” por el bien del pueblo, cuyo fin justificó los medios. Nada comparable con el 27 de octubre del procés.
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