LAS propuestas presentadas por los partidos a la Ponencia de Autogobierno con los principios que cada formación pretende asentar en el preámbulo del Nuevo Estatus dejan entrever diferencias esperadas a superar, pero también coincidencias si son analizadas más allá de su estricta textualidad. Así, por ejemplo, no existe tanta distancia entre la “identidad nacional” que el PNV plantea reconocer dado que “el pueblo vasco es nación” y la “comunidad con carácter nacional” que define Elkarrekin Podemos, ambos con alusión extraterritorial a la CAV en la referencia concreta a los siete herrialdes. Como tampoco la hay entre la pretensión de Podemos de sustentar el acuerdo “en la voluntad libre y democráticamente expresada por la ciudadanía vasca tanto directamente como a través de sus representantes” y la fundamentación del acuerdo por los jeltzales en “la voluntad del Pueblo Vasco, manifestada mediante la libre decisión de sus ciudadanos (...) y los Derechos Históricos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia”. Consonancias que también se hallan respecto al principio de que “la voluntad de la ciudadanía vasca es el criterio fundamental para la definición de su estatus político-territorial” o de que “la estatalidad vasca es una garantía del autogobierno y responde tanto a la foralidad histórica como al más moderno concepto democrático de tipo federal” que expone en su propuesta EH Bildu. Habría, pues, posibilidades de alcanzar una mayoría más que suficiente que, sin embargo, como ya ha advertido Idoia Mendia con su referencia a lo aprobado, a propuesta de Juan José Ibarretxe, por el Parlamento Vasco en diciembre de 2004, precisaría ser contrastada con la voluntad del Estado y, por tanto, con los partidos de ese ámbito presentes en Euskadi. Que las disposiciones adicionales de Constitución y Estatuto ofrezcan encaje legal y el Concierto, un modelo a utilizar en cuanto a codecisión y no imposición por las partes debería favorecer la ampliación de un consenso que, por otro lado, también es ciertamente posible en el reconocimiento de los fundamentos sociales del Nuevo Estatus. En realidad, solo se trata de admitir lo que la historia evidencia y la mayoría de la ciudadanía vasca asume y reivindica: Euskadi es una nación y desde esa condición plena desea mantener su relación con el Estado.