DURANTE el 1 de octubre y hasta finales de diciembre era habitual ver periodistas de todo el mundo por las calles catalanas y, especialmente, en Barcelona. Uno de los sitios neurálgicos y emblemáticos donde se concentraron fue en la plaza Cataluña. Desde allí, reporteros ingleses, turcos, italianos, rusos o árabes transmitían todos los acontecimientos que estaban sucediendo.
El 10 de octubre, cuando el president catalán, Carles Puigdemont, declaró la independencia y luego la suspendió, había más de mil periodistas acreditados en el interior del Parlament, de los cuales 356 eran extranjeros, de 126 países. Fuera parecía la torre de Babel. Una larga hilera de periodistas, con sus cámaras y micrófonos, entraban en directo para sus países de origen.
¿Por qué las tensiones de Catalunya y España traspasaron fronteras? Hay algunos ingredientes que ayudan a que las noticias se internacionalicen y en el conflicto catalán estos estaban en total ebullición.
El principal es que la situación en Catalunya era una noticia que apelaba a valores universales que se reproducen a lo largo del tiempo, como los movimientos nacionalistas que son un leitmotiv en la historia tanto en el pasado como en el presente. Pero, además, tocaba las emociones. De hecho, en este sentido, hay un antes y un después del 1 de octubre (1-O).
Este día, Catalunya se disponía a hacer un referéndum de independencia no pactado con el Gobierno español, considerado “ilegal” por el Ejecutivo de Madrid y por la mayoría de la prensa extranjera. No obstante, la consulta fue una demostración de fuerza de sus defensores y organizadores, que estuvieron entre uno y dos días (dependiendo del colegio) custodiando los centros electorales y las urnas. El resultado fue de 2.262.424 de votos emitidos, de los cuales el 90,09%, favorables a la independencia.
La violencia policial El hecho tan insólito de que una región quisiera votar en un referéndum su independencia, que el Estado central no le dejara, pero finalmente se hiciera, llamó la atención de periodistas de todo el mundo. De antemano, el Gobierno español tenía el discurso ganado porque los medios extranjeros se aferraban a resaltar que el referéndum era ilegal, pero algo le dio la vuelta y fue la punta de lanza para acabar de internacionalizar el conflicto: la violencia policial.
Toda la prensa extranjera abrió al día siguiente de la consulta con imágenes de policías aporreando votantes, independientemente de su edad y condición. Tal vez, la portada más llamativa fue la de la web de la televisión norteamericana CNN, donde se veía a un manifestante herido en el suelo y con el titular: “La vergüenza de Europa”. Esta declaración que recoge la cadena son las palabras que utilizó Jordi Turull, el conseller de Presidencia, para criticar la violencia que perpetraron las fuerzas del Estado en algunos de los colegios electorales.
No fue el único medio que se hizo eco de las agresiones. También lo llevaron en sus portadas el británico The Guardian, que titulaba “Hundreds hurts as Catalonia polls descends into violence” (Cientos de heridos en Catalunya donde los sitios de votación sucumbieron a la violencia); el francés Liberation, “Coupe de Force” (Golpe de Fuerza), o el italiano Corriere della Sera: “Violenza in Catalogna, voto nel caos” (Violencia en Catalunya, voto en el caos).
La actuación de las fuerzas del Estado fue el ingrediente que faltaba para que subiera el suflé y el conflicto se acabara internacionalizando. De hecho, muchos medios de otros países tenían previsto irse después del referéndum, pero a raíz de estos acontecimientos decidieron quedarse en Catalunya. Estos hechos, además, llevaron a la prensa internacional a destacar la profunda división que se generó entre Catalunya y España. Medios como Al-Jazeera pusieron de relieve que el referéndum y la violencia hicieron que España sucumbiera “a su crisis constitucional más profunda en décadas y ha profundizado una brecha entre Madrid y Barcelona”.
Una ruptura que también resaltaba The Washington Post: “El voto ha dejado la región y el país profundamente divididos”, señalaba el rotativo estadounidense, que añadía: “El plebiscito ha producido ansiedad y estado de shock alrededor de Europa, donde muchos condenan la violencia policial pero también están preocupados por el hecho que los separatistas catalanes hayan violado la Constitución”.
Así pues, más allá de si el referéndum era legal o no, los medios internacionales apuntaban que España había perdido su legitimidad con la violencia. “El Estado español ha perdido”, titulaba en su editorial el 2 de octubre The Guardian, que también resaltaba en el interior del artículo: “España está pagando su determinación de parar un referéndum ilegal cueste lo que cueste y con medios violentos”.
El 3 de octubre hubo una huelga general en Catalunya y una multitudinaria manifestación, en la que se podían ver banderas catalanas y españolas, para condenar la violencia policial. Esa misma noche, el rey Felipe VI hizo un discurso a la nación. Todos los medios nacionales e internacionales estaban expectantes ante las palabras del monarca en el que era su primer discurso a la nación fuera de los habituales del día de Nochebuena. En la cabeza de los ciudadanos solo venía a la mente otro discurso que se hubiera perpetrado fuera del guion, el de su padre Juan Carlos I durante el intento del golpe de Estado del 23-F en 1981.
¿Cómo vieron el discurso los medios internacionales? “Deslealtad” de las autoridades catalanas o la “ilegalidad” del referéndum fueron los conceptos más repetidos entre la prensa extranjera de las palabras del rey. Ahora bien, el diario The Times puso de manifiesto en su artículo “King Felipe of Spain snubs injured Catalans and backs state unity” (El rey Felipe de España ignora a los catalanes lesionados y respalda la unidad estatal) que el monarca perdió una oportunidad de apelar al diálogo.
“Felipe VI rompió con las palabras comedidas que había tenido hasta entonces del conflicto catalán. No llamó, como muchos esperaban, a un diálogo entre Madrid y los independentistas catalanes, sino que declaró que es responsabilidad del poder estatal legítimo garantizar el orden constitucional”, resaltaba The Times, que también enfatizaba que el monarca no mencionó a los 800 heridos de la violencia policial que se registró durante el 1-O.
El día 8 de octubre, los contrarios a la independencia inundaron las calles de Barcelona. Los organizadores cifraron en un millón de personas la asistencia a la manifestación y la Guardia Urbana en 350.000. Un acontecimiento que también recogió la prensa internacional. A partir de entonces, desde fuera se empezó a pedir algo que apenas se exigía aquí: diálogo. “Time to talk”, titulaba The Guardian en su editorial del 11 de octubre.
Dos discursos, un único guion Los medios extranjeros contribuían a internacionalizar el conflicto y tanto las autoridades catalanas como españolas eran conscientes de ello. Por eso, el president catalán, Carles Puigdemont, y el español, Mariano Rajoy, se remitieron a la historia reciente para justificar su postura en unos discursos que tuvieron lugar con menos de 24 horas de diferencia.
El 10 de octubre, Puigdemont habló ante el Parlament catalán y aseguró que la crisis empezó en 2010 cuando el Tribunal Constitucional recortó el Estatut aprobado por el Parlament y el Congreso, así como refrendado por los ciudadanos catalanes. Al día siguiente, Rajoy intervino en el Congreso de los Diputados para explicar la situación en Catalunya. En su discurso resaltó que las tensiones se iniciaron en 2012 a raíz de la crisis económica, cuando esta comunidad pidió un concierto económico propio, a lo que el Ejecutivo se negó. Ambos se dirigían a una audiencia extranjera, que no sabía cómo se había llegado a esta situación, más que a los propios catalanes o españoles, que ya conocían el contexto.
Presos políticos o políticos presos Tras la aplicación del artículo 155 y la posterior detención de los líderes catalanes, una forma de posicionamiento de los diversos medios nacionales fue el léxico que utilizaron. No es lo mismo considerar al vicepresidente de Catalunya, Oriol Junqueras, un político preso que un preso político. Pero ¿qué definición aparece en la prensa extranjera? The New York Times, por ejemplo, se refiere a “los líderes catalanes presos”, mientras que The Guardian y Le Monde los nombran por sus cargos: el exvicepresidente Junqueras, por ejemplo. Desde la distancia, los medios internacionales han buscado mantener su neutralidad en el conflicto a través del lenguaje.
Tras más de dos meses de tensión, se llegó al momento en el que parecía que todo se iba a desencallar: el 21 diciembre. Ese día, los catalanes fueron llamados a las urnas, lo que debía servir para formar un Govern, encauzar la situación y derogar el 155. Y así lo vivieron los medios internacionales.
Los comicios catalanes dejaron en evidencia la división en el país. Por primera vez en la historia democrática reciente, una formación no nacionalista fue la fuerza más votada: Ciutadans. Ahora bien, los partidos soberanistas revalidaron la mayoría absoluta con 70 escaños, dos más de los necesarios. En este contexto, los medios internacionales resaltaron la victoria de los independentistas, así como el fracaso de las políticas de Rajoy. “Élections en Catalogne: le choc indépendantiste” (Elecciones en Catalunya, el choque independentista), titulaba al día siguiente el diario francés Le Figaro. Por su parte, el alemán Die Zeit titulaba: “Rajoy harte Politik ist gescheitert” (La dura política de Rajoy ha fallado).
Tres meses después, Catalunya sigue sin Gobierno, el artículo 155 continúa vigente y la prensa internacional ha perdido el interés. ¿Por qué? Tal vez por la falta de solución en un conflicto que está empantanado. Tras el 21 de diciembre se esperaba que todo volviera a la normalidad, pero no ha sido así. De momento, la tensión mediática se ha traslado a Bruselas, donde ha fijado su residencia Puigdemont. Barcelona ha perdido el bullicio de los periodistas extranjeros reportando desde Plaza Catalunya. ¿Lo recuperará?