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8 de abril: ¿paz y esperanza?

EL pasado viernes, 17 de marzo, ETA a través del diario francés Le Monde y de los denominados “Artesanos de la paz” que participaron en la frustrada entrega de armas en Luhuso y fueron detenidos en diciembre de 2016, anunciaba su desarme definitivo. Suponía una decisión unilateral y sin ningún tipo de contrapartidas, como le venía reclamando la sociedad civil tras los procesos de Aiete I y II.

Era una ilusionante noticia largamente esperada, especialmente por las decenas de personas que durante los últimos cinco años, desde que ETA anunció su tregua total de octubre de 2011, venían trabajando de manera discreta a través del Foro Social Permanente y de Bakea Bidea para poder lograrlo.

Un trabajo intenso a través de canales seguros, no solo con ETA, también con los mediadores internacionales que llevan también años de intenso esfuerzo para convencerles de que la situación se estaba conduciendo a un peligroso callejón sin salida y que, por lo tanto, ante el inmovilismo de los gobiernos francés y español, ese desarme debía ser de carácter unilateral, definitivo, total y sin contrapartidas, única manera de buscar el amparo legal al menos del Estado Francés.

En esas tres patas que, según el Foro Social Permanente, se asentaba el proceso en su largo camino hacia la paz: desarme, presos y exiliados y convivencia, al menos una de ellas quedaba sólidamente anclada a través de esta decisión histórica. Solo había que observar los rostros del acto celebrado en Biarritz el pasado sábado rebosantes de satisfacción e ilusión.

Allí, unos centenares de personas plurales escuchamos las interesantes aportaciones que se hicieron. Quizás las más relevantes vinieron del magistrado francés Serge Portelli, con mensajes demoledores dirigidos hacia la justicia francesa y especialmente hacia la española; del presidente de honor de la Liga Francesa de Derechos Humanos del Hombre, Michel Tubiana, anunciando la intención de llevar ese proceso hasta sus últimas consecuencias costara lo que costara; y la del alcalde de Baiona y presidente de la recién creada Mancomunidad de Iparralde, Jean René Etchegaray, cuyo mensaje a François Hollande resonó como un trueno en el auditorio.

Etchegaray lanzó un reto al presidente de Francia para que asumiera su responsabilidad en este asunto precisamente en la parte final de su mandato, lo que le haría pasar a pertenecer a la historia del País Vasco, aunque también apuntó, con cierta ironía, que no tenía tan claro que lo fuera a hacer a la historia de Francia. Quizás porque la sociedad francesa, como la española, no ha recibido la educación necesaria para asumirlo.

Y conviene pararse brevemente en este asunto. Durante estos años, la labor propagandística de los dos estados sobre el proceso de paz, comenzando por la propia negación del mismo, no ha sido compensada por otra de la misma intensidad desde las organizaciones que lo estaban impulsando.

Ha faltado pedagogía dirigida hacia esas dos sociedades, se ha abandonado de manera probablemente ingenua, entendiendo erróneamente que solo debía trabajarse la sociedad vasca, del norte y del sur. Incluso la navarra ha sufrido el mismo proceso de abandono en cuanto a esa labor pedagógica y por eso es tan difícil ahora trabajar sobre avances, especialmente en la concienciación de tomar medidas sobre los presos y la convivencia necesaria. Así se puede observar a través de ese inmenso termómetro social que son las redes sociales, donde esta noticia de inmensa trascendencia para la paz definitiva ha pasado sin pena ni gloria en los foros de fuera de Euskadi.

La inmensa mayoría de la ciudadanía francesa y española considera que ya existe la paz, que el conflicto ha acabado, y solo se sobresalta cuando como la pasada semana en Pamplona ocurren incidentes, como los que se dieron en la manifestación convocada por ATA por los derechos de los presos y contra la represión.

Pero a pesar de esa falta de pedagogía que tiene como consecuencia que ambas sociedades, la española y la francesa, pasen de este tema, habría que lanzar un aviso a ambos gobiernos porque los procesos de este tipo o se cierran definitivamente o corren el peligro de abrirse peligrosamente en el futuro. Que decenas de jóvenes que no han vivido los momentos duros se la jueguen y participen en estos actos indica que aún existe un germen que puede dar lugar a ese cierre en falso. Y aplicar medidas excepcionales contra los detenidos acusándoles de terrorismo no va a ayudar a destensar.

Que desde ATA se lancen constantemente andanadas de críticas hacia Sortu y Bildu, hacia dirigentes como Arnaldo Otegi, o Rufi Etxeberria acusándolos de “liquis”, o sea de liquidacionistas, de acabar con el espíritu de lucha de la izquierda abertzale, debe preocuparles no solo a ellos, sino también al resto, en especial a quienes desean que esa paz sea definitiva, sin vuelta atrás.

Harían bien los gobiernos español y francés, especialmente el primero, en tomar nota de este peligro, no tener la pretensión de, para tener réditos electorales en el resto del Estado, dejar aquí una peligrosa brasa que pueda reavivar de nuevo el fuego destructor. Las hogueras deben apagarse definitivamente porque de lo contrario cualquier ascua puede arrasar de nuevo el bosque.

El próximo 8 de abril, en ese acto que supondrá el desarme definitivo de ETA, estarán no solo cinco “Artesanos”, estarán centenares de ellas y ellos, no solo pertenecerán al Norte, habrá del Sur y de otros lugares de Francia y España. Estarán cargos públicos, de alguna manera también los gobiernos de Euskadi y Navarra. Pero también será una concentración plural, de gentes del entorno de la izquierda abertzale, de gentes independentistas y de las otras izquierdas, también algún socialista, porque ese camino final lo debemos recorrer juntos.

Será una medida de presión hacia los dos gobiernos. Aunque es más que probable que Mariano Rajoy ya tenga esta información después de su discreta entrevista con el lehendakari, Iñigo Urkullu, del martes 14.

Además de Rajoy, también al menos uno de los candidatos a dirigir el PSOE del futuro, Pedro Sánchez, ya tiene una visión global de la situación. Y aunque ahora no toque porque cualquier movimiento sobre este asunto perjudicaría su candidatura, sí es bueno que, por si resultara ganador como parece probable, su visión sea abierta a participar en el futuro inmediato en la solución definitiva. Que el PSOE pueda ser dirigido por alguien dispuesto a implicarse produciría un cambio cualitativo en la situación.

Porque ahora se consolida esa pata del desarme, pero probablemente después la disolución. Porque debe preguntarse: ¿qué sentido tiene la existencia de una banda armada sin armas? Pero a continuación hay que ponerse a trabajar en consolidar las otras dos. Presionar a los gobiernos francés y español para el acercamiento inmediato de presos y presas, abrir una vía de solución para las personas exiliadas, al menos para las que no exista delitos pendientes, y la cuestión más importante, la profundización en la convivencia, en la reconciliación desde el reconocimiento de las víctimas de ambas orillas. Que dejemos de mirarnos como enemigos. Porque, como se afirmó el sábado, las miradas, las sensaciones, los sentimientos, son importantes.

Han sido más de 50 años de sufrimiento y zozobra. Es cierto que hay vencedores y vencidos, la sociedad plural, especialmente la vasca y la navarra, es la vencedora, las personas, los colectivos que han trabajado por traer la paz, son los vencedores. La violencia, la injusticia, la tortura, la sinrazón, son las vencidas, las derrotadas en este largo y doloroso conflicto.

El 8 de abril no supone el final del camino, será un canto a la esperanza, aún nos queda un largo trecho que recorrer, pero ahora será por veredas más fáciles y a pesar de nuestras diferencias políticas nos unirá, esta vez sí, el deseo de la paz. El 8 de abril será un día para la esperanza porque la paz estará más cerca.