El panorama político español actual denota una gran degradación en cuanto a su esencia democrática. Estamos en un tiempo político de vigilancia “cuerpo a cuerpo” por intereses sectarios en los que todos saben de uno y uno sabe de todos. Asistimos a la conculcación más palmaria en la Historia de la democracia moderna en Europa. Es una realidad que al grito de “al Poder” la acción de los Partidos es acogerse al principio de la perpetuación en él; o simplemente, acceder al Gobierno a cualquier precio. Lejos quedan las propuestas de compensaciones entre los tres Poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Estamos en una “partidocracia” en toda regla que cuenta con varias definiciones. Según el filósofo Gustavo Bueno, recientemente desaparecido, “constituye una deformación sistemática de la democracia. Cada Partido tiene sistemáticamente que atacar al otro” para conseguir el Poder, postergando el bien común de la población. Y mientras tanto, pan y circo. Aunque cada vez hay menos de lo primero y más de lo segundo. Cuántos chistes, cuántas parodias está generando el espectáculo que nos brindan nuestros políticos. Sin embargo hay un pequeño matiz, y es que este circo político, ademas de pagarlo entre todos ya no hace ninguna gracia. Es inadmisible que sigan cobrando sus salarios unos políticos que están demostrando, tras muchos meses de inactividad parlamentaria, de no gobierno y de pugna ramplona de intereses personales, que no saben ganárselo. Y sobre todo lo que ha quedado muy claro es que el pueblo no les importa. La realidad es que estamos en septiembre sin controles del déficit de las Administraciones Locales y con la imposibilidad de cumplir los plazos legales para la aprobación de los Presupuestos para 2017. Con su repercusión en el PIB, la inversión pública y privada, retroceso en la garantía de los derechos fundamentales ante la falta de labor legislativa.... Váyanse, señores. Dimitan en bloque.
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