¿Es el compost la clave del futuro de la gestión de residuos?
LOS niveles de bienestar en los que está instalada la sociedad actual en los países industrializados se debaten hoy en la disyuntiva de un consumismo disparado y la imperiosa necesidad de controlar esos niveles de consumo para reducir los residuos generados a consecuencia de ello. Mientras esta cuestión ocupa las decisiones políticas, las valoraciones de expertos y las consideraciones de los colectivos sociales, existe un hecho que es indiscutible y al que hay que darle respuesta: los residuos que generamos las sociedades industrializadas deben ser adecuadamente tratados, primando la reducción, la reutilización, el reciclaje, la valorización y, por último, la eliminación de aquellos residuos que no se puedan tratar a través de las anteriores alternativas, asegurando una correcta protección del medio ambiente y de la salud pública.
Los países más avanzados desde un punto de vista ambiental llevan tiempo poniendo en práctica modelos de tratamiento de sus residuos urbanos: modelos que se vienen mejorando con el tiempo y que se combinan hoy con la utilización de diversas tecnologías que permiten la eliminación, la valorización, el reciclaje, y la reutilización de los residuos. No existe un modelo único y en función de las características de cada lugar habrá que tener en cuenta los diferentes sistemas de tratamiento a poner en marcha y todas aquellas tecnologías que se emplean para una gestión sostenible de los residuos.
Sin embargo, esta política de residuos que es la política comunitaria en esta materia, a la hora de ser puesta en marcha, admite diferentes interpretaciones según esté en boca de unos u otros. No hay más que ver lo que aconteció en la pasada legislatura en Gipuzkoa o, a otros niveles, lo que podría ocurrir en Bizkaia en lo referente a la recogida de los biorresiduos -cuando hablamos de biorresiduos nos referimos a la fracción orgánica de los residuos urbanos- y su posterior compostaje. Y digo esto, porque en el caso de Bizkaia las infraestructuras para otros tratamientos como el reciclaje, aprovechamiento energético, plantas de separación de residuos, etc. ya vienen funcionando.
La UE, objetivos básicos Desde hace tiempo se viene repitiendo por parte de algunos sectores que la clave del futuro de la gestión de los residuos urbanos en Euskadi está en los biorresiduos y su compostaje. Pero esta afirmación admite múltiples respuestas y matizaciones. Los objetivos básicos de la política de residuos de la UE actualmente vigentes son, por este orden, prevenir los residuos y promocionar la preparación para la reutilización, el reciclado y otros tipos de valorización (incluida la valorización energética) para reducir su impacto ambiental, previamente a la eliminación. El objetivo a largo plazo es que la UE se convierta en una sociedad del reciclado que se proponga como meta evitar la generación de residuos y que aquellos cuya generación no se haya podido evitar sean utilizados como recursos, es decir, contribuir al cierre de los ciclos de los diferentes materiales. Es lo que se llama “Economía Circular”.
La jerarquía de gestión enfocada a los biorresiduos se traduciría en las siguientes prioridades de gestión: reducir la producción de biorresiduos (el despilfarro alimentario y los excedentes comerciales y de producción y transformación); alimentar a las personas (donaciones a bancos de alimentos, comedores sociales, etc.); alimentar a los animales; usos industriales (aceites y grasas): biocombustibles, jabones, cosméticos, etc.; compostaje doméstico o industrial y digestión anaerobia; otro tipo de valorización (incluye la valorización energética); y eliminación.
Sin embargo, todos los tratamientos enfocados a los biorresiduos, como fue la política de residuos de la Diputación de Gipuzkoa en la pasada legislatura, gobernada por EH Bildu, se redujeron al compostaje. Por otra parte, en Bizkaia la realidad es muy diferente en cuanto a su puesta en escena, siendo la línea que sigue su Diputación Foral la instalación progresiva del quinto contenedor para la recogida de los biorresiduos provenientes de los domicilios en los municipios de este territorio.
Teniendo como referencia la citada jerarquía comunitaria, no existe una solución única y definitiva para desarrollar la gestión de los biorresiduos, ya que se dispone de distintas opciones, modelos y tecnologías que deben combinarse para adecuarse a cada realidad. Para seleccionar la mejor alternativa es necesario encontrar un equilibrio técnico, económico, social y medioambiental entre las distintas opciones con las que cuenta la gestión de estos residuos, equilibrio que depende de una serie de factores locales, entre ellos la densidad, el urbanismo, los sistemas de recogida y tratamiento aplicables, la composición y la calidad de los biorresiduos, el uso potencial de compost?
Un diagnóstico de la realidad Cuando se trata de planificar el futuro, en este caso el de la gestión de los biorresiduos, es imprescindible en primer lugar hacer un diagnóstico correcto del presente. En este sentido, conviene saber las cantidades que se generan de biorresiduos procedentes de los grandes productores (restaurantes, servicios de restauración colectiva, establecimientos de venta al por menor?), residuos vegetales de las zonas verdes y jardines, y residuos alimenticios y de cocina procedentes de hogares. En el caso de los biorresiduos provenientes de grandes productores, suponen más o menos alrededor del 45% del total de los biorresiduos de origen municipal, otro 5% serían biorresiduos procedentes de las podas y jardines y el 50% restante provendría de los domicilios. Sin duda, esta cuestión es fundamental a la hora de establecer qué sistema de tratamiento de los biorresiduos implementar.
Otro aspecto importante es conseguir una buena calidad del compost para su posterior aplicación, porque de lo contrario lo que se hace es contaminar el suelo. Y eso tiene sus dificultades. Por otra parte, el compost de biorresiduos tiene unos competidores muy fuertes y hoy en día se prefiere la turba, la fibra de coco, la fibra de madera...
A la hora de conseguir una buena calidad de compost, los mejor colocados son los biorresiduos procedentes de las podas y jardines y de los grandes productores, con gran diferencia sobre los generados en los hogares. Lo bueno de los grandes generadores es que con un poco de gestión se sabe cuál es el orden de magnitud de lo que deben generar. No hay más que ir a por ellos y obtendremos unos biorresiduos recogidos separadamente en una gran cantidad y con una grandísima calidad.
En tercer lugar, otra cuestión a tener en cuenta son las aplicaciones del compost obtenido. En Gipuzkoa, una comisión interdisciplinar estudió este tema y la conclusión fue que la agricultura no necesita compost. Es más, hay un excedente de purines. También descartó su uso en pastos. Tiene salida en jardines y en restauración de suelos degradados, algo así como 11.000 toneladas al año. Sin embargo, para EH Bildu parece que se podían recoger todos los biorresiduos y compostar. Pero, ¿para qué? ¿Con qué calidad? En Bizkaia, las posibles aplicaciones son similares. Por tanto, hay un problema importante de escasez de demanda de compost en esos territorios.
Conclusión lógica También se puede argumentar como posibilidad la existencia de un mercado potencial en otros lugares. Cierto. Pero la demanda no se genera por sí misma. El problema es vender un producto llamado compost a buen precio. Y ese es el problema de la demanda. Se necesita hacer lo que han hecho aquellos que consiguen vender el compost en la UE. Lo primero es certificar su calidad y lo segundo darle una presentación que permita su venta a largas distancias. Y aun y todo, tiene muchas dificultades.
En resumidas cuentas, no se debe plantear el compostaje de los biorresiduos como la única opción de tratamiento y como la clave de la gestión de los residuos urbanos, como se hizo en la pasada legislatura de la mano de EH Bildu en Gipuzkoa. Además comenzando la casa por el tejado. Es decir, con una única planta de compostaje, la de Lapatz, y por tanto exportando los biorresiduos a otros lugares, como Navarra e Iparralde, y con un solo vertedero en funcionamiento, el de Sasieta (actualmente ninguno), por lo que se tiene que llevar la fracción rechazo a Cantabria.
En el caso de Bizkaia, no parece por el momento que en el tema de la gestión de los biorresiduos se cometa el error de considerar como única opción de tratamiento el compost.