Sabiduría cósmica del pensamiento indio
SE cristalizó pacientemente a través de muchos siglos de aprendizaje. El pensamiento indio no cayó en la metafísica abstracta. Pensar indio es acción concreta sobre cosas y hechos concretos y útiles. Es sentir en la mente, el agua, tierra, viento, sol, mezclados en armonía perfecta. La comuna agraria captó la armonía viva del universo y, en esta armonía universal, todos los seres, desde las hormigas hasta las estrellas, tienen su lugar, formados de los mismos elementos químicos, sujetos a las mismas leyes naturales, todos dependemos de todos; se siente, se sabe, eslabón, insignificante y cósmico. Ignora el temor ciego a la muerte y la tensión que quiebra corazones, por saberse notas intercambiables de su sinfonía total.
En las tierras andinas nadie se sintió rey de la creación ni amo de las plantas, animales, tierras ni humanos, que también son naturaleza. De las constelaciones aprendieron a no sufrir prisa, ni competir unos con otros, ni levantar jerarquías. La igualdad o democracia sideral se reflejó en la igualdad de la comunidad. Sus miembros viven sin prisa y sin pausa, sin competencias ni jerarquías petrificadas, sin miedo a desaparecer porque otros asegurarán la sobrevivencia comunal, donde nadie es indispensable y todos necesarios.
La sociedad fue antes que el individuo. El trabajo era felicidad, era aprender a crecer, a confundirse con la reproducción fascinante de la vida. Fue acción orgánica como respirar o caminar.
Tierra, ríos, peces, bosques, rebaños, nubes, todo era comunal, de todos en general y de nadie en particular. En los pueblos de los Andes, aunque en agricultura, medicina, astronomía, fundición de metales, se logró niveles no imaginables en Europa, no se crearon armas, no organizaron ejércitos, ni policías. Matar no fue oficio, eran agricultores. La guerra era ajena a la armonía cósmica y a la sabiduría inca. La guerra no existía en la naturaleza, no era fruto natural, era invento del hombre divorciado de la Tierra. Sus leyes morales eran leyes cósmicas. El centro de organización social no era la familia sino la comunidad; la educación colectiva formaba humanos colectivos. Los niños jugaban aprendiendo y ayudando. El sexo fue un acto religioso. No fue obsesivamente soñado. Los ancianos eran las joyas de su sociedad. Sus arrugas guardaban sabiduría milenaria y experiencia, y podían enseñar, ser respetados y guiar, cada vez con más sabiduría, hasta el momento en que, sin temor, regresaban a la sinfonía cósmica y se volvían tierra fértil, planta, ave, aire, estrella.
La mayoría del mundo, no solo los pueblos incaicos con su sabiduría cósmica, encuentra sus raíces en el mundo natural. Esto desborda la comprensión de nuestra civilización industrializada. Y son este mundo natural y sus tradiciones las que deben prevalecer si queremos desarrollar sociedades verdaderamente libres e igualitarias.