Las lenguas de la Unión Europea (UE) tienen raíces muy diversas. La mayoría forma parte del vasto grupo indoeuropeo, cuyas principales familias son la germánica, la románica, la eslava y la celta. El griego y las lenguas bálticas lituana y letona son también de origen indoeuropeo aunque no pertenecen a ninguna de estas ramas principales. El húngaro, el finés y el estonio forman parte de la familia de lenguas fino-ugrias. El maltés está próximo al árabe pero tiene elementos del italiano.

La mayoría de las lenguas regionales y minoritarias de la UE pertenecen a uno u otro de los grupos mencionados. La principal excepción es el euskera, hablado a ambos lados de la muga franco-española, cuyas raíces siguen siendo objeto de investigación.

La noción de lengua no solo se refiere a las lenguas menos utilizadas como la lengua sami de Laponia o el bretón en el oeste de Francia, sino también al uso de lenguas oficiales de la UE que son habladas por una minoría en otro Estado miembro (como sucede con el alemán en el norte de Italia o con el húngaro en Rumanía y Eslovaquia). El ingreso de los países bálticos con minorías rusoparlantes ha añadido una nueva categoría de lengua minoritaria, que es la lengua nacional de un país no perteneciente a la UE.

Las 23 lenguas oficiales de la UE son: alemán, búlgaro, checo, danés, eslovaco, esloveno, español, estonio, finés, francés, griego, húngaro, inglés, irlandés, italiano, letón, lituano, maltés, neerlandés, polaco, portugués, rumano y sueco.

El catalán, el vasco y el gallego tienen estatus de lengua oficial en España, lo que significa que determinados textos comunitarios son traducidos desde y hacia estas lenguas con cargo al Gobierno español.

La UE tiene menos lenguas oficiales que Estados miembros. Esto se debe a que Alemania y Austria hablan la misma lengua, Grecia y Chipre comparten el griego, y Bélgica y Luxemburgo tienen lenguas comunes con sus vecinos franceses, alemanes y neerlandeses. El resultado es 23 lenguas oficiales para 27 países.

Ángel Delgado Palacín