Uno pensaba que Llamazares -el de Izquierda Unida- tenía un discurso lógico, justo y que era como el Pepito Grillo del cuerpo de los políticos de aquel país, es decir, como un Robin Hood que no tiene nada que perder y que siempre aporta -además del análisis de la realidad- una porción de idealismo o utopía al asunto de la política diaria, pero con su reciente apoyo a los roba-supermercados andaluces de su partido creo que ha perdido un poco el norte de su ideario. En primer lugar, solo sería lícito atracar supermercados cuando hubiera una hambruna general de la población y la situación social fuera tan injusta como para tomarse la justicia por su mano, es decir, el atraco de supermercados, pero dudo mucho que esa sea la situación actual de los trabajadores o los parados. Estamos en una situación mala e incluso injusta, como denunciaban los asaltantes, pero dicha situación no es tan extrema como para tener que robar para comer. Esto último ocurrió antes de las grandes revoluciones y fue el detonante de las mismas, cuando las desigualdades sociales eran tan manifiestas que solo cabía tomarse la justicia por su mano para sobrevivir.
Pero, en pleno siglo veintiuno y en Europa, la situación no disculpa a estos atraca-supermercados cuya acción no tiene nada de simbólica y sí bastante de idea perversa para mentes acaloradas. No estamos al borde del abismo pero tampoco hay que dar malos ejemplos a la población. Llamazares comentaba que el asalto no era delincuencia común y que no debería conllevar responsabilidades penales y en eso podemos estar de acuerdo, pero, ¿qué hubiera sucedido si algunos descerebrados hubieran seguido el ejemplo y se hubieran dedicado a asaltar más supermercados al día siguiente? ¿Y si después de los supermercados la hubieran emprendido contra las sucursales bancarias y -después- contra las casas de los millonarios? Vivimos en un sistema que será imperfecto como todos, pero es el que nos hemos dado a nosotros mismos con nuestros votos y que es el que ha aceptado la mayoría de este continente llamado Europa y el eje de ese sistema es el respeto a la propiedad privada al margen de que esa acumulación de propiedad privada haya sido bueno, malo, legal, ilegal o, incluso, peor.
No podemos erigirnos en jueces y concluir que -como el sistema es injusto- vamos a arreglarlo asaltando supermercados y repartiendo el botín entre las clases necesitadas porque no existen clases tan necesitadas como para que les llevemos el alimento gratis a su casa. Esto no es ni el siglo diecinueve ni las primeras décadas del siglo veinte cuando había gente que se caía de hambre por las calles. Ya pasó la revolución rusa y nuestra guerra civil y ahora sobran las barricadas, el anarquismo y cualquier comportamiento que incite a la rebelión y cuya práctica se concrete en robar al rico para repartir entre los pobres. Robin Hood también tuvo su época pero la hambruna de aquel pueblo no tiene nada que ver con la crisis actual . Nadie sabe cuál es la solución -y mucho menos el gallego de peluquín caoba que ocupa la Moncloa- pero en lo que todos estamos de acuerdo es que asaltando supermercados no vamos a ninguna parte.