Eso decían al menos los expertos de las centrales nucleares. Ya podemos dormir tranquilos, después de lo de Japón ni nosotros ni nuestros hijos, ni nuestros nietos verán algo así. Y si a lo de Japón sumamos lo de Chernobil, pues tenemos una porrada de miles de años sin catástrofes nucleares. ¿O no?

El caso es que se ha demostrado que las centrales nucleares no son tan seguras como nos vendían, que los residuos que generan se los tenemos que colocar a algún incauto (generalmente un pueblito sin apenas habitantes o un país del tercer mundo), o en alguna fosa oceánica, y que una catástrofe del tamaño de Japón, por muy lejos que esté, puede afectarnos a nosotros si al viento, que es caprichoso, le da por soplar en nuestra dirección.

Total, que aunque nos digan que estos "infortunados accidentes" ocurren cada tantos miles de años, ya llevamos unos cuantos sustos seguidos que nos debieran de hacer reflexionar sobre si tanto riesgo merece la pena.

A favor, argumentan unos el sobrecoste en la factura de la luz que tendría la no dependencia de la energía nuclear, o la consecuente dependencia de las energías fósiles y de la variable geopolítica que esta representa (Irak, Libia...), dejándonos al capricho de las variaciones de mercado de las mismas, muy lejos del control del Estado. Los argumentos son aparentemente demoledores, sobre todo, cuando nos dicen que sin centrales nucleares vamos a tener que pagar más.

Pero tendemos a olvidar siempre otra vertiente. La vertiente de la inversión, la vertiente de investigar e invertir en energías renovables.

Si las centrales nucleares producen a día de hoy el 18% de la demanda energética del Estado, no parece descabellado pensar que al menos esta demanda en un medio plazo pueda cubrirse con energía renovable.

La energía solar (las placas fotovoltaicas tienen un plazo de amortización de 7 años, las centrales nucleares 25, además comparemos los riesgos); la eólica, con la controversia que genera (ahora resulta que no nos gustan los generadores en los montes, ¿está la cosa como para ponernos en plan decorador de exteriores?); la hidráulica (¿cuantas presas hay por la cornisa cantábrica sin aprovechar?); los biocombustibles como el biodiésel (¿cuántas de nuestras tierras de cultivo casi improductivas se podrían usar para producir colza o girasol y de ahí sacar biodiésel?); desarrollar la investigación en hidrógeno... ¿De verdad que no podemos llegar a un triste 18% y quitarnos de en medio esa espada de Damocles que supone la energía nuclear? Me cuesta creer que no. Al final todo queda reducido a lo mismo. Dinero.

Si una central nuclear tiene un periodo de amortización de 25 años, y tenemos en cuenta que de las 8 centrales nucleares que hay en el Estado español seis tienen más de 25 años (Vandellós II y Trillo I tienen 23 años), ¿cuánto dinero está ganando alguien a costa de un gran riesgo para la salud de toda la población?

Incentivar las renovables, impulsar la investigación en este campo, regular su instalación en empresas, con los puestos de trabajo directo e indirecto que puede llegar a generar, además del beneficio medioambiental, ¿no es un beneficio a tener en cuenta? ¿De verdad nos vamos a arriesgar a otro susto antes de 500.000 años? Yo desde luego abogo por su cierre empezando por la de Garoña.