El día 15 de octubre conmemoramos el día del gudari en recuerdo de los fusilamientos en Santoña de Azkue y sus compañeros. También ha fallecido Antón Ormaza Unamuno, un hombre querido, respetado y, desde hoy, añorado. No participó en la guerra del 36, pero ésta dejó huella en él, con la persecución especial a su familia en la persona de su padre, cautivo durante años, obligándole, pese a su juventud, a hacerse cargo de la empresa familiar. Tras la victoria de los sublevados, y con el paso del tiempo, fue pieza fundamental en el engranaje del PNV clandestino, por sus contactos comerciales primero y por su tendencia política, después.
Trabajó intensamente en la formación y fortalecimiento de las juntas municipales y fue encarcelado en cuatro ocasiones -su esposa, una vez-. A la muerte de Franco le llegó la hora de dirigir el BBB y, con ello, participar con el EBB en la legalización del PNV.
Nos rodeamos de gente militante, entregada y comprometida, pero a la muerte de Juan de Ajuriaguerra, en 1979, se desató la escalada por el poder. El ambiente enrarecido se tornó irrespirable y, con ello, miles de militantes que tanta entrega pusimos en el empeño de nuestro amado partido -con él y otros compañeros, entre los que me gustaría citar a Josu Arenaza especialmente-, nos vimos fuera del PNV sabiniano, orgullosos de haber pertenecido a él y a mucha honra.
El siguiente paso era rehacer algo similar y entre muchos creamos EA, que no llegó a satisfacernos del todo y con el tiempo nos fuimos alejando, sin romper nuestros contactos en ambos partidos, a la espera de la conjunción de fuerzas. ¡Cuánto tiempo y esfuerzos perdidos en discusiones y enfrentamientos inútiles!
Ormaza era un personaje auténtico, en lo político y religioso, que nos cautivaba con su entrega personal y ejemplar, su vigor y tenacidad. Por ello, le echaremos mucho de menos. Los que quedamos debemos reverdecer su memoria y suplir su esfuerzo y el de los que antes de él se han ausentado.