Discrepo totalmente del razonamiento del analista Joseba Iñaki Sobrino Aranzabe, en su artículo del 16 de mayo, acerca de la diáspora euskaldun, puesto que recurre a irse por las ramas del árbol genealógico, para intentar formar con esa verborrea su propia Torre de Babel, y con ello pretender descalificar la justa esperanza de que nuestros hijos y nietos tengan el derecho de jugar en el Athletic, sin correr el riesgo de desnaturalizar su filosofía.

En vez de ir a lo práctico y simplificar las cosas, como hacen todos los países, pidiendo los documentos necesarios que comprueben la veracidad de los antepasados de cada quien, recurre a los tatarabuelos o tiempos remotos, donde todo se dificultaría, teniendo en cuenta, según algunos historiadores, que muchos esclavos al lograr su libertad tomaron los apellidos de sus amos y señores. No, no? no nos compliquemos la vida y vayamos a lo que realmente importa en este caso y no es otra cosa más que "sean descendientes directos de euskaldunak".

Hay otro factor fundamental que considero importantísimo, y es que la gran mayoría de nuestros vástagos son consuetudinarios asistentes a las Eusko Etxeak, donde muchos aprenden el euskera y nuestro folclore, por lo que aunque nunca hayan estado en Euskal Herria, sus sentimientos serían mucho más acordes con todo lo nuestro que aquellos que se forman ahí siendo de otros orígenes? sin ningún tipo de dudas.