El Covid, la crisis por la guerra de Ucrania, las subida de precios y el debate sobre cómo debe tratarse el tema de los impuestos son algunos de los asuntos que el exministro de Industria, Turismo y Comercio trata a lo largo de esta entrevista. Ahora que se acercan las municipales, Miguel Sebastián ha vuelto a la actualidad por muchos motivos, incluido que él fue candidato socialista a la alcaldía de Madrid en las elecciones de 2007, con el mismo pobre resultado que en los últimos años persigue al PSOE en la capital de España. Acostumbrados como estamos a verle en televisión analizando la actualidad, y manejando con soltura datos y situaciones (por ejemplo en Al rojo vivo, donde al filo del mediodía tiene aparición casi diaria) se ha convertido en un tertuliano más, en su caso y en contra de lo habitual, en un analista sereno que da preeminencia a la reflexión frente a los gritos. Ya lo hizo durante la pandemia, estudiando todo tipo de datos sobre el virus, y ahora continúa hablando sobre asuntos de actualidad de todo tipo.

Personal

Edad: 55 años (13 de mayo de 1957).

Lugar de nacimiento: Madrid.

Formación: Es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Economía por la Universidad de Minnesota.

Trayectoria: En sus comienzos trabajó con Carlos Solchaga en el Ministerio de Hacienda y en el Servicio de Estudios del Banco de España. Fue director del Servicio de Estudios del BBVA. En 2008 fue designado Ministro de Industria, Turismo y Comercio, cargo que ocupó hasta 2011. Actualmente es analista en distintos programas de La Sexta y acaba de publicar un libro titulado El virus interminable.

Seguimos de uno u otro modo con el Covid, lo que parece la historia interminable. ¿Tendrá punto y final en algún momento?

Está pandemia empezó en China y terminará cuando China diga que ha terminado.

Ya, entonces nos quedamos con lo de la historia interminable.

Es que para acabar del todo con ella necesitamos una vacuna esterilizante, no como las que tenemos ahora, que han reducido mucho la mortalidad, pero no han conseguido frenar la transmisión. Tendrá que ser una vacuna china o bien aceptada por China para que ese país levante la política que mantiene contra el Covid.

Es un virus mutante...

Es que no se trata de que el virus desaparezca, que ojalá; se trata de que tenga un impacto nulo en nuestras vidas, en nuestras economías y en nuestras formas de vivir.

Aunque da la sensación de que ya hemos cogido el ritmo de vida anterior a la pandemia. ¿No lo cree usted?

Hay mucha heterogeneidad. No sabemos cuánta, pero hay gente que tiene secuelas de esta enfermedad, efectos a largo plazo por haber pasado el Covid, o que piensan que los tienen. Esto es tan preocupante como si tuvieran esos efectos. Y sí, nuestras costumbres han cambiado en cuanto a lo que se refiere al teletrabajo, al uso de mascarillas, higiene de manos, ventilación, etc., pero lo que me temo es que no hayamos aprendido lo suficiente como para evitar que esto se pueda repetir en el futuro. Este es el principal mensaje de mi libro, que por eso se titula El virus interminable.

¿Tenemos que mantener el miedo para evitar nuevas situaciones similares?

No, miedo no. Lo que tenemos que ser es precavidos, porque tenemos una experiencia muy dura a nuestras espaldas. No debe volver a repetirse.

El anuncio de confinamiento domiciliario cayó sobre nosotros como una guillotina, y uno de los bienes más preciados, la libertad de movimientos, quedó cercenado. Algo que nunca hubiéramos imaginado.

Algo que no imaginábamos hasta que ocurrió en China. Una vez que vimos lo que estaba pasando en China en enero de 2020 deberíamos haber aceptado que eso nos podía ocurrir a nosotros. En el libro intento huir de España y del debate político español y hablo de Europa o de Occidente. Quizá lo más correcto sea decir que Occidente nunca trató con respeto y seriedad lo que estaba pasando en China. No se supo reaccionar a tiempo.

"No echo de menos nada, ni el haber sido ministro”

¿Cómo hubiera tenido que ser esa reacción a tiempo?

Con un cierre temporal de fronteras. Sé que es fácil de decir y muy difícil de hacer, pero quizá esta medida nos hubiera evitado el confinamiento, porque el virus no hubiera entrado. Está claro que este virus entró por avión.

Aunque acabaron cerradas las fronteras aéreas y la población confinada.

Pero se tenía que haber hecho antes, y las fronteras aéreas son más fáciles de cerrar que las terrestres o marítimas. Si hubiéramos cerrado todo el espacio aéreo equis tiempo hubieran ido mejor las cosas.

A lo mejor, nunca lo sabremos, pero, ¿y el coste?

Al final se tuvo que hacer. Es cierto tiene un coste brutal, pero nada que ver con el coste que han tenido en términos económicos los sucesivos confinamientos, y no digamos el coste en vidas humanas.

Una pandemia que deterioró, más si cabía, las relaciones políticas en España.

No creo que las relaciones políticas las haya estropeado la pandemia, lo que ha hecho es poner de manifiesto la realidad. Creo que la situación política en España es deplorable, y me parece que esta situación venía arrastrándose desde la crisis de 2008. 

Resulta difícil entender que haya partidos que prefieran que se hunda una sociedad a buscar soluciones de consenso.

Exacto. En aquellos momentos, la oposición de turno prefirió que se hundiera España, que ya la rescataríamos, antes que llegar a acuerdo para evitar que los daños fueran mayores. Eso, que ocurrió en la crisis 2008-2009, se puso de manifiesto con la pandemia. Realmente es muy triste, sobre todo viendo que en otros países no ocurre lo mismo.

Actitudes sujetas a intereses particulares y de partido, ¿no?

Es que no solo no se ponen de acuerdo, sino que en la confrontación buscan rentabilidad política. Y la obtienen, eso es lo malo.

También se ha puesto de manifiesto que el sistema sanitario español no goza de tan buena salud como se ha vendido.

Tenemos un sistema sanitario muy bueno para determinadas cosas, pero no tanto en lo que se refiere a prevención. En este caso era mucho más intenso, se trataba de la prevención y detección de una pandemia. El sistema no estaba preparado para hacer frente a lo que hemos vivido.

¿En qué falló?

En que no hay mecanismos de alerta, ni capacidad de dotarnos con medios necesarios para combatir una pandemia: mascarillas, respiradores... Eso sí que se ha puesto de manifiesto. Yo diría que tenemos un buen sistema, pero con debilidades, que van a más con el envejecimiento de la población. La demanda de asistencia sanitaria va a crecer exponencialmente. Venimos de los años dulces, de la curva J. Estábamos en la parte baja de la J, en una situación en la que no había ni muchos niños ni muchos ancianos.

Reflexiones a través de los datos

Entró en el universo del Covid a través de los datos estadísticos: “Desde el principio, estos datos crecían exponencialmente. Desde la OMS se decía algo así como que no pasaba nada, que era una gripe más”. Atrapado por unas cifras que indicaban el peor escenario posible empezó a tuitear sobre lo que estaba ocurriendo y a decirlo a través de La Sexta. “Primero me acusaron de ser un alarmista, algunos empresarios me llamaban y me decían que quería hundir el país”. También le reprocharon que hablara como si fuera un epidemiólogo: “Y no lo hacía como tal, porque era evidente que no lo era. Después me tacharon de optimista”. Dos años y medio después de las primeras semanas en las que el mundo se volvió del revés, cree que mucha gente se ha olvidado de que el virus aún está vivo y coleando, que no se ha ido. “Algunos se han quedado con la idea de que todo lo ocurrido no fue para tanto y que algunas medidas han sido desproporcionadas. Se planteó como que lo que era bueno a nivel de salud no lo era a nivel económico, y eso no es así, la buena salud favorece la economía”. En su análisis sobre todo lo que ha ocurrido y lo que ocurre pone el foco en las tendencias ultraliberales en el mundo de la economía: “Negaron el virus, niegan el cambio climático... Lo que está claro es que para combatir determinadas circunstancias se necesita de lo público, algo que algunos no quieren”. El que fuera ministro del gobierno de Zapatero en su última etapa es crítico con muchas partes de la gestión en tiempos de la pandemia, pero salva algunas, como la adquisición de las vacunas, entre otras, artífices para él del descenso de los casos de contagios. Sus años de experiencia en sectores públicos y privados le dan una visión privilegiada de por dónde tiene o debe caminar una sociedad que en estos momentos afronta retos impensables hace tan solo tres años. 

La pandemia también creó en la Administración pública reinos de Taifas.

Es una forma de verlo. Se ha demostrado que lo que estaba coordinado funcionó. Estuvo coordinado al principio el estado de alarma y el primer desconfinamiento, aunque se cometieron errores. En las siguientes olas no hubo coordinación y empezaron los conflictos. La vacuna sí que estuvo coordinada y fue bien, pero en general creo que ha habido altibajos.

El volcán de La Palma y la guerra de Ucrania, el aumento de precios... Parece que el mundo ha entrado en un agujero negro.

La verdad es que sí. Llevamos un racha de años negativos muy dañinos, sobre todo porque vienen muy seguidos. Son muchos choques. Hubo un choque de materias primas: recuerdo que yo estaba en el Gobierno con el barril de petróleo a 140 dólares, y ahora no ha pasado nunca de 120. Después llegó la crisis financiera y luego la crisis de deuda.

¿Nos recuperamos de ese choque de trenes?

Bueno, fue una recuperación razonable, pero inmediatamente llegaron las consecuencias de la pandemia y de la guerra de Ucrania, aunque son dos golpes de naturaleza distinta. Lo único bueno es que el choque con el tema de la energía suele ser muy intenso, pero no suele durar mucho.

Ya dice que en la crisis de 2008 el barril de petróleo estaba a 140 euros y ahora a 120. ¿Tiene explicación que estemos pagando el combustible a un precio tan desorbitado?

Hay varias. Una es que el euro estaba muy fuerte entonces, lo que era malo para la economía española. Una de las suertes que tenemos hoy es que el euro se ha depreciado mucho y tenemos una economía muy competitiva. No solo es el precio del petróleo; han subido los impuestos por motivos medioambientales y han aumentado todos los costes de intermediación.

La cesta de la compra es una tortura para todos, y sobre todo cae como una bomba en las economías domésticas más castigadas.

En la crisis del Covid no hubo subida de la cesta de la compra. En estos momentos, lo que ha habido es una caída de la oferta y el índice inflacionista es muy alto. Pero como es una inflación basada en la subida de costes energéticos, cuando termine la guerra se saldrá rápidamente de esta situación.

¿Bajarán los precios en el supermercado?

Los precios no bajarán, pero se estabilizarán.

No sé si es un consuelo...

Volveremos a una situación bajista de inflación, pero con unos precios más altos. También habíamos tenido unos años de inflación mínima, incluso de deflación.

De todas formas, a los dos días de comenzar la guerra de Ucrania el precio del aceite de girasol había subido un 50%, y era un producto que ya estaba en los almacenes de los supermercados. ¿Especulación?

No. Nosotros los economistas no llamamos a eso especulación. Cuando hay un precio de un bien importado que sube, eso se traslada al consumidor. También pasó ese aumento con el aceite de oliva.

Y dice que no es especulación. ¿Qué es?

Funcionamiento del mercado. Muchas veces nos disgusta y otras nos viene bien. Imagínate que se acaba la guerra y hay un cosechón de girasol: se abaratarán los precios de este aceite y también es posible que el de oliva. Se pueden revertir muchas situaciones.

No lo veo. El consumidor está acostumbrado a que los precios se queden en lo alto.

Habrá precios que no bajarán y otros que sí. Ya lo hemos visto anteriormente.

Un debate, ¿impuestos a la baja, impuestos al alza o mantenerlos?

Si tienes una situación muy inflacionaria y bajas los impuestos, la agravas.

Se supone que aumentaría el consumo.

Aumenta la demanda, sí, pero no sería bueno para la inflación. En esto hay bastante consenso en Europa. Reino Unido y otros países así lo demuestran. Otra cosa sería subir los impuestos, aunque no creo que nadie esté planteando ahora subir los impuestos, por lo menos con carácter generalizado. La gente está con pérdida de poder adquisitivo, que es lo que los economistas llamamos renta disponible. Es la renta real disponible descontando la inflación, y si con esta situación suben los impuestos... Lo razonable en estos momentos sería no tocar los impuestos.

¿No se deben hacer excepciones y bajarlos en determinados sectores?

Eso es otra cosa. La crisis se ha cebado en ciertos sectores, sí: transportistas, ganaderos, pescadores, agricultores, etc. Sí hay que ayudar fiscalmente a la gente que lo está pasando muy mal, pero no hacerlo con carácter generalizado.

Vamos a su plano más personal. Tiene usted un currículo que impresiona.

Ja, ja, ja... Es que soy muy curioso y tengo años, por eso he hecho muchas cosas.

¿Echa de menos alguno de sus cargos anteriores?

No. Cada época tiene su afán. He aprendido muchísimo en todos los puestos en los que he estado. Además, siempre me ha gustado más asesorar que ser ejecutivo. Creo que he hecho mejor asesorar que la gestión.

¿No se vive bien como ministro?

Es una enorme experiencia, eso nadie lo puede negar. Es algo fantástico, pero también es verdad que requiere una dedicación brutal. Yo tenía cinco áreas en el ministerio: Industria, Turismo, Comercio, Energía y Telecomunicaciones. El nivel de estrés al que está sometido el equipo del ministro o ministra de turno es altísimo. Hacen una labor que realmente es impagable. No echo de menos ese cargo, porque para asumirlo se necesita gente que tenga una energía muy alta para poder afrontar muchos temas, además de una gran agilidad mental para cambiar de un tema a otro. Hay que dormir poco, viajar mucho, estar siempre activo... Son cosas que, de verdad, creo que le corresponden a gente de menos edad.

Otra vez con la edad: tiene usted solo 65 años.

Ja, ja, ja... Solo. Otra cosa diferente es el asesoramiento de los que tenemos experiencia. Creo que en España eso no lo manejamos bien.

¿Tampoco echa de menos eso que llaman la erótica del poder?

No, pero es que ni la he vivido ni la he sentido. Mucho menos que la erótica del profesor; de hecho, ahí la he vivido mucho más que en la política.