El derramamiento de sangre cesa por fin en Sueida. Las milicias drusas vuelven a hacerse con el control de la ciudad, poniendo fin a los ataques contra la comunidad drusa por parte de grupos beduinos y fuerzas del orden sirias, enviadas a establecer la paz, pero verdaderos causantes del nivel de violencia a la que han llegado los choques. Dos semanas de sangre y horror en la que los drusos vuelven a las primeras páginas de los medios, al mismo tiempo que el proyecto de Ahmed Al Sharaa de una nueva Siria fuerte y estable parece cada día más difícil de lograr. Los drusos se convierten en la enésima minoría perseguida brutalmente en un escenario tan complicado como el sirio, en el que cada vez más actores parecen tener interés en participar.

La persecución padecida estos días no es algo nuevo para los drusos, una comunidad históricamente perseguida a lo largo de los siglos. Surgida en el siglo doce como una rama del chiismo, su sincretismo con otras religiones como el cristianismo, el zoroastrismo o el budismo, además de la adopción de influencias filosóficas neoplatónicas, ha hecho que la mayoría de las corrientes principales del Islam no consideren a los drusos pertenecientes a la gran familia musulmana. Unido todo esto a su hermetismo y a la endogamia tribal, los drusos no han dejado de ser perseguidos a lo largo de la complicada y tortuosa historia de Oriente Próximo.

Consecuencia de ello, los drusos han sido capaces de tejer alianzas con todo aquel que les suministrase algún tipo de protección, lo que explica la especial relación de los drusos con Israel. Desde la formación del estado de judío y el inicio de la guerra árabe-israelí, los drusos que habitaban Palestina apoyaron al nuevo estado hebreo, convirtiéndose en la principal minoría aliada de la nueva Israel. Muchos de los más de 100.000 drusos que viven en Israel han formado parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes, llegando a tener su propio batallón íntegramente formando por drusos.

Algo de esta especial relación druso-israelí es aplicable también a los drusos pobladores de los altos del Golán, zona montañosa de Siria que Israel ocupó en la guerra de 1967, y a los más de medio millón de drusos que conforman la comunidad más importante de esta minoría, la asentada al sur de Siria. En este caso, los drusos no dudaron en llegar a un acuerdo con el régimen baazista de Bashar al Asad durante la recién finalizada guerra civil, no tomando parte en el ejército, pero sí comprometiéndose a no atacar a un régimen que hacía agua por todos lados. Una alianza del inmediato pasado que, meses después de la caída de Al Asad, parece haber sido una de las grandes razones de los enfrentamientos que han causado más de mil muertos.

Un secuestro, el detonante Todo se inició el 13 de julio. Un comerciante druso fue secuestrado en Sueida, principal localidad de la zona y capital de la región controlada por los drusos, a manos de los beduinos, oponentes de los drusos. Los beduinos, clanes nómadas de religión sunita, se hallan enclavados por todo el sur sirio e históricamente han rivalizado con los drusos por el control de las rutas comerciales entre Siria y Jordania, nación está poblada por una mayoría beduina. Estas antiguas vías hoy en día, además de canalizar los productos tradicionales, son utilizadas como importantes rutas para el tráfico de captagón, la anfetamina producida en Siria que se han convertido en la gran plaga de Oriente Próximo. A todo esto hay que añadir que los beduinos se enfrentaron al régimen de Al Asad, con lo que los deseos de venganza parecen no haberse olvidado al amparo de su proximidad al nuevo gobierno islamista sunita de Damasco. Un cóctel explosivo que no ha tardado en degenerar en una guerra entre ambas comunidades.

Pero el verdadero desencadenante del terror vino con las fuerzas pacificadoras enviadas por Damasco. El nuevo ejército sirio, surgido de la incorporación de las antiguas milicias islamistas victoriosas en la guerra civil del grupo armado Hayat Tahrir al Sham, ha demostrado su incapacidad para dejar atrás antiguas rencillas y proteger a las minorías del país. Los efectivos del gobierno enviados a la zona, unidos a las milicias beduinas, decidieron hacer pagar a los drusos su antiguo apoyo a Al Asad, masacrando la comunidad con ejecuciones sumarias y produciendo cientos de muertos y heridos. Un claro ejemplo de la imposibilidad de Ahmed Al Sharaa de controlar a sus propios efectivos y de convertirlos en un ejército regular disciplinado y muestra de que los antiguos guerrilleros no han superado el sectarismo y el odio tribal.

EEUU sigue con la estrategia de no perder energía ni fuerzas en Oriente Próximo, aunque para ello tenga que tolerar al islamismo

Solo la intervención israelí, con bombardeos sobre la propia región y también sobre la capital siria Damasco, parece haber apaciguado la situación y logrado que Al Sharaa retire sus fuerzas, dejando de nuevo la ciudad en manos drusas. Exhibiendo su fuerza militar, capaz sin duda alguna de descabezar completamente el nuevo régimen sirio, el mensaje de Benjamin Netanyahu ha sido claro, no permitirá ataque alguno contra sus aliados drusos.

Ahmed Al Sharaa, el nuevo hombre fuerte

Al mismo tiempo, los enfrentamientos armados de estos días vuelven a poner el foco en la figura del nuevo hombre fuerte de Siria, Ahmed Al Sharaa, las promesas de una nueva Siria unida y estable, en la que las minorías serán respetadas, parecen hacer agua. Por todo ello, puede afirmarse que en las luchas de estos últimos días se han puesto en juego, además del destino de los drusos, el futuro de la nueva Siria y el de su principal hombre fuerte, Al Sharaa.

El nuevo líder de Siria, Al Sharaa, que ha cambiado su retórica yihadista, por un hombre de Estado. EP

Ahmed Al Sharaa antiguo yihadista, bajo el mando del legendario Abu Musab Al Zarqaui, fue una de las figuras de la resistencia contra el ejército norteamericano en Irak. Durante aquellos años, cumplió la preceptiva estancia en la cárcel de Abu Ghraib, centro penitenciario por el que pasarían todos los futuros grandes líderes de la nueva Yihad posteriores a Osama Bin Laden. Fue en esta prisión iraquí donde Al Sharaa entró en contacto con Abu Bakr al-Baghdadi, futuro fundador del Estado Islámico, del que se separaría para mantenerse fiel a Al Qaeda, convirtiéndose en la cabeza del Frente Al Nusra.

La capacidad estratégica del actual presidente sirio se pudo apreciar en 2016 cuando, con el fin de acabar con el régimen de Al Asad y la guerra civil, y aprovechando el momento de debilidad de Irán y sus aliados, rompió con Al Qaeda y comenzó a unir los distintos grupos islamistas sirios, renunciando al yihadismo más militante y antioccidental, y logrando el apoyo del presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Es difícil imaginar este ascenso al poder sin el visto bueno occidental y de Israel. Al Sharaa consiguió en semanas lo que no había sido posible durante años de violencia.

Su nueva figura de hombre de estado, vestido con traje de corte occidental, barba retocada y habla pausada, contrasta enormemente con su antigua figura de juventud con toda su retórica belicista yihadista. Un nuevo Al Sharaa para una nueva Siria en paz y reconciliada, superadora de sectarismos divisores, donde se buscará la unidad nacional respetando las particularidades del complicado mosaico de identidades religiosas y étnicas que conforman Siria.

Un plazo de cuatro años

El nuevo líder sirio planteó un plazo de cuatro años para cerrar las viejas heridas y lograr un parlamento en el que se vieran reflejadas todas las minorías del país. Proyecto que no parece fácil de lograr a vista de las divisiones étnicas y religiosas, además de la historia reciente del país marcada por una guerra civil tremendamente cruenta.

El proyecto de Al Sharaa tiene también una proyección internacional extensible a toda la región del Oriente Medio. El plan del presidente de moderar el islamismo radical y lograr así superar las divisiones sectarias dando salida a la endémica violencia del todos contra todos podría ser un ejemplo a seguir en otros países de la región. Toda una declaración de intenciones para el yihadismo mundial, que pueden ver en Al Sharaa una estrategia más exitosa a la hora de aunar fuerzas y lograr el poder con el beneplácito de Occidente.

El cambio estratégico no solo es de parte de Al Sharaa. El viraje implica también a Occidente, principalmente a Estados Unidos, que, con la aceptación de los nuevos gobernantes sirios, muestra su predisposición a tolerar regímenes islamistas, siempre y cuando se rijan por la moderación y la estabilidad. Algo que ya se constató con el abandono de Afganistán, dejando el país centroasiático en manos de los talibanes. Estados Unidos continúa su estrategia de no perder energía ni fuerzas en Oriente Próximo, aunque para ello tenga que tolerar que el islamismo se haga fuerte en ciertas zonas.

La crisis drusa vuelve a demostrar la debilidad de la nueva Siria, un país en el que la espiral de violencia parece haberse vuelto su fatal destino

Toda esta estrategia parece estar saltando por los aires en Siria. Hace unos meses fueron los alauitas, la etnia de los Al Asad y los grandes perdedores de la guerra civil, los que sufrieron las persecuciones y masacres. Ahora les ha tocado a los drusos, una comunidad históricamente perseguida. Al mismo tiempo, el papel del ejército sirio, enviado a restablecer la paz en Sueida, ha resultado ser el principal actor de las masacres, lo que trasluce una debilidad por parte del nuevo líder sirio, incapaz de mantener el orden dentro de sus propias filas, factor que añade pesimismo más y cuando, el futuro parlamento sirio deberá tener en las fuerzas armadas uno de los pilaren en los que apoyarse si busca efectivamente la paz y reconciliación.

Al Sharaa se enfrenta a un reto descomunal: unir un país que es un intrincado conjunto de minorías enfrentadas entre ellas durante siglos, especialmente y con mayor intensidad durante la última década. Reto que deberá llevar a cabo con un ojo puesto en las potencias tanto regionales como occidentales, que no dudarán en actuar si ven que sus intereses no son tenidos en cuenta. Esto último lo ha dejado claro Israel con el apoyo que ha prestado a sus aliados drusos. Pocos dudan de que las Fuerzas de Defensa de Israel llegarían a agrandar su porción de territorio sirio bajo su poder con la excusa de la defensa de los drusos.

El incendio druso parece apagado, pero hay otros focos que se le pueden declarar a Al Sharaa en los próximos meses. Cristianos, kurdos, alauitas, beduinos o turcomanos del norte están ahí. También las potencias regionales y occidentales cada una con sus intereses. Entre estas se halla Irán, por el momento relamiéndose las heridas de la derrota infringida por Israel pero que, cuando se vea fuerte, no dudará en volver a activar a sus aliados chiíes en el país. La crisis drusa vuelve a demostrar la debilidad de la nueva Siria, un país en el que la espiral de violencia parece haberse vuelto su fatal destino.