Turingia, Sajonia y Brandeburgo. Los recientes éxitos en comicios regionales del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) han hecho saltar todas las alarmas en el país germano. El ascenso imparable del apoyo en la antigua República Democrática de Alemania amenaza con extenderse por el resto del país, apuntando a una futura victoria electoral a nivel nacional, más si cabe ante la debilidad de la actual coalición en el gobierno. Un escenario de pesadilla que se hace aún más real tras la victoria en la vecina Austria de la FPO. Algo ha cambiado en el panorama electoral alemán y parece que ya nada volverá a ser lo mismo en la correlación de fuerzas políticas germanas.

Pero más allá del primer gran éxito de un partido de ultraderecha tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la victoria de Alternativa para Alemania confirma el giro de parte del electorado alemán hacia posiciones más identitarias y soberanistas, que recuperan términos y eslóganes políticos que hasta hace muy poco resultaban tabús en la política alemana, sobre todo en los territorios de la antigua RDA. Un revisionismo histórico en la zona cero del nazismo, que horroriza tanto a los propios alemanes como al resto de la comunidad internacional.

La historia de la AfD es una nítida fotografía de la evolución que ha sufrido el voto en Alemania hacia los partidos antisistema. Tras la Segunda Guerra Mundial los intentos de resucitar la ultraderecha toparon con los ecos del reciente pasado nazi, siendo los democristianos de la CDU, liderados por el mítico Konrad Adenauer, los que consiguieron la hegemonía en la derecha alemana, manteniéndola dentro de los límites democráticos. Proyectos políticos como el del Partido Alemán de la Derecha o el Partido Nacionaldemocrático, de crear un espacio más a la derecha de la democracia cristiana y que recogiese a los nostálgicos del III Reich, no tuvieron éxito electoral alguno.

Fue la crisis económica de 2008 la que generó el caldo de cultivo necesario para que surgiese un partido más a la derecha de la CDU. El malestar de la crisis del euro en Europa y el papel de Alemania como salvaguarda de la crisis de la deuda del resto de Europa, alimentó el malestar hacia las políticas económicas y las propias instituciones europeas. Rescates económicos como el de Grecia alimentaron el malestar en muchos ciudadanos alemanes, que veían a su país como el pagador de los platos rotos por otros ante unos países del sur que se había endeudado de manera irresponsable y ahora pedían a los alemanes que los salvasen.

En ese contexto nació en 2014 Alternativa para Alemania. Fundada por los profesores Bernd Lucke, Fraucke Petry y Konrad Adam, su programa critica los rescates a países en crisis, la arquitectura del euro y aboga por la disolución progresiva de la Unión Europea. Para estos líderes ultraderechistas, la zona euro es completamente ineficaz económicamente, opinión que ha ido calando en sectores críticos de la CDU con el intento de Angela Merkel de salvar la economía de la zona euro. Esta crítica ultra sobre la economía del euro se traduce en abogar por una menor implicación en el proyecto europeo.

Dos caras diferentes

La AfD, ya desde sus comienzos, mostró claramente dos caras diferentes. Si en sus comienzos se trató de un partido que se ceñía a un mensaje relacionado con aspectos económicos, criticando el papel de liderazgo de Alemania en la arquitectura de la Unión Europea, pronto comenzó a desarrollarse dentro del partido un ala más identitaria y soberanista que enrocaba con la extrema derecha clásica del país. Liderados por el hoy muy conocido Bjorn Hocke, este facción partidista aprovechó la crisis de refugiados en 2015 y el surgimiento del movimiento anti-islámico Pegida, para escorar el partido hacia la extrema derecha tradicional alemana.

En 2015, en el congreso del partido de Essen, ambas facciones se enfrentaron por el control del partido y el conocido como “ala de derecha” de Hocke resultó vencedor en la pelea por el control de la formación, mientras que el ala más liberal-conservadora, más centrada en cuestiones económicas, fue la gran perdedora, abandonando el partido incluso miembros fundadores como Lucke. Desde ese momento el rumbo ideológico de la formación ultraderechista viró hacia cuestiones identitarias y soberanistas, centrándose sobre todo en la crítica a las políticas de asilo de Merkel y a la estrategia migratoria de la Unión europea. Al mismo tiempo, se reforzó su relación con los partidos radical-populistas de Europa, como la FPO austriaca o la Lega de Mateo Salvini, uniéndose a estas fuerzas en la internacional europea de la derecha radical populista.

Temas como el control de las fronteras, la negación de las políticas de género, los ataques a la inmigración o el supuesto peligro de la islamización de Europa, se convirtieron en los elementos del eje central del programa de la AfD. Pero más allá de los mensajes típicamente populistas de los radicales de derechas europeos, algunas figuras de la AfD no han dudado en introducir términos y conceptos del oscuro pasado político de Alemania, legalmente prohibidos y que parecían estar condenados para la eternidad, dando el pistoletazo de salida a un revisionismo de ciertos aspectos del nazismo. Bjorn Hocke es un claro ejemplo de ello, con sus múltiples sentencias condenatorias debido a sus discursos revisionistas del pasado nazi, llegando incluso a manifestar que no se puede decir que “Hitler fuera totalmente maligno”.

La importancia del antisistema

Pero, ¿cuáles son las claves para entender este resurgir de la ultraderecha identitaria en Alemania? La evolución de la AfD nos demuestra la importancia del elemento antisistema en este viraje de la sociedad alemana. El ala más derechista de la formación ultraderechista ha sido capaz de transformar la protesta por la crisis del euro y por la situación económica del país, hacia un resurgir de lo identitario y ultranacionalista en el ámbito político. La evolución desde una protesta centrada en lo económico al resurgir de los temas más clásicos de la extrema derecha nos explica una evolución de una sociedad que vislumbra un futuro poco prometedor para sus generaciones más jóvenes y que lanza sus frustraciones contra los inmigrantes y los extranjeros.

El caso de la antigua RDA, bastión de la AfD desde sus inicios, es paradigmático. Más de 30 años después de la reunificación, Alemania del este sigue sin estar a la altura del resto de sus conciudadanos. Las promesas de bienestar económico que suscitó la reunificación se han disipado en un desequilibrio económico que genera aún mucho resquemor en la sociedad de la antigua Alemania socialista. El paso de una sociedad en la que el estado se hacía cargo del bienestar económico, por muy precario que este fuese, a una economía en la que el individuo se enfrenta solo al mercado, marcó a unos ciudadanos que ven en la Ostalgia (nostalgia por la Alemania del este) el recuerdo de un paraíso perdido.

A pesar de que la RDA fue una dictadura comunista en la que las libertades individuales no existían, con la policía política más eficaz que generó el comunismo de corte soviético, la mítica y a la vez temida Stasi, para muchos alemanes del este aquella época representa a un estado y una comunidad que se preocupaban por sus miembros. Una nostalgia intensificada por la incapacidad de Berlín de lograr equilibrar económicamente ambas partes del país. En definitiva, un caldo de cultivo para un partido que ataca el globalismo, el multiculturalismo e incluso el capitalismo.

Fieles al oscuro pasado nazi

Los jóvenes son otros de los grandes apoyos de AfD. Mucho más alejados del pasado negro de la Alemania nazi, para ellos palabras como Volk ya no implican resonancias de la mayor tragedia europea que tuvo el epicentro en su país. Palabras como remigración comienzan a convertirse en términos más usuales en el argot político de Alemania, mientras que Hocke y sus partidarios cantan lemas de las SA nazi en sus mítines. Todo un peligro para un electorado joven incapaz muchas veces de entender las implicaciones históricas de muchas soflamas y lemas que vierten los líderes de la AfD.

Mientras partidos de la derecha radical populista como el de Marine Le Pen o Giorgia Meloni tratan cada vez más de diferenciarse de la extrema derecha dirigiéndose a un electorado de centro dejando a un lado soflamas fascista o más ultraderechistas que pudieran espantarlo, la AfD parece no tener complejos a la hora de desempolvar el oscuro pasado histórico de la Alemania nazi. Un revival de la ideología que condujo a Europa, y a Alemania en particular, a la barbarie y a los escombros y la ceniza.

Un fenómeno que no solo afectará a sus seguidores, sino que también influirá en los otros partidos, como se está viendo con el endurecimiento de las políticas de migración y de fronteras del gobierno de Olaf Scholz. Sin olvidar las voces de dentro de la CDU que abogan por pactar con la AfD o, sobre todo, el nacimiento de la izquierda “conservadora” de la Alianza de Sahra Wagenknecht, que representa el surgimiento de una extrema izquierda que aboga por controlar las fronteras y limitar los flujos migratorios. “A la derecha de la CDU no puede haber ningún partido democráticamente legitimado”, decía el líder bávaro Franz Josef Strauss. Parece que los tiempos están cambiando en Alemania y…