Nació en Alepo hace 72 años, pero Abdul Kader Al Khalil se siente como un vasco más. No en vano ha vivido 40 años en Bizkaia y celebrado sus bodas de oro con su esposa deustuarra. Con ella pensaba terminar sus días en Siria, una vez jubilado, pero su sueño se truncó. “Fuimos y a los dos meses empezó la guerra. Destruyó todo lo que teníamos”. Perdieron a casi una treintena de familiares, su casa, los recuerdos, todas sus obras... De regreso a Getxo, su pensión no alcanzaba para afrontar el alquiler. “Nuestro mayor dolor es que tuvimos que salir de Bizkaia, pero la sigo llevando en mi corazón”. Lo debe de tener bien grande porque también alberga al pueblo sirio, castigado por un terremoto que ha empujado a la calle a algunos de sus familiares, atemorizados por las réplicas.

¿Qué es lo primero que pensó cuando oyó que un terremoto había sacudido Alepo, su ciudad natal?

Aunque no estoy allí, sigo cercano al pueblo, a los niños y mujeres que han sufrido y sufren todavía. Lloré. Las lágrimas no solucionan, pero la emoción te hace un poquito más cercano porque sientes su dolor.

Las personas fallecidas se cuentan por miles en Siria y Turquía.

No sabremos la cifra hasta que no se levante la última piedra de los escombros. El terremoto es terrible tanto en Turquía como en Siria, pero en Siria aún están sufriendo las consecuencias de la guerra, que todavía no ha acabado. En Siria faltan gasolina, gas, luz, alimentos, medicinas... El embargo todavía está sacrificando y matando a mucha gente de hambre y frío. Allí está nevando y tienen que estar viviendo a bajo cero en la calle.

Primero la guerra y ahora el terremoto. Drama sobre drama. ¿Tiene a familiares o amigos afectados?

“Los sirios que han salido vivos dan gracias a Dios, pero lloran porque están en la calle temblando de frío y no tienen alimentos ni medicinas”

El sufrimiento de la gente no viene solo por el terremoto, sino por el frío. Mis familiares viven en Turquía y Siria. Con los que he podido hablar dicen que están sanos, pero las noches son muy largas en invierno. Están viviendo en los coches, a bajo cero, porque no se atreven a meterse en casa. Ni fuera ni dentro hay gasolina para poner la calefacción y eso es por el embargo. El terremoto es producto de la naturaleza, no podemos pedir que sea clemente, pero ¿cuándo los políticos van a tener compasión por los sirios, que llevan doce años de embargo y en guerra? Lo único que piden es que ayuden a solucionar el problema o les den la posibilidad de comprar cosas de fuera.

¿Ha dañado el terremoto sus casas?

Tengo hermanos y sobrinos que viven en Alepo, la ciudad más castigada por el terremoto por su cercanía y porque las casas estaban resentidas por los bombardeos y muchas han caído. Con los que he hablado dicen que no ha afectado a sus viviendas, pero que tienen un miedo terrible. Ha habido más de 50 temblores, con menos grado, pero desde el primero no pueden entrar en sus casas.

Al menos han salvado sus vidas.

Los sirios que han salido vivos dan gracias a Dios, pero lloran porque están en la calle temblando de frío y no tienen alimentos ni medicinas. Algunos dicen que este terremoto es una bondad porque van a traer mantas, ayudas o alimentación. Lo dicen porque la zona está bajo embargo.

Tenían que estar en condiciones muy precarias para pensar así.

Muy precarias. Por eso algunos se lo toman como un punto de esperanza. Algunos se agarran a ello, a ver si el mundo, los que nos gobiernan, las grandes potencias miran por favor a este pueblo que no tiene culpa de sus políticos o de los intereses que tienen otros países. Yo vivo aquí y no puedo mandar una carta a mi país. ¿Por qué? El terremoto ha causado un dolor terrible. Ha muerto muchísima gente y más en Turquía. El dolor es el mismo, pero en Turquía quien se ha salvado tiene hospitales, medicinas, comida, otras casas, mientras Siria se ha quedado destruida por la guerra y ahora lo que les faltaba es esto.

Dice que no ha podido contactar con todos sus familiares en Siria.

Tengo noventa sobrinos, diez en Alepo y ochenta repartidos en la zona de Turquía donde se ha registrado el terremoto. Aún no sé si todos están vivos o no, pero hasta el momento no me ha llegado noticia de ningún fallecido. De mis vecinos sí, cuatro mujeres han muerto debido al terremoto. Les han caído las casas encima.

¿Qué imagen le ha impactado más de todas las que ha visto de Alepo?

Ya tenía el corazón roto por la guerra y ahora veo destruir de nuevo la ciudad donde he nacido y he estudiado, donde tengo a la familia. Muchas zonas todavía siguen de pie, pero se ha destruido mucho en la guerra y ahora muchos edificios han caído y los que no han caído quedan dañados.

¿Se registró algún otro terremoto cuando vivía usted allí?

Sí, yo he vivido varios terremotos en Siria, estando allí de visita, pero han sido de 4,5, de 5... Lógicamente te da miedo, pero este fue de 7,8, que nunca ha pasado en esta zona. Yo tengo 72 años y nunca he visto una magnitud así. Hasta la ciudadela de Alepo, que tiene 7.000 años, ha sido en parte destruida por este terremoto.

Los sirios que han vivido la guerra ¿la han comparado con el seísmo?

Mi sobrina me dijo que en tantos años de guerra nunca se sintió tan mal como el otro día. Cuando había guerra sabían dónde eran los bombardeos, al norte, al sur, al este o al oeste, lejos o cerca, y no se asustaban tanto, solo cuando les tocaba de cerca.

Con un terremoto, en cambio, la sensación de peligro te envuelve...

“Las casas estaban resentidas por los bombardeos y tienen un miedo terrible. Ha habido más de 50 temblores”

Estaba moviéndose continuamente la tierra y con mucha fuerza. Me cuenta que les pilló a las cuatro de la mañana, en la cama, que la gente salió llorando, que todas las calles de Alepo estaban llenas de personas que habían salido sanas o heridas con lo que habían podido, sin poder poner la ropa, solamente con una sábana o una manta. Se pusieron una bata y salieron todos a la calle por el miedo. En la guerra solo cuando se acercaban los tiros o bombardeaban en la zona tenías esa sensación de peligro. La sensación del terremoto es aún más grande que la de la guerra.

¿Nadie ha accedido a su vivienda?

De momento no. Siguen viviendo en los coches y haciendo hogueras en la calle, con papeles o algunas maderas, en plan comunitario. Tienen miedo de volver a casa y que les pille dentro. Tendrán que pasar días para que la gente vuelva a tener confianza y se atrevan a acceder a sus viviendas.

Sus familiares estarán sufriendo a la intemperie en pleno invierno.

Sí, mi sobrina, que tiene siete hijos, mi sobrino, mi cuñada, mi hermana, que tiene otros siete u ocho, todos están en la calle esperando. Confían más en vivir bajo el cielo que bajo el techo de las casas. Lo peor es que en Siria y Turquía están a cero grados, a cinco grados bajo cero, nevando. La diferencia es que en Turquía no hay falta de ningún material. En cambio, en Siria, no hay materias primas para alimentarse. Escasea todo.

¿Ha podido contactar con amigos u otros conocidos suyos?

Sí, yo felicitaba a los amigos, pintores y artistas de Alepo, y me decían: “No nos felicites porque ¿qué hacemos ahora? No es por el miedo de que muramos, sino de que vivimos y seguimos viviendo sufriendo”.

La ayuda ya está de camino.

Las Naciones Unidas y las grandes potencias han dicho que van a permitir que entren ayudas humanitarias, pero es que la guerra ha dejado más huérfanos que el terremoto. Yo digo que hay que ayudar siempre. Este terremoto despierta muchas conciencias, pero lo que deseamos los sirios y yo, como persona que ama la paz, es que despierte los corazones de los gobernantes, que acabe la guerra. Me refiero a Putin y las grandes potencias, que dejen de bombardear Ucrania o cualquier país porque el terremoto es terrible –me lo están retransmitiendo a todas horas desde Alepo compañeros y familiares–, pero más terrible es la guerra de Siria.

Hay rescates de supervivientes que se antojan un auténtico milagro.

He visto incluso la imagen de una niña que nació bajo los escombros. En Alepo pasarán muchos días hasta saber cuántas pérdidas ha habido porque no hay medios. Por eso muertos saldrán muchos porque no van a poder salvarlos vivos. Ahora la gente no tiene más que las manos y con las manos no se levantan edificios. l