Tres meses después de la llegada masiva de refugiados ucranianos a Polonia, casi 3,7 millones de los que 1,7 millones han vuelto a su país, los ciudadanos polacos mantienen sus deseos de ayudar pero el cansancio empieza a hacerse visible.

“Apreciamos cierta fatiga y una caída de las donaciones, pero era difícil imaginar que todos seguirían reaccionando de modo tan positivo después de tres meses. Además, la inflación es alta y hay otros factores que hacen que la ayuda sea más difícil”, asegura Maciej Dubicki, portavoz de la organización católica Caritas.

“Ahora todo el mundo tiene que mirar lo que le queda en la cartera y cómo puede ayudar. Sin embargo, la ayuda, ya sea con dinero o mediante voluntariado, sigue siendo elevada, aunque descendió algo”, agrega Dubicki.

Katarzyna Ordon-Har?acz, que trabaja en una oficina en Sanok, una ciudad cercana a la frontera polaco-ucraniana, afirma por su parte que el voluntariado fuera de sus horas de trabajo a tiempo completo ha sido una tarea complicada.

“Ayudé a transportar ayuda recogida en Sanok con mi coche a Równia. El centro de Równia para ayuda a refugiados se creó para que los que cruzaban la frontera pudieran tener donde dormir y comer antes de continuar viaje”, explica Ordon-Haracz.

Allí los voluntarios preparaban comida, provisiones, camas, daban la bienvenida a los refugiados y ayudaban a mantener el centro.

“Era cansado, especialmente porque tenía que trabajar por la tarde y por la noche. Una vez tuvimos que preparar provisiones para 50 personas que iban a ser trasladadas a otro sitio. En un día podía haber solo 4 ó 5 personas abandonando el centro, así era más fácil, pero otros días llegaban autobuses con 40 o 50”, cuenta.

Oleada de refugiados

Desde el comienzo de la invasión rusa el 24 de febrero, Polonia afronta una oleada de refugiados sin precedentes. Más de 3,72 millones de personas llegaron desde Ucrania y ahora unos 1,72 millones han vuelto a su país.

Caritas Polska, con su red en todo el país, es la organización benéfica más grande de Polonia. Gestiona 22 centros y grandes ciudades y los refugiados pueden acudir a ellos para pedir ayuda material y social.

“También pueden pedir ayuda para aprender polaco o si necesitan un lugar donde quedarse. También ofrecemos apoyo psicológico con especialistas”, afirmó Dubicki. Según manifestó este portavoz en las primeras semanas de la guerra Caritas sirvió 1,5 millones de raciones de comida y proporcionó más de 20.000 toneladas de ayuda humanitaria directamente a Ucrania.

Dubicki cuenta que los donantes son variados, los hay privados, pero también empresas. “Todavía se necesita ayuda y hay gente nueva que llega. Últimamente hemos distribuido tarjetas prepagadas que ayudan a los ucranianos a hacer la compra y que son muy populares. Pero las necesidades no decaen, están en un nivel similar”, agrega.

“De momento vemos que hay más gente que regresa a Ucrania de la que llega a Polonia, pero no sabemos cómo será la situación en unos meses. Con el otoño y el invierno puede que mucha gente quiera venir a Polonia por las dificultades económicas” en su país, aventura Dubicki. De hecho, según los datos de la guardia de fronteras, durante las últimas dos semanas hubo más gente que regresó a Ucrania de la que entró en Polonia.

Sin embargo, muchos de los voluntarios se muestran fatigados. Svitlana Chystiakova codirige uno de los centros de ayuda humanitaria mayores de Varsovia, el Centro para Ayuda Pulawska y admite que la ayuda a los ucranianos se llegó a convertir en una ocupación a tiempo completo.

“Todos nosotros tenemos una vida profesional y privada que en los últimos tres meses dejamos de lado de algún modo. Así que estamos cansados y, aunque queramos continuar con el trabajo, necesitamos un descanso”, dice Chystiakova.

Pablo González. Ohiana Goiriena, la mujer del periodista Pablo González, preso e incomunicado en una cárcel de Polonia acusado de espionaje, recibió el martes una primera carta de su marido desde prisión, por lo que confía en que ello “sea el principio de una comunicación, aunque sea solo postal”, con él. Goiriena se mostró “contenta” por la recepción de la misiva de su marido, aunque la carta está fechada el pasado 9 de abril y desde entonces, según puso de manifiesto, “ha llovido bastante”.