Túnez - Una semana después del atentado yihadista que segó la vida de 21 personas en el museo El Bardo de Túnez, 20 de ellas turistas extranjeros, las autoridades tunecinas prosiguen aún la búsqueda del único terrorista que logró huir de la escena del crimen. Una persecución hasta la fecha infructuosa y que se realiza en medio de una profunda remodelación y purga de los servicios de seguridad nacionales, acusados de cometer una larga cadena de fallos que propició la masacre.

En los últimos días, el Gobierno dirigido por Habib Essid ha cesado a medio centenar de altos cargos, entre ellos los jefes de la Policía de El Bardo y Túnez capital, el responsable de la Brigada de Inteligencia y el encargado de Fronteras y Extranjería.

Asimismo, ha purgado a más de cuarenta cargos intermedios en el Ministerio de Interior y en las Fuerzas Armadas, después de que el martes admitiera la existencia de infiltrados y de una “policía paralela”.

En declaraciones a la radio local, el jefe del Gobierno aseguró el martes que “se ha emprendido una estrategia completa para purgar el Ministerio del Interior de una policía paralela así como para reparar los fallos constatados”, afirmó. “Por eso, se ha efectuado una primera ola de destituciones entre cuadros superiores, que incluyó a los directores generales de la Seguridad Nacional, de la Seguridad Pública y el de Servicios Técnicos, que se ha ampliado en una segunda fase de despidos”, agregó.

Al hilo de este argumento, Essid, que fue alto cargo del propio Ministerio del Interior en tiempos de la dictadura del derrocado Zine el Abedin Ben Ali, insistió en la necesidad de solventar las diferencias que existen en el departamento. “Tiene que haber un entendimiento entre el ministro del Interior, Mohamed Ali Garsalli, y sus manos derechas, para que pueda tomar decisiones coherentes que sigan una misma línea”.

La masacre ocurrió el pasado miércoles cuando un joven de unos veinte años abrió fuego contra un autobús en el aparcamiento del Museo del Bardo en el que viajaban unos 40 turistas, la mayoría de ellos de habla hispana. En esa primera ráfaga perecieron siete personas, entre ellas un matrimonio de jubilados españoles.

Después, el terrorista y sus cómplices entraron en el Museo del Bardo, el más importante de Túnez, y tomaron a un número indeterminado de rehenes antes de ser acribillados a balazos por la Policía, acción en la que murieron otros trece turistas y una empleada tunecina.

La difusión el domingo de un vídeo en el que se veía a tres hombres armados en el interior del museo obligó a las autoridades tunecinas a admitir que uno de los atacantes había logrado huir, y aumentó las sospechas sobre los servicios de Seguridad. - Efe