JACKSON Irvine se encuentra estos días en un entorno laboral y social diametralmente opuesto al que acostumbra en su día a día desde julio de 2021. Centrocampista de 29 años, es uno de los capitanes del St. Pauli alemán, posiblemente el club con ideología más progresista del planeta y en el que por personalidad y valores encaja como anillo al dedo, y aspira hoy martes a ocupar un lugar en el once inicial de Australia en su debut ante Francia en el Mundial de Catar. En un universo futbolístico en el que muchos de sus protagonistas prefieren evitar entrar en el terreno de la denuncia social o política para evitarse problemas, Irvine y varios de sus compañeros son una excepción. Hace un par de semanas, 16 componentes del combinado aussie difundieron un vídeo en el que, reconociendo que se trata de un terreno en el que “nosotros no tenemos todas las respuestas”, criticaron que “el sufrimiento y el daño que ha provocado este torneo a muchos trabajadores y sus familias no puede ser ignorado”, denunciando la falta de libertad sexual en el país anfitrión y abogando por la “acción colectiva” con la involucración de los futbolistas para conseguir un verdadero cambio.

Apoyamos a FIFPro, la Internacional de Trabajadores de la Construcción y la Madera y la Confederación Sindical Internacional en su búsqueda de incorporar reformas y establecer un legado duradero en Catar. Esto debe incluir el establecimiento de un centro de recursos para migrantes, una solución efectiva para aquellos a quienes se les han negado sus derechos y la despenalización de todas las relaciones entre personas del mismo sexo. Estos son los derechos básicos que deben otorgarse a todos y garantizarán el progreso continuo en Catar y un legado que vaya mucho más allá del pitido final de la Copa Mundial de la FIFA”, apuntaban los jugadores.

Irvine, natural de Melbourne y con experiencia previa en Escocia (Celtic, Kilmarnock, Ross County e Hibernian) y la Championship inglesa (Burton Albion y Hull City) antes de llegar al St. Pauli, ha sido especialmente activo en sus manifestaciones públicas en los últimos meses. El entorno social, cultural y profesional que ha encontrado en el club de Hamburgo, donde es adorado por la afición por sus manifestaciones progresistas, ha estimulado su deseo de hacer público su pensamiento: “En todos los vestuarios en los que he estado a lo largo de mi carrera ha habido vacilación para hablar sobre temas sociales. Estar en un club como el St. Pauli me ha demostrado que es posible tener una cultura futbolística con valores y una voz fuerte. Siempre hay algo en tu cabeza que tiende a la autoconservación. El primer instinto es pensar: ¿cómo me afectará hablar? Pero cuando consideras las condiciones de los trabajadores en Catar, cualquier impacto negativo que pueda tener en mi carrera es minúsculo en comparación con el impacto potencial que podemos tener como jugadores para impulsar un cambio sostenible”, aseguró en la web de la PFA, el colectivo de futbolistas australianos.

El centrocampista aussie no es ajeno al debate provocado por las opiniones que abogaban por el boicot como la única forma de protesta eficaz contra la vulneración de los derechos humanos en el país organizador del Mundial. “Hay un elemento de hipocresía en todo lo que hacemos”, admite, intentando poner de su parte para “aplicar presión a los órganos de gobierno y las autoridades que tienen el poder de implementar el cambio”. A la hora de elaborar el vídeo de denuncia, mantuvo junto a sus compañeros Mathew Ryan y Bailey Wright una serie de encuentros con la FIFA, la organización del Mundial y asociaciones LGTBIQ+ y de derechos humanos, gracias a los cuales pudieron contactar con trabajadores que se encontraban en Catar. “Estar involucrado en estas conversaciones y, en particular, directamente con los trabajadores migrantes cambió muchas cosas para gran parte del grupo y creo que es por eso por lo que todos estaban ansiosos por participar en la publicación y por tomar una posición clara”, reconoció la voz cantante del activismo aussie.