Los concesionarios Ford acaban de abrir la cartera de pedidos del renovado Kuga, con la esperanza de que las mejoras técnicas y estéticas incorporadas mantengan su tirón comercial. Lo necesitan para revertir una tendencia que sitúa las ventas de turismos de la marca un 23% por debajo de las logradas el primer semestre de 2023. Aunque en esencia es el mismo coche, este Kuga gana prestancia con los retoques cosméticos y eficiencia con los reajustes mecánicos. Entra bien por los ojos y trata de ajustarse a la economía de una familia media con descuentos, de lanzamiento y por financiación, que vuelven razonable la tarifa inicial (de 39.596 a 50.734 euros) al dejarla en una horquilla de 31.990 a 40.700 euros.
El Kuga renace dispuesto a gustar y a convencer más si cabe a un público que nunca le ha dado la espalda. El SUV medio sigue al pie de la letra el manual del restyling, palabro que el gremio emplea para aludir a la remodelación de un modelo a mitad de su vida útil. El proceso suele consistir en modificar muchos pequeños detalles para dar un aire más actual al conjunto sin alterar lo esencial. Se trata, dicho de otro modo, de aplicar un lavado de cara más o menos sutil, ligeros reajustes a la gama motriz y retoques en el interior. El Kuga reúne un poco de todo eso para recobrar el interés del público y justificar el empleo del adjetivo ‘nuevo’.
El SUV de talla media no altera sus dimensiones (4,61 metros de eslora), su hechura ni su configuración. Sigue siendo el satisfactorio modelo con atuendo crossover y propensión familiar, adornado ahora con una dosis adicional de vistosidad. Como es casi preceptivo en estas intervenciones, Ford comienza modificando el frontal para sugerir un mayor calado en las innovaciones. En consecuencia, el Kuga pasa a ostentar una parrilla de celdas cuadradas presidida por el emblema oval con la rúbrica de la marca. Sobre ese elemento coloca una llamativa barra de diodos luminosos, que discurre de lado a lado vinculando los grupos ópticos Full LED.
La terminación
Active de aire campero, recién incorporada a la oferta del vehículo, ofrece una evolución más expresiva y aventurera de dicha parrilla; de paso, se estira 4 centímetros y se alza 1 más del suelo. Los demás acabados (el menú contempla puestas en escena ST-Line, Active, sus derivadas aventureras X, y Titanium) también aportan un toque diferencial, buscando deportividad en un caso o elegancia en otro.
La segunda página de todo proyecto de remodelación de un automóvil afecta a lo que no se ve, es decir, a los aspectos técnicos. Quizá por ello, acostumbra a ser poco intrusiva. En el caso del Kuga, el trance sirve para oficializar la renuncia al diésel y proponer una gama motriz con tres posibilidades de elección.
La primera la ofrece el EcoBoost 1.5, motor puramente térmico que hace llegar sus 150 CV a las ruedas delanteras con ayuda de una caja de cambios manual de seis velocidades. Acredita un consumo de 6,3 a 7,2 litros cada 100 km y unas emisiones de CO2 de 144 a 163 g/km (protocolo WLTP). Llama la atención que Ford se haya decantado por este bloque de tres cilindros en vez de montar el semejante con sistema de hibridación ligera del Focus, con 155 CV, que procuraría etiqueta Eco en vez de la C.
Por encima de esta opción figura la híbrida convencional o autorrecargable, que Ford denomina FHEV. Su propulsor de gasolina de 2,5 litros se asocia a un bloque eléctrico, un generador y una batería. Esta motorización mixta, que augura hasta un 64% de conducción eléctrica en ciudad, entrega ahora 180 CV en la variante de tracción delantera y 183 en la AWD de cuatro ruedas motrices. Homologa unas emisiones de dióxido de carbono de 121 a 146 g/km, al quemar entre 5,3 y 6,4 litros de promedio a los cien; ese nivel de consumo propicia del orden de 900 km de autonomía teórica por depósito de combustible.
La versión FHEV, que cuenta con etiqueta Eco, comparte una caja automática power-split perfeccionada con la híbrida enchufable. Esta PHEV reparte sus 243 CV a las cuatro ruedas y mejora algo sus prestaciones: progresa de 0 a 100 km/h en 7,3 segundos, casi dos menos que antes. Promete hasta 69 km de conducción en modo eléctrico, por lo que obtiene la credencial medioambiental 0.
El Kuga sale a la calle con un equipamiento correcto, probablemente acorde a su precio y a lo que ofrecen sus competidores. Las diferencias económicas y de contenido entre las definiciones de entrada ST-Line y Active son mínimas, y más bien ornamentales. Sus derivadas X incrementan considerablemente las dotaciones para justificar los cerca de cuatro mil euros adicionales que reclaman. Además de complementos funcionales, decorativos y de confort (equipo de sonido, portón con apertura sin manos, tapicería mixta con cuero, pedales y estribos de aluminio…) disponen del Paquete Tech, que en los ST-Line y Active cuesta 1.455 euros. Contiene control de crucero adaptativo con Stop & Go en transmisiones automáticas, sistema BLIS de vigilancia de punto ciego con cobertura de remolque, aparcamiento asistido, cámara con visión perimetral de 360º, alerta y ayuda para cambio de carril, asistente precolisión (incluye radar y cámara, frenado de emergencia autónomo, asistentes de intersección y de dirección evasiva, y alerta de distancia de seguridad), protecciones de los bordes de puertas y asistente de frenado marcha atrás.
El Kuga puede completarse con el Paquete Seguridad, opcional en todas las terminaciones (1.975 euros). Aporta ópticas led antideslumbrantes con barra frontal de iluminación diurna de faro a faro, proyección de datos Head Up Display y alarma perimetral con claxon de doble tono. También es voluntario el Paquete Invierno (468 euros), destinado a las personas más frioleras; calefacta el volante, el parabrisas delantero y todos los asientos. El techo panorámico con apertura eléctrica sale por 1.290 euros.