Aparcar el coche es una de las maniobras en principio más complicadas y que requieren mayor atención del conductor, por eso es una situación en la que más se incide en las autoescuelas cuando estamos aprendiendo a conducir para sacarnos el carné.

Una vez estacionado nuestro coche, ya sea en línea, en batería o o en oblícuo, es importante que dediques unos instantes a comprobar la posición en la que se han quedado las ruedas, ya que este sencillo gesto puede evitar que tengas una importante avería que comprometería la seguridad de tu vehículo y supondría un considerable desembolso económico, ya que podría ser una reparación bastante costosa.

Por ello cuando, tras terminar de realizar correctamente la maniobra de estacionamiento, vayas a abandonar tu coche deberás comprobar si las ruedas están rectas y paralelas con la carrocería del coche y no sobresalen por el guardabarros del vehículo. Es decir, si la dirección se queda girada con las ruedas mirando hacia la izquierda o hacia la derecha. En el caso de que aparques junto a un acera debes comprobar que no estén orientadas ni hacia el bordillo ni hacia la calzada.

Golpes

El hecho de aparcar con las ruedas giradas hace que estas sobresalgan en parte de la carrocería, algo que puede ocasionar, sobre todo, si hemos estacionado nuestro vehículo en una calle estrecha, que sean golpeadas por otro coche o un vehículo de mayor tamaño que esté circulando por la calle y que dañe desde nuestro neumático, en el mejor de los casos, hasta que averíe el sistema de dirección al completo.

Además, el hecho de que dejes las ruedas alineadas con el coche estacionado evitará un sobreesfuerzo al sistema de amortiguación y al propio circuito hidráulico de la dirección. Por no hablar del evidente sobreesfuerzo físico de enderezar la dirección cuando vayas a reanudar la marcha. Por otra parte, arrancar con las ruedas giradas es un trabajo mayor que puede dañar estos elementos del vehículo.

Otros componentes que pueden sufrir más, si se aparca con las ruedas giradas, serán los fuelles de caucho que cubren la transmisión, ya que su desgaste será más rápido al permanecer en una posición que no es la de reposo y aumentará el riesgo de una avería.

Daños en neumáticos y llantas

También puede acarrear daños en el propio neumático, que se desgastará más rápidamente y perderá eficacia en la dirección y en la frenada, así como también en la llanta, donde se podrán producir golpes innecesarios que acaben dañándola. 

Uno de los consejos que te será de mayor utilidad para saber si tienes alineadas las ruedas sin tener que bajarte del coche a comprobarlo es girar el volante a un lado o a otro hasta llegar al tope. Con suavidad y sin golpearlo para no dañar la dirección. Así podrás comprobar la posición en la que dejar el volante para que coincidan con que las ruedas queden paralelas, que suele coincidir cuando el logotipo de la marca de tu vehículo está en la posición natural y correcta, sin aparecer desviado o boca abajo.

La excepción de las cuestas 

Estas normas, como casi todas, tienen su excepción, en este caso concreto cuando aparcas en una cuesta o una calle con pendiente elevada.

En estos casos se recomienda activar el freno de mano, dejar puesta una marcha corta (preferiblemente la marcha atrás cuando está orientado hacia el descenso y primera si es en sentido contrario) y girar la dirección del vehículo hacia la acera para que las ruedas evitar hagan tope con el bordillo y evitar así que el coche se deslice pendiente abajo.

Al insertar una marcha bloqueamos las ruedas motrices, con lo cual es muy difícil que los neumáticos se muevan por sí mismos. De este modo, en el improbable caso de que el freno se suelte o se salte la palanca de las marchas las ruedas frenarían el coche con la ayuda del bordillo que ejercería de tope.