Los dictámenes de EuroNcap constituyen en sí mismos un juicio de valor sobre el trabajo de los fabricantes de coches. Tienen, por tanto, algo de sentencia y pueden afectar a la reputación y a la cuenta de resultados de la marca concernida. ¿Se compraría usted un coche con mala nota en seguridad?

Así que ya hay voces que comienzan a cuestionar la ecuanimidad del autoproclamado organismo independiente. Vienen de los agraviados... y de los escépticos por naturaleza. El proceder de la institución tampoco ayuda. El año pasado EuroNcap sorprendió al sector perdiendo el papel de verificador neutral y objetivo, lanzándose a realizar valoraciones subjetivas que nadie esperaba, porque no figuran entre sus principios fundacionales.

Bien por exceso de celo o bien por un cambio de estrategia, la entidad no se conformó con sacudir severos varapalos el año pasado a productos de Dacia y Renault. Resolvió que el Sprint y el Jogger merecen una única estrella, decisión tan respetable como discutible. Lo que ya cuesta más es admitir como justo el cero en seguridad adjudicado al ZOE. Sobre todo porque se antoja improbable que el utilitario eléctrico francés haya empeorado tanto desde 2013, cuando una EuroNcap menos quisquillosa le concedió cinco estrellas como cinco soles. Más difícil todavía resulta comprender el motivo que llevó a la institución a ensañarse redactando en diciembre una insólita nota de prensa titulada “El legado del Renault Laguna arruinado por el ZOE y el Sprint”.