Convertido en todo un emblema de Osasuna, Patxi Puñal es uno de sus jugadores históricos, ya que ostenta el récord de partidos disputados a sus espaldas con el club navarro, con un total de 513 encuentros a lo largo de sus quince temporadas formando parte de la plantilla ‘rojilla’, 420 de ellos en Primera División. A excepción de temporada y media que jugó en el Leganés, cuando empezaba su trayectoria deportiva, el de Huarte -protagonista junto a su familia de este número de IN- ha pertenecido exclusivamente al club de su tierra, donde se formó, desde sus inicios, curtiéndose en la cantera de Tajonar, escalando posiciones desde las categorías inferiores y creciendo como profesional hasta llegar a disputar la competición europea en El Sadar antes de retirarse en 2014, a punto de cumplir los 40 y coincidiendo con el descenso del equipo a Segunda División.

A pesar de su indiscutible calidad de juego, alcanzar la profesionalidad era algo que nunca creyó que pudiera llegar a sucederle. De hecho, a punto estuvo de tener que abandonar su prometedora carrera como futbolista. Y es que durante varios años tuvo que compaginar el fútbol con su trabajo en una fábrica, que durante algunos años fue lo que realmente le daba de comer a él y a su familia. Finalmente, decidió apostar todo al fútbol y pidió una excedencia para dedicarse en exclusiva a perseguir su sueño en forma de esférico.

Aunque el mediocentro navarro llegó al primer equipo con Lotina, su primera oportunidad para destacar llegó de la mano de Enrique Martín, quien le fichó para el Leganés. Después de defender durante año y medio la camiseta pepinera en Butarque, Osasuna pidió su regreso al primer equipo, donde Puñal pudo demostrar su arrojo y valía con el orgullo y la alegría de llevar los colores de su tierra por bandera.

Debutó en Primera con 25 años, el 26 de agosto de 2001, una fecha que se quedará grabada para siempre en su memoria, a pesar de perder en casa ante el Celta de Vigo con un resultado de 0 a 2. Pero esa derrota forjó el carácter que siempre ha impulsado tanto al jugador como a su afición cuando las circunstancias no estaban de su parte. Por algo la grada le jaleaba coreando aquello de “¡Nadie te puede parar!” siempre que el navarro corría al punto de penalti, el modus operandi con el que marcaba la mayor parte de sus goles.

Efectivamente, su juego fue imparable. Disfrutó con intensidad de los vaivenes del fútbol, con temporadas agridulces que incluyen el descenso del equipo justo en su partido de despedida, pero también momentos irrepetibles, como las emocionantes disputas por la Copa de la UEFA y hasta una previa de la Champions League contra el Hamburgo.

Patxi Puñal ha demostrado sus dotes como centrocampista y también ha sabido liderar el club como capitán. En 2014 recibió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo de Navarra, máximo galardón deportivo que concede la Comunidad Foral. Entre sus logros profesionales destaca su disputa en la final de la Copa del Rey en 2005 con Aguirre, su histórica clasificación para la Champions League de 2005/2006, o la semifinal que jugaron en la UEFA Europa League en 2006/2007, en la que el Hamburgo acabó con los sueños europeos del conjunto ‘rojillo’. Con Patxi Puñal como titular, Osasuna llegó hasta semifinales con el Espanyol, el Sevilla y el Werder Bremen, pero fueron los pericos quienes impidieron la que hubiese sido la primera final europea del club navarro.

UNA CARRERA DE FONDO

“Mi carrera no ha sido fácil, más bien durilla, pero no sabía que lo más duro me lo guardaba para el final”, declaraba Puñal con tristeza tras su último partido. Coincidiendo con su anunciada despedida, se sumaba un resultado negativo para Osasuna que, además de saber a la amargura de la derrota, provocaba su descenso a Segunda tras 14 años seguidos manteniéndose estoicos en Primera. Desde su retirada, Puñal afirma que no ha vuelto a jugar al fútbol. “Me gustaría que mi hijo Oihan siguiese mis pasos y que incluso llegue a vestir la camiseta ‘rojilla’, pero todo se verá. Ahora tiene que disfrutar del fútbol como el resto de niños de su edad”, señala. Su mujer, María Arrasate, confiesa que no esperaba que Puñal fuese a llegar hasta donde ha llegado. “A mí no me gusta el fútbol ni todo lo que lo rodea. Para mí es un juego, nunca lo he considerado un trabajo”, dice mirando a Patxi con complicidad. “Es verdad -reconoce él-. Trabajar es levantarse a las cinco de la mañana, como hace María todos los días para abrir la panadería”, responde guiñándole un ojo. No ha sido su gran dominio del balón -que está fuera de toda duda, por supuesto-, sino su sencillez y carisma, lo que le ha encumbrado como leyenda del fútbol en mayúsculas.