“También hay chicas que cuestionan la igualdad de género”Jose Mari Martinez
Cuando terminó sus estudios de Educación Social, a Izaskun Gutiérrez (42 años, Bilbao) se le metió entre ceja y ceja trabajar en una organización que defendiese los derechos de las mujeres. En un momento en el que los avances feministas se están topando en el mundo con las políticas de ultraderecha, Gutiérrez recuerda cómo, por aquel entonces, la asociación Clara Campoamor era una isla en el océano del incipiente movimiento feminista del siglo XXI. Ella hizo las prácticas en la sede principal de la entidad en el centro de Bilbao, y ahí se ha quedado. Durante estas dos décadas se ha formado en cuestiones relativas a la igualdad, la violencia de género y la interculturalidad, y ha vivido tanto el bum del feminismo de la década anterior como el rechazo más reciente por parte de un sector de la sociedad. La coordinadora de proyectos de la asociación Clara Campoamor declara haber aprendido “un montón” y cómo, poco a poco, fue absorbiendo los distintos objetivos de la lucha feminista. Además, ha trabajado codo con codo con la fundadora y presidenta de la organización, Blanca Estrella Ruiz, fallecida a los 80 años en 2024, y que estuvo hasta el final de sus días “al pie del cañón”. Izaskun Gutiérrez no esconde un temor compartido en la actualidad por tantas mujeres: pese a los avances a favor de la igualdad de las últimas décadas, una parte de las nuevas generaciones, en especial los chicos, identifican el feminismo como un blanco al que disparar porque dicen sentir amenazados los valores tradicionales. Y mientras los índices de antifeminismo no paran de subir, en paralelo, cada vez más políticos reaccionarios elevan su presencia en las esferas de poder.
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¿El auge de la extrema derecha pone en cuestión el avance de los derechos de la mujer en el siglo XXI?
-Así es. Vemos cómo casi a diario se niega sistemáticamente la existencia de la propia violencia de género o, directamente, niegan el concepto de violencia de género cuando los datos nos demuestran todo lo contrario. Desde que (en 2003) existen los registros de violencia de género, más de 1.300 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas (en el Estado). Y esto es solo la punta del iceberg de una violencia sistemática que sufren las mujeres. La extrema derecha pretende destruir todos los avances conseguidos en derechos reproductivos, igualdad salarial y otras conquistas sociales. Y presentan al feminismo como una amenaza para el concepto de la familia tradicional, pretendiendo poner en marcha medidas que van a generar más machismo, misoginia y racismo en la sociedad.
"El patriarcado lanza eslóganes machistas con el objetivo de sembrar dudas en la sociedad”
¿Por qué el feminismo se ha convertido en una suerte de amenaza para algunos?
-El patriarcado se va adaptando a los tiempos siempre que se produce una nueva ola feminista, como la que hubo en 2017. De esta manera, se va creando un caldo de cultivo político y cultural para frenar los avances en materia de feminismo con un discurso negacionista. Lanzan eslóganes con el objetivo de sembrar dudas en la sociedad y promover discursos equidistantes, como qué más queremos si la igualdad ya se ha logrado; las feministas odiamos a lo hombres; la violencia no tiene género; ni feminismo ni machismo; la brecha salarial entre hombres y mujeres es un invento…
Y este discurso está calando especialmente entre adolescentes y jóvenes.
-Es algo que, efectivamente, lo venimos constatando en los últimos años, quizás desde un poco antes de 2020.
¿La mayoría son chicos?
-También hay chicas que cuestionan la igualdad de género, ponen en duda los datos oficiales sobre violencia machista y son negacionistas. Se trata de un discurso cada vez más estructurado y que en gran medida se alimenta de determinados espacios virtuales y redes sociales. Es lo que se conoce como la manosfera (una red online misógina y antifeminista vinculada a la narrativa de la extrema derecha).
¿Cómo se contrarrestan este tipo de discursos?
-Con proyectos de sensibilización, educación en igualdad de valores, fomento de la empatía e interculturalidad, con los que creemos que se debe incidir más desde la etapa de primaria. Los chicos de 14, 15 o 16 años copian determinados discursos y están más condicionados, lo que dificulta que puedan ver con claridad la realidad de la situación.
CASI UN SIGLO DE IGUALDAD ANTE LA LEY
La Constitución de 1931 aprobó por primera vez el derecho a voto de las mujeres e introdujo la igualdad legal de hombres y mujeres en el Estado. De aquellos enconados debates sobre el voto femenino, se recuerda especialmente el encendido rifirrafe que mantuvieron en el parlamento español dos mujeres, Clara Campoamor y Viktoria Kent, el 1 de octubre. El discurso de Campoamor, según el diario de sesiones, fue interrumpido por “comentarios y rumores” antes de poner el broche final: “Yo, Sres. diputados, me siento ciudadana antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la Revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al Derecho y no hay que sino empujarla a que siga su camino”.
¿Qué dirían Clara Campoamor o Blanca Estrella sobre el contexto actual?
-Hasta el último momento, Blanca Estrella estuvo con nosotras al pie del cañón y sabía perfectamente cuál era el contexto social y político actual. Su fallecimiento fue repentino. Acompañó a las víctimas de violencia de género prácticamente hasta el último día de su vida. Clara Campoamor estaría lógicamente preocupada, al ver que existen signos de retroceso después de todos los avances democráticos conquistados en estos años para los derechos de las mujeres.
El lehendakari es un hombre y la mayoría de los grandes empresarios vascos también lo son. ¿Hemos pasado de la batalla por el voto de las mujeres en la II República a la de la lucha por la toma de poder?
-Quizás no se trate tanto una cuestión de lucha de poder, como de visibilidad. Las mujeres seguimos sin estar presentes en los principales espacios de decisión y, mientras no estemos ahí, es muy difícil que nuestros intereses y derechos queden realmente representados.
¿Es un prejuicio machista pensar que una política pude ser más sensata que un político, viendo el descomunal ego de quienes mandan en el mundo?
-No es que las mujeres seamos más sensatas que los hombres; esa es una idea preconcebida que responde a estereotipos de género. Pero también es verdad que basta con echar un vistazo al mundo y comprobar que, de alguna manera, es una realidad. Cuesta imaginar que una mujer pueda hacerlo peor. Los grandes mandatarios que deciden el rumbo del mundo son hombres en un 95%, como se ha visto en las reuniones por la paz entre Rusia y Ucrania.
La política malagueña Victoria Kent aseguraba que antes de legislar había que cambiar profundamente la mentalidad de la sociedad o, de lo contrario, las propuestas fracasarían. ¿El feminismo va demasiado rápido?
-En realidad, es al revés: es una parte de la sociedad la que va demasiado despacio y le cuesta más avanzar. Hemos logrado la igualdad de género a través de diferentes leyes, pero para que esa igualdad sea efectiva en el día a día es imprescindible que se traslade a la mentalidad de las personas.
¿La prostitución hay que regularla o prohibirla?
-Nunca hemos querido abordar en profundidad este asunto porque no somos una entidad especializada. Por supuesto, somos abolicionistas y defendemos la prohibición de la prostitución. Es una forma de esclavitud de las mujeres en el siglo XXI, que además se ha convertido en una de las actividades más lucrativas del mundo solo por detrás del tráfico de armas. Según datos de la ONU, España es el tercer país con mayor demanda de sexo pagado y el primero de Europa.
Aseguran que la justicia en el Estado no siempre está del lado de la mujer víctima de violencia sexual. ¿Qué está fallando?
-El comportamiento de algunos magistrados que ponen de forma sistemática en duda la versión de las mujeres no ayuda. Esto queda en evidencia cuando se filtran ciertos interrogatorios y se hacen públicas las preguntas que formulan. Hace unos años presentamos una queja formal contra una jueza en Vitoria porque llegó a preguntar a la víctima si había cerrado suficientemente las piernas para evitar la agresión sexual. Es evidente que sigue faltando una formación en perspectiva de género entre la judicatura.
¿Se ve otros 20 años trabajando en la asociación?
-Me encantaría, la verdad. Aunque a veces puede resultar frustrante no poder cumplir con todas las expectativas que depositan en nosotras, lo que más me gusta sigue siendo trabajar con personas. Creo que, si al menos conseguimos mejorar un poco sus vidas, nuestra labor ya tiene un sentido y una razón de ser.