Los colonos norteamericanos llevaban cerca de un lustro quejándose del maltrato ejercido por un gobierno británico que llenaba sus bolsillos imponiendo impuestos mientras que, a cambio, no concedía medios para decidir sobre tales gravámenes. Una generalizada sensación de marginación imperial y de no contar con una representación efectiva en Londres recorría las mentes de los promotores de los primeros acontecimientos de la independencia de las colonias. Benjamín Franklin fue uno de los más célebres colonial agent (agente colonial) en el Londres dieciochesco. Afincado en Londres (1757-1775) actuó en representación de diversas colonias y gestionó en el ámbito político la defensa de sus cartas de fundación y privilegios ante las autoridades metropolitanas británicas.

Desde 1561, cada provincia contaba con su sistema de representación en Madrid y Valladolid, un agente que representa a cada territorio

El inicio del proceso de independencia de estos territorios ultramarinos (19 de abril de 1775) no dista ni de un mes de diferencia con la convocatoria y reunión de la primera Conferencia Vascongada celebrada en la villa guipuzcoana de Bergara un 16 de mayo de ese año. Bergara acogió a los comisionados de las Muy Nobles y Muy Leales Provincias del Bascuence (Araba, Bizkaia y Gipuzkoa) junto a los representantes de la villa de Oñate para tratar, conferir y resolver lo correspondiente a los perjuicios y atrasos que se advertían en la labranza del hierro sobre todo por la ilegal competencia que comenzaba a ofrecer al hierro sueco que se introducía afirmando que se trataba de hierro vizcaíno. Rememorando una junta celebrada en Oñate en 1701, validada por una Real Cédula de abril de 1702, insistían en que esta problemática seguía siendo muy relevante para la economía productiva del hierro asentada en las dos provincias, el Señorío, Oñate, el valle de Orozco o las cercanas tierras de la Montaña. De esta junta debían salir los recursos que se presentarían a Carlos III sobre mantener activa la prohibición de introducir hierro extranjero en las Américas.

Primera conferencia vascongada (1775).

De los cinco puntos acordados en esta reunión celebrada el 16 de mayo de 1775, cuatro se centran en los medios para adquirir la influencia necesarias de sus Patronos o Protectores en la Corte. Este objetivo se vertebraría mediante los respectivos apoderados en Madrid de las provincias del Bascuence y de Oñate, esto es, los agentes en Corte de cada uno de estos actores políticos del norte peninsular. Los Benjamín Franklin en Madrid de cada entidad que participa en esta conferencia. El último punto se centra en uno de estos patronos o protectores en concreto, el marqués de Malpica –Joaquín María Enríquez de Pimentel y Toledo, residente en el Señorío y dueño de ferrerías– para solicitarle el favor y la protección en esta materia ante Carlos III.

Las acciones cortesanas terminaron con éxito logrando una Sobrecarta de 28 de mayo de 1776 que confirmaba lo establecido en el decreto de 1702. Para su ejecución, la Corona les permitió a las tres provincias nombrar en Cádiz a un veedor del hierro –el primero fue Juan Bautista de Eguía y Labayen– asalariado (11.000 reales de vellón y 4.000 por remover su casa) encargado de fiscalizar los embarques de hierro hacia las Indias.

1746. Constituciones de la Real Congregación de San Ignacio.

1746. Constituciones de la Real Congregación de San Ignacio.

Publicado por el ilustrado Pablo de Olavide en 1767, el Plan de estudios para la Universidad de Sevilla, advertía a sus lectores que España era un cuerpo compuesto de muchos cuerpos que se hacen una continua guerra civil. Cada provincia se estimaba como un agente político autónomo interesado en su propia conservación, aunque fuese en perjuicio del resto de integrantes de la Monarquía Hispánica a ambos lados del Atlántico.

Dos años antes, la primera historia de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País pretendía acercar al lector al estado de la “nación bascongada” en vísperas de su proyecto modernizador. Las tres provincias contaban con caballeros interesados en limar la falta de motivos para juntarse con frecuencia los hijos de la patria en un proyecto de tamaña magnitud. La natural desafección, o el “mirarse como naciones diversas”, cercenaba el interés en proyectos comunes. En opinión del conde de Peñaflorida, todo ello minaba la unión y buena correspondencia que traería mejoras en sectores económicos, socorros recíprocos y una dinámica que hiciese comunes los intereses de todas juntas; es decir, el principal objetivo que se fijó en la primera conferencia celebrada en Vergara en 1775 en torno al problema del hierro.

Este sistema de influencia cortesana se intentó organizar desde 1775 con varias conferencias a fin de articular respuestas comunes

Como sostenía Olavide no podemos olvidar que, desde 1561, cada cuerpo o provincia contaba con su sistema de representación en Madrid y Valladolid. Un sistema dual. Por un lado, desde el momento en que se fija la capitalidad de la Monarquía Hispánica en Madrid cada territorio cuenta con un agente en Corte que representa los intereses de las Juntas Generales de cada territorio. Cuenta con un salario y forma parte del personal de sus diputaciones.

Por otro lado, y siempre a juicio de las autoridades provinciales, se remitía un diputado (nuncio, embajador, comisario) de manera extraordinaria a Madrid para resolver asuntos precisos. Si en la cartera del delegado en Madrid predominaban los asuntos públicos y políticos, en la agenda del agente en Valladolid encontramos sobre todo asuntos judiciales (ante el Juez Mayor de Vizcaya y otras salas de justicia de este tribunal).

A lo largo del siglo XVII se va confirmando este sistema de representación en el ámbito cortesano madrileño y judicial vallisoletano. Si inicialmente solamente se utilizaba un agente, durante esta centuria y en la siguiente encontraremos en ambas ciudades castellanas una agencia formada por el agente en Corte, uno o varios procuradores y un cuerpo de abogados contratados en aquellos centros de poder. Estas agencias son las que recibirán después de 1775 las instrucciones precisas para coordinar la unión de intereses comunes de las tres provincias del vascuence.

San Ignacio de Loyola.

De manera paralela e incentivada por Francisco de Zabala y Mendoza (agente del Señorío, de la villa de Bilbao y del Consulado) en 1677 se planteó la fijación de un hospital para todos los jóvenes emigrantes que quisiesen desarrollar un proceso migratorio exitoso y no tuviesen una cadena migratoria (apoyo familiar o de terceros) que les evitase el fracaso. La propuesta se elevó a la Corona en 1683 sin éxito alguno, a diferencia de lo acaecido en Navarra con la creación de la Real Congregación de San Fermín.

La natural desafección, o el “mirarse como naciones diversas”, cercenaba el interés en proyectos comunes

Cuatro décadas más tarde (entre 1713 y 1718) un elenco de 124 individuos de origen vasco que habían ocupado altos cargos administrativos (civiles, militares, eclesiásticos y mercaderes) y habían apilado fortunas en la economía atlántica propusieron la formación de la Real Congregación de los Naturales y Oriundos de las Tres Provincias de Cantabria bajo la advocación de San Ignacio de Loyola. Esta asociación benéfica y asistencial alcanzó con gran celeridad la función de vincular a los individuos llegados de las tres provincias en un cuerpo común en Madrid bajo el principio de la Santísima Trinidad (un claro antecedente del Irurac Bat posterior utilizado por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País).

La Real Congregación de San Ignacio, además de ofrecer beneficios espirituales a sus integrantes, también pretendió la creación de un hospital y un centro de enseñanza en Madrid. Esta asociación pasó del convento de San Felipe el Real al edificio que dejaron los jesuitas tras su expulsión de 1767. La reforma de este espacio encargada al arquitecto Francisco Moradillo permitió abrir el templo de San Ignacio al culto el 26 de diciembre de 1776. Solamente la Real Congregación de San Fermín participó en este solemne acontecimiento bien que para estas fechas en Madrid existían más de quince asociaciones junto a las de San Fermín y San Ignacio.

En opinión del conde de Peñaflorida, todo ello minaba la unión que traería mejoras y que hiciese comunes los intereses de todas juntas

Los integrantes de esta congregación eran los protectores y patronos que se significaban en la primera conferencia de 1775. De hecho, el llamado partido vizcaíno de tiempos de Felipe V siempre contó con la ayuda de los miembros de la congregación. Un lobby en el corazón del Imperio. El sistema de agencia de cada cuerpo provincial, la remisión de comisionados o embajadores para tratar cuestiones extraordinarias y la presencia de los integrantes de la congregación conformarían el magma del llamado partido vizcaíno que, además, a través de figuras como Juan Bautista de Orendain (marqués de la Paz), Sebastián de la Cuadra (marqués de Villarías) y Carlos de Oreizaga y Corral (barón de Areizaga) tuvieron capacidad de influir en decisiones tan relevantes como la revocación del traslado aduanero (1717-1727). En 1775 también se produce otro acontecimiento relevante como fue el hermanamiento de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País con la Real Congregación de San Ignacio.

Retrato de Sebastián de la Cuadra (1758).

Retrato de Sebastián de la Cuadra (1758).

Todo este sistema de influencia cortesana se intentó organizar desde 1775 con la celebración de las referidas conferencias a fin de vertebrar respuestas comunes a las peticiones que, siempre de manera individualizada, remitían los ministros de la Corona. Entre 1775 y 1800 (momento en que son admitidas por las autoridades centrales con la mediación de Mariano Luis de Urquijo) se celebró un conjunto de diez reuniones o conferencias (Mondragón, Bergara, Vitoria, Durango y Bilbao) donde el problema del hierro y la apertura al libre comercio americano se convirtieron en los principales puntos de debate. Ahora bien, este sistema de conferencias que permitía unificar sus intereses –como aspiraba el conde de Peñaflorida– se mantuvo hasta 1936.

El autor: Alberto Angulo Morales

Doctor en Historia (1995) y profesor titular de Historia Moderna (desde 2004). Sus líneas de investigación abarcan temáticas como el análisis de la representación institucional vasca en Madrid así como el desarrollo asociativo de la emigración vasca entre los siglos XVI y XVIII.