Ramoni echa la vista atrás a cuando era niña en Georgia. Es hija de madre eibartarra exiliada al gigante soviético durante la Guerra Civil en Euskadi. “Yo era muy pequeña cuando en homenajes coincidimos en varias ocasiones con Pasionaria, a quien mi madre tenía gran admiración y pudimos conocer”.

Por temores políticos a su regreso a Euskadi no conserva los recortes de periódicos que la familia atesoraba con orgullo junto a la primera mujer que fundó un partido en el Estado español, el PCE. “Hoy mi hija lamenta que no los tengamos”, precisa quien pone en valor la figura del único hijo varón de la oradora, Rubén Ruiz Ibarruri. “Él es muy reconocido en Rusia, mucho”, por sus condecoraciones, en especial tres: Héroe de la Unión Soviética, Orden de Lenin y dos veces Orden de la bandera roja. De hecho, el 2 de noviembre de 1948, sus restos fueron exhumados y trasladados al memorial del Mamáyev Kurgán, el monumento soviético por excelencia de la batalla de Stalingrado –donde perdió la vida–, hoy ciudad de Volgogrado, en la que posee un monumento en su honor. Murió a la edad de 22 años.

El editor de la revista histórica Erri, Miguel Usabiaga, también resalta la figura de aquel joven hoy casi desconocido y que demostró al mundo que no solo era el hijo de la legendaria Pasionaria. “Me parece una figura a recordar y a valorar por su compromiso y valentía, y por ese gesto de no decir de quién era hijo para evitar privilegios, y arriesgar su vida en primera línea. Me parece un ejemplo presente, válido para siempre, imperecedero”, valora el colaborador de Grupo de Noticias e hijo de los históricos comunistas vascos Bittori Bárcena y Marcelo Usabiaga.

Dolores Ibarruri Gómez (Gallarta 1895-Madrid 1989), nacida en un seno minero y de origen paterno carlista, se casó por la iglesia con el socialista Julián Ruiz Gabiña, de quien se sentía “esclava” y puso fin a su matrimonio 17 años después. Pasionaria dio a luz seis hijos, pero solo pudo sacar adelante con vida a dos, Amaya y Rubén.

En la campaña para las elecciones municipales de abril de 1931, que derivó en Segunda República, la comunista saltó a la fama como oradora. El historiador Paul Preston asegura que su salto a la tribuna coincidió con la ruptura final de su matrimonio. “En los años siguientes, fue sometida a frecuentes detenciones que supusieron la separación de sus hijos, algo que le provocó “lágrimas de sangre”. En 1935 –un año antes del estallido de la Guerra Civil tras un golpe de Estado fallido–, por sugerencia del partido, tomó la dolorosa decisión de enviar a su hijo Rubén y a su hija Amaya a Rusia por unos meses. Sin embargo, la agitación política de la primavera de 1936, seguida de la guerra, hizo que no volviera a verlos durante varios años”.

Dibujo de Ruiz en una postal conmemorativa del Gobierno ruso.

Dibujo de Ruiz en una postal conmemorativa del Gobierno ruso. Gobierno ruso

En la URSS, Rubén Ruiz Ibarruri se formó como militar y participó tanto en la Guerra Civil como en la Segunda Guerra Mundial. En su hogar vizcaino de nacimiento, de sustrato económico pobre y revolucionario, recibieron en numerosas ocasiones a diferentes cuerpos de policía buscando armas.

En 1931, proclamada la República, la familia puso rumbo a Madrid, donde la madre, como periodista, dirigió la publicación Mundo Obrero, lo que le llevó a prisión en diferentes ocasiones. Al tiempo que la madre visitaba la URSS en 1933, sus dos únicos hijos que llegaron a la edad adulta vendían Mundo Obrero por Cuatro Caminos o la calle Bravo de Murillo.

​La Revolución de Asturias conduciría de nuevo a la madre a la cárcel y los dos hijos fueron enviados a la Unión Soviética, cruzando la Alemania nazi con identidad falsa y arribando a Moscú. De allí, continuarían juntos en Crimea, y al poco tiempo separados tras llegar a Ivánovo.

Alistamiento

Rubén comenzó con catorce años a trabajar en la fábrica Lijachov de automóviles y aprendió una profesión en el colegio número 19 de Moscú.​ En el torno donde trabajó, según recordaba su hermana, se llegó a instalar una placa en su honor, con el texto: “Aquí, en mil novecientos treinta y cinco, trabajó Rubén Ruiz lbarruri”.​ Rubén fue acogido dos años por la familia del historiador Panteleimón Lepshinski y la bióloga Olga Lepeshínskaya, miembros del disuelto partido bolchevique.

El vasco pidió con 15 años alistarse en el ejército soviético para poder luchar en la Guerra Civil. Fue admitido para ir a una escuela de aviación de Stalingrado, donde no le permitieron seguir con su sueño debido a que era daltónico.

Pero no cesó en su empeño. Se alistó a las Brigadas Internacionales. Como cabo, participó en la batalla del Ebro, de la que salió como sargento. En febrero de 1939, cruzó a Francia y fue trasladado al campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Rubén logró salir de allí y alcanzar la embajada soviética en París, desde la que logró regresar a la URSS en barco, reuniéndose con su madre y su hermana Amaya. En Moscú, en 1939, entró en el Ejército Rojo.​

Ruiz participó en la llamada Gran Guerra Patria contra la invasión nazi, primero al mando de ametralladoras en Bielorrusia. En un momento, las ametralladoras se quedaron sin munición y atacaron al enemigo con granadas y un cuerpo a cuerpo donde resultó gravemente herido, con metralla en uno de sus brazos. Por ello fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja por Mijaíl Kalinin en persona en un hospital de Oriol. Desde allí escribió a su madre y hermana: “Sigo vivo” y se reencontraría con ellas en Moscú. Fueron exiliados a los Urales.

En 1942 se reincorporó a primera línea por petición propia como teniente primero. La ciudad de Stalingrado estaba sufriendo un duro sitio, en ruinas y ardiendo. Su compañía tenía la misión de defender la estación de tren de Kotlubán. La noche del 23 de agosto su unidad fue atacada por tanques nazis e infantería motorizada, provocando muchas bajas entre sus camaradas. Al morir el comandante de su batallón, Ibarruri asumió el mando de la defensa soviética, hasta que al día siguiente cayó gravemente herido, alcanzado por una bala. Fue enviado a un hospital de campaña en Srédniaia donde murió el 3 de septiembre de 1942 a causa de sus heridas.

Como un héroe

El teniente V. Solokov escribiría palabras épicas hacia su compañero. “En los momentos agudos de la pelea, Rubén sintió un fuerte golpe en el estómago. Se tambaleó ligeramente y luego cayó al suelo, incapaz de respirar. Se palpó a sí mismo, se tocó el estómago con la mano y un dolor agudo se transmitió a todo el cuerpo. Sintió fiebre y su visión se volvió borrosa. Pero estaba vivo y no perdió el conocimiento. Quería luchar, tanteando con la mano la fría empuñadura de la daga...”, enfatizaba y proseguía: “Ya estaba oscureciendo. Miraron cada recodo de la trinchera, cada cráter y, al parecer, palparon cada metro del suelo. Finalmente fue encontrado. El capitán de la guardia Ibarruri yacía boca arriba. El pulso era apenas palpable. El hombre casi sin vida fue trasladado al hospital. Estuvimos mucho tiempo sentados en el hospital, esperando que Rubén se salvara, y luego, sombríos y silenciosos, volvimos al regimiento y dijimos en voz baja: “Ya no existe nuestro Rubén”. Fue enterrado ese mismo día, en una fosa común, en el centro del distrito de Srédniaia Ajtuba.

El 2 de noviembre de 1948 la fosa común donde había sido enterrado fue abierta, sus restos exhumados, puestos en un ataúd de zinc y trasladados a Stalingrado, donde fueron nuevamente enterrados en la Plaza de los combatientes caídos. “Por el heroísmo demostrado en la lucha contra los invasores nazis” se le concedió la más alta condecoración soviética el título de Héroe de la Unión Soviética.