AÑOS 70 del siglo pasado. Una foto en blanco y negro. Los niños de la travesía de Astepe ocupaban su tiempo muerto en el cementerio de Amorebieta-Etxano. Entre ellos, Javi, quien recuerda muy bien aquel momento que congeló su madre. “Juntaos más, nos decía desde la ventana de casa”, evoca este zornotzarra afincado en Durango. Fue en DEIA cuando leyó en mayo que se buscaban posibles familiares enterrados en el camposanto de Leginetxe, ya que la sociedad de ciencias Aranzadi y Euskal Prospekzio Taldea iban a exhumar una zona que podía contener la mayor fosa común de Euskadi. “Leí que en el cementerio podrían combatientes del frente, por ejemplo, de Gipuzkoa, y el hermano de mi padre, Antonio, murió, o eso creemos, en Arrasate”, relata Javi Martínez quien va más allá en su testimonio: “Digo el hermano de mi padre porque nunca lo conocimos y eso ha hecho que no lo llamemos tío. Lo curioso de todo es que pensábamos: a ver si ha estado enterrado debajo de casa toda la vida y no lo sabíamos”.

Ortofoto del cementerio en los años 70. ARCHIVO JAVI JIMÉNEZ

Martínez entregó al Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos Gogora su ADN tras leer la noticia. “Hablé con Gogora. Me mandaron unas cartas para recabar datos del muerto: Germán Martínez, miliciano del batallón anarquista Bakunin; aunque él, como mi padre –de LKI–, eran comunistas. De hecho, creemos que pueda haber otro hermano, también comunista, que tuvo que exiliarse en Rusia. Pero no hemos sabido mucho de esto en casa”, aporta. A continuación entregó su información genética. “Me mandaron tres palitos, pero uno vino sin algodón y los envié a la dirección que me dieron. Ahora estoy a la espera, porque en Arrasate encontraron en una sima a combatientes y quizás pudiera ser uno de ellos”, cita esperanzado este hijo de niño de la guerra como lo fue su padre Germán Martínez, de Sestao, quien asentó su residencia en Amorebieta junto a su mujer, la leonesa María Flórez, que residía en Balmaseda.

Cementerio en los 70.

Cementerio en los 70. M. FLÓREZ

Desde la ventana, su madre tomó esa fotografía hace medio siglo. “En la imagen, nosotros estamos justo fuera del cementerio. Y donde se ve una pequeña montaña es donde el enterrador quemaba rastrojos. Pues, justo ahí es donde están haciendo la exhumación estos días”. Sus explicaciones te abren los sentidos. “Es que el cementerio era nuestro lugar de juegos. Entonces, no había más”, detalla y avanza un paso más: “Jugábamos a ver quién se atrevía a pasar por la zona verde que no se había tocado desde la Guerra Civil y donde pusieron una cruz grande. Por lo que nos habían contado y siendo niños nadie nos atrevíamos a cruzarla corriendo por si explotaba alguna bomba que allí pudiera haber quedado”, sonríe Javi quien asegura que en todo Amorebieta siempre se ha hablado que ahí estaban los muertos de la Guerra Civil, que había una fosa común. “En estos días me he encontrado con un amigo del pueblo que es de origen extremeño y me ha dicho lo mismo. Que es lo que siempre se ha dicho”.

En la mente de Javi estaba la posibilidad desde mayo de que “el hermano de su padre” estuvieran allí enterrado. “Mi padre, por su parte, estuvo exiliado en Francia. No sabemos dónde, sin embargo, cada vez que salía la torre Eiffel de París en el televisor, nos decía que a pocos kilómetros había sido evacuado con su familia”, apostilla quien asegura no comprender por qué se ha tardado “tanto” en exhumar los cuerpos, porque, insiste, “se sabía que estaban ahí, en ese lugar. Yo sigo esperando a los resultados de mi ADN”.

El prestigioso médico forense Francisco Etxeberria confirmó este martes en el digital Muga que la fosa exhumada desde el pasado domingo en Amorebieta “es la más grande de Euskadi resultante en un mismo lugar”. Supera a la que Aranzadi y Euskal Prospekzio Taldea completaron en el cementerio de Begoña. Hasta el lugar se desplazaron la alcaldesa zornotzarra, Ainhoa Salterain, quien hizo de anfitriona a la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, Nerea Melgosa y a la directora de Gogora Aintzane Ezenarro. Lurdes Errasti, de Aranzadi, fue la encargada de darles la información de lo hallado hasta el momento, que eran 20 combatientes republicanos. Dos tenían chapa de identificación. Cada uno era de un batallón diferente, aunque no han trascendido cuáles. Otros hallazgos han sido una moneda de dos pesetas de Euzkadi, de 1937, una hebilla de cinturón y un crucifijo. En días posteriores, también fragmentos de calzado que se han conservado bajo tierra hasta casi 90 años después.

Casi 50 hombres

Son hasta el día de hoy casi 50 hombres en tres fosas diferentes en un mismo espacio: una es de combatientes republicanos y las otras dos, según información de última hora, parecen ser del hospital que hubo en Amorebieta, ya que algunos cuerpos cuentan con miembros amputados quirúrgicamente. Hasta la fecha no ha aparecido aún ninguna mujer. Según ha podido saber DEIA, aún es difícil decir cuántas personas puede haber inhumadas por existir diferentes capas. Y hay un hándicap más: La disposición de unos sarcófagos no permite avanzar más en la exhumación de Leginetxe. Desde Aranzadi han solicitado a la alcaldesa Salterain (PNV), continuar en una segunda vuelta colocando en otro lugar esos sepulcros. Algunas personas aseguraron que son de 2007. “No”, valora Javi. “Si te fijas en la fotografía de mi madre hay un sarcófago de esos abierto. Es decir, puede ser que ya estaban y algún año los juntaron ahí, pero no son recientes”.

Salterain asegura “con franqueza” desconocer si los sarcófagos son decorativos o no. “Me enteraré el lunes –por hoy– y si lo son, se darán las autorizaciones necesarias para que Aranzadi pueda seguir excavando si así lo estima. Si es el mayor osario de Euskadi no puede quedar ni a medias de excavar ni negarle el rigor científico”. La mandataria zornotzarra consensuó con la antropóloga Lourdes Herrasti seguir compartiendo informaciones tras finalizar la primera fase ayer domingo. “Quedamos en hablar y yo mantengo mi compromiso a favor de la paz, la verdad y el reconocimiento a todas las víctimas desde el respeto más absoluto. Creo en estos procesos y es la única forma de pasar página en este país: desde la divulgación científica y el respeto más absoluto a las víctimas de la Guerra Civil y la difícil posguerra”.

La alcaldesa glosa que cada 1 de noviembre, el PNV coloca flores –un ramo o una corona– junto a la gran cruz que hay en este lugar en recuerdo de los gudaris. “Siempre nos ha parecido llamativo que esa zona esté vacía cuando el resto del cementerio está prácticamente colmatado. A veces, no tenemos registro documental de por qué ocurren estas cosas, pero no se toca. Voy a hablar con los técnicos del ayuntamiento para a futuro seguir tratando con Aranzadi el tema”. Se prevé que se retire la cruz de madera que “está podrida”, según confirman quienes están trabajando en la fosa. Hasta entonces, hasta la segunda vuelta, tiempo muerto en el cementerio de Amorebieta.