El 26 de agosto de 2019 falleció José Moreno Torres, quizás el gudari más recordado por su lucha hasta el último día, hasta sus cien años. Batalló hasta su último aliento haciendo uso de las páginas de opinión de aquellos medios de comunicación que tenían a bien publicar sus cartas antifascistas.
El jarrillero dejó para la historia frases tan reveladoras como las siguientes: “No comprendo por qué a la gente le cuesta decir que es antifascista. Yo lo soy. Es un honor ser demócrata. Lo he sido siempre. Ya la guerra me enseñó a serlo: antifascista, demócrata y republicano”, mantenía el soldado del batallón San Andrés, unidad del ejército vasco de las siglas STV.
Hace tres años partió hacia la eternidad en la que él creía, ataviado con su “txapela, kaiku, camisa blanca y pantalón azul”, evoca su familia. Afiliado a EAJ-PNV –partido al que retornó tras militar en Eusko Alkartasuna–, fue también sindicalista de ELA-STV (Askatuta). Este soldado del lehendakari Aguirre sumaba cien años. Había nacido el 10 de noviembre de 1918 en Zorrotzaurre (Deusto). Conoció antes de la guerra militar de 1936 el fascismo de Mussolini siendo un niño, ya que trabajó con solo 14 años en un barco haciendo una ruta del carbón que unía Bizkaia con Italia y Cardiff. A su regreso, y tras el golpe de Estado de algunos militares españoles, se prestó a construir el aeropuerto vizcaino de Sondika pero decidió involucrarse aún más contra los golpistas españoles y se alistó al batallón San Andrés de STV, como se lee en el tabardo que vestía en la época.
Al mismo tiempo, su hermano Luis –dato que no se supo hasta pocos días antes de fallecer en el hospital Santa Marina– se inscribió en el batallón Guipúzcoa del PCE. José coincidió con el comunista “tan solo un día” en el monte Gorbeia. Hecho preso, fue encarcelado en el penal de Santoña y de allí enviado a diferentes batallones de esclavos de Franco, terrorista contra el que ha luchado toda su vida. A diferencia de otros gudaris y milicianos del Ejército vasco, el jarrillero no silenció su denuncia ni durante el franquismo.
Él también sufrió la dispersión en Zaragoza o Huesca. “Los franquistas nos hacían cagar en el mismo plato en el que comíamos”, daba testimonio al tiempo que lamentaba en sus cartas en este diario el incremento en votos de partidos neofascistas en el Estado “como son los neofranquistas de PP, Ciudadanos y Vox”.
Moreno trabajó en Astilleros Españoles de Sestao. Se casó con “la buena” –siempre lo recalcaba–de Carmen Gutiérrez y dieron a Euskadi dos hijos: Ricardo y Manuela, que lo mimaron hasta el último día. “Éramos tan pobres que el cura que nos casó no nos quiso ni cobrar y mi mujer se hizo el vestido de boda con una manta que sacó de la cárcel de Saturraran, donde estuvo presa por los malnacidos fascistas y con aquellas monjas que menos buenas eran de todo”, recalcaba.
Testificó ante Servini
Moreno dio testimonio a la jueza María Servini dentro de la querella vasca tramitada por la magistrada en Argentina contra el franquismo. Asimismo, fue presidente de la asociación Aterpe 1936 que organiza anualmente un homenaje anual a todos los batallones del Ejército vasco en Artxanda. Allí, trabajó hombro con hombro con los soldados históricos jeltzales José Mari Otxoa de Txintxetru y Manuel Sagastibeltza, el anarquista Félix Padín y hasta el final únicamente en la escultura La Huella –obra de Juanjo Novella– junto al miliciano Alejandro del Amo, del batallón Meabe de las JSU. A día de hoy, conocemos la existencia de alrededor de cinco gudaris, entre ellos algunos del batallón Gernika que luchó en la Segunda Guerra Mundial en Francia.
Quien tuvo su oficina, a modo de bedel, en el local del grupo de danzas Elai Alai de Portugalete, echó en cara a otros milicianos y gudaris que se mantuvieran callados durante el franquismo. “Si se callaron durante el régimen franquista es que no eran gudaris o milicianos de verdad. A alguno le han dedicado hasta un libro en el Gobierno vasco cuando no dijo ni palabra hasta hace bien poco. Yo no he callado nunca y así seguiré hasta que muera”. Y cumplió su palabra quien dijo no temer a la muerte y pidió a la ciudadanía vasca que no olvidara que “un país, Euskadi, fue invadido por el fascismo español e internacional”.