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Paul Robeson, el luchador incansable

Paul Robeson, el luchador incansable

uno de los grandes iconos de la cultura popular norteamericana del siglo XXvíctima propiciatoria de la Caza de brujaslistas negras

Cuando logró recuperar su pasaporte después de una dura batalla legal contra su gobierno, sus problemas de salud le obligaron a retirarse en 1963 tras un breve y triunfal regreso a los escenarios, aunque continuó bajo la vigilancia del FBI, la CIA y el MI5 británico hasta su muerte, en 1976.

Paul Robeson murió sin abdicar de sus ideas y en medio de un creciente reconocimiento en su propio país mediante honores de todo tipo, algunos otorgados de forma póstuma, como la colocación de una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama de Hollywood en 1979, su nombramiento en 1995 para el Salón de la Fama del Fútbol Norteamericano Universitario (Robeson fue un notable jugador de rugby) o la concesión en 1998 -centenario de su nacimiento- de un premio Grammy en reconocimiento a su trayectoria musical.

De inteligencia excepcional

Decir de Paul Robeson que era un magnífico barítono-bajo sería una simplificación imperdonable. Poseía una inteligencia fuera de lo común. Era políglota -se expresaba con fluidez en una docena de idiomas, incluidos el chino cantonés, el ruso, el alemán, el castellano, el árabe y varios idiomas africanos-, fue uno de los primeros estudiantes afroamericanos en lograr una graduación universitaria, se doctoró en Derecho en la Universidad de Columbia y, además, fue un atleta excepcional. En la universidad jugó al baloncesto y al fútbol americano y llegó a ser profesional, el tercer jugador negro que tuvo la Liga de este deporte. Fue asimismo un excelente actor de cine y teatro. Su creación del Otelo de Shakespeare -personaje con el que ya había triunfado en Inglaterra en los años 30- está considerada aún hoy como una de las mejores que se han podido ver en los escenarios de Broadway, donde se mantuvo en cartel a lo largo de los años 1943 y 1944.

Paul Robeson lo tenía todo para ser uno de esos héroes que tanto parecen gustar en la sociedad norteamericana salvo por un detalle: el color de su piel. Ya se sabe que el racismo en los Estados Unidos en los años veinte del pasado siglo era especialmente cruel y repugnante y Robeson tuvo ocasión de comprobarlo cuando, recién titulado en Columbia, trató de colegiarse como abogado en Princeton, su localidad natal, y una oficinista del Colegio de Abogados se negó a rellenar su ficha de inscripción porque era negro.

El incidente le hizo reflexionar acerca de su futuro y decidió renunciar al ejercicio de la abogacía para volcarse en su afición por la música y el teatro. Su labor en este campo fue crucial. Fue el primero en llevar los espirituales y otros géneros de la música popular negra americana a los grandes escenarios. Se convirtió en una figura destacada del mundo del espectáculo y aprovechó esta circunstancia y la amistad que forjó con destacadas personalidades (Einstein, Eugene O’Neill,...) para exigir públicamente y en base a su gran prestigio el fin de las barreras raciales.

Durante las numerosas giras artísticas que realizó por Europa en los años treinta, entró en contacto con los movimientos antifascistas europeos. Su compromiso en este terreno le llevó a manifestar su adhesión incondicional al gobierno republicano cuando la sublevación militar de julio de 1936 hizo estallar la Guerra Civil.

Robeson y los niños del ‘Habana’

La solidaridad antifascista de Paul Robeson también tuvo acento vasco, pues el cantante fue uno de los protagonistas de un gran mitin que tuvo lugar el 24 de junio de 1937, cinco días después de la caída de Bilbao en manos franquistas, en el Royal Albert Hall de Londres bajo el epígrafe ‘Spain & Culture’.

En el mitin, organizado para recaudar fondos para el comité de ayuda a los niños vascos refugiados en Inglaterra, estaba prevista la intervención, entre otros oradores, de Paul Robeson y de Picasso. Junto a estas intervenciones también estaba anunciada la actuación de un grupo de niños de los llegados a Inglaterra un mes antes en el Habana, que cantaron varias canciones populares vascas. Esta actuación fue el germen de los dos discos que estos niños grabaron unas semanas más tarde, en julio de 1937, para el sello discográfico Parlophone bajo el nombre Basque Children’s Choir.

El acto estaba apoyado por la flor y nata de la intelectualidad londinense de la época, desde el poeta y ensayista W. H. Auden a la también escritora Virginia Woolf, pasando por el dramaturgo irlandés Sean O’Casey, el científico y escritor Julian Huxley, el escritor alemán Heinrich Mann, el escultor Henry Moore, el también irlandés y poeta laureado Cecil Day Lewis (autor de The Nabarre, su célebre poema épico sobre la batalla de Matxitxako) o el respetado autor de novelas de ciencia ficción H. G. Wells, por citar sólo a algunos.

Paul Robeson se encontraba a la sazón en Moscú, donde tenía apalabrados varios conciertos. Su intención inicial era grabar su intervención en un estudio moscovita para transmitir el mensaje a Londres por radio, pero surgieron problemas que iban más allá de las dificultades de orden técnico que podía plantear la transmisión de sus palabras ya que la Alemania nazi amenazó con bloquear la transmisión radiofónica, mientras que la gerencia del Albert Hall expresó su renuencia a recibir comunicaciones procedentes de la Rusia roja.

Aquella oposición conjunta, tan evocadora de la alianza tácita entre el fascismo y la democracia liberal, enfureció a Paul Robeson. A pesar de todo, hizo la grabación, como estaba previsto, consciente de la enorme audiencia que sus palabras podrían alcanzar a través de las ondas, pero luego tomó un vuelo especial de regreso a Inglaterra. “Nada -dijo más tarde- me iba a impedir enviar o dar mi mensaje al público británico”.

Un anticipo del ‘Guernica’ de Picasso

El caso de Picasso fue bien distinto. El pintor malagueño, cuya intervención estaba anunciada en un lugar destacado del programa, excusó su asistencia ya que en esos días estaba dando los retoques finales al Guernica, que debía ser expuesto al público tres semanas más tarde, a partir del 12 de julio, fecha prevista para la inauguración del pabellón de la República en la Feria Internacional de París.

Pese a su ausencia, Picasso estuvo muy presente en este mitin solidario con los niños vascos refugiados en Inglaterra ya que cedió para ilustrar el programa de mano del acto uno de los bocetos más elaborados de los siete que hizo de La madre con el niño muerto. Este boceto de la Piedad picassiana, uno de los 42 realizados durante el proceso de elaboración del Guernica, fue dibujado por Picasso con lápiz sobre papel el 8 de mayo de 1937 y ocupaba el anverso del programa, mientras que el reverso fue reservado por los organizadores del mitin para incluir tanto la lista de oradores como la relación de personalidades promotoras del acto. Salvo error u omisión, fue la primera vez que se pudo ver en público un anticipo parcial del Guernica antes de su exhibición en la Feria Internacional de París.

Según uno de los asistentes al acto, el pintor británico William Townsend, Paul Robeson “fue el gran hombre de la noche... su personalidad eclipsó a todos los demás”. Su oratoria se había ido perfeccionando a lo largo de años de teatro y conciertos y, cuando Robeson habló, haciendo referencia, entre otras cosas, a la destrucción de Gernika, la gente le escuchó embelesada y coronó su intervención con atronadores aplausos:

“... ¿Qué importa la vocación o profesión de un hombre? El fascismo no respeta a las personas. No hace distinción entre combatientes y no combatientes. Las calles empapadas de sangre de Gernika, ese hermoso y apacible pueblo situado en las montañas vascas, son prueba de ello, así como los campos de concentración repletos de científicos y artistas que en algunos países occidentales salpican el paisaje, retrotrayéndonos a la Edad Media.”

“El artista debe tomar partido. Debe elegir luchar por la libertad o por la esclavitud...”.

Una joya discográfica

La intervención en este mitin no fue el único gesto solidario de Paul Robeson con los niños vascos evacuados a Inglaterra durante la Guerra Civil, ya que también editó en su favor una pequeña joya discográfica, con dos de sus canciones más conocidas (Sometimes I feel like a motherless child y The wanderer) y un poema del poeta afroamericano Langston Hughes (Minstrel man), el producto de cuya venta se destinó a proveer de fondos al comité que velaba por la estancia de los niños vascos en Inglaterra.

En enero de 1938, Robeson consiguió permiso para visitar la zona republicana. Estuvo en Cataluña, Levante y el frente de Madrid. Fue testigo de los bombardeos y el sufrimiento de la población civil. Cantó para los defensores de la República en numerosas ocasiones, tanto en las trincheras como en los hospitales de sangre y en la retaguardia, a veces de forma improvisada. Confraternizó con sus compatriotas del Batallón Lincoln y otras unidades de las Brigadas Internacionales, para los que cantó -entre otras- dos de las canciones más conocidas del repertorio republicano de la Guerra Civil: The four insurgent generals (Los cuatro generales / Coplas de la defensa de Madrid) y The peat-bog soldiers” (Die moorsoldaten / Le chant des marais / Soldados del pantano). Se da la coincidencia de que ambas canciones tienen concomitancias con el cancionero antifascista vasco. La primera de ellas -bajo el título Coplas de la defensa de Madrid- fue una de las once canciones que los cantantes de Eresoinka grabaron para la serie de cinco discos Canciones Populares de la Guerra de la Independencia de España que editó en París en febrero de 1939 el sello francés prorrepublicano La Voz de España. La segunda (The peat-bog soldiers) comparte su música con Zutik, emakumeak!, el himno feminista vasco.

Periodista de larga trayectoria vinculada a la radio y a la prensa escrita. Trabajó en Herri Irratia y como corresponsal en Euskadi de diferentes publicaciones de la oposición antifranquista. Fue corresponsal en París de Diario 16 y Cambio 16. De regreso a Euskadi, se incorporó como director de Informativos al equipo fundacional de Radio Euskadi, donde también ha sido jefe de programación y editor y presentador de diferentes programas y espacios informativos, culturales y de entretenimiento como ‘Euskal Graffiti’ o E’l Altavoz de la Memoria’. También ha sido columnista de los diarios ‘Egin’ y ‘Gara’. Durante años ha investigado la memoria sonora de la II República, la Guerra Civil y la Resistencia Antifranquista, sobre la cual tiene un archivo personal único de gran valor documental. También es autor del libro 1936. ‘Memoria de un conflicto’, escrito junto a Javier Domínguez y editado por EiTB.

Fue uno de los protagonistas de un gran mitin que tuvo lugar cinco días después de la caída de Bilbao en el Royal Albert Hall de Londres

“El fascismo no respeta. Las calles empapadas de sangre de Gernika, [...] hermoso pueblo en las montañas vascas, es prueba de ello”, dijo