Aner García Torre (Bilbao, 1973) reunió a sus compañeros de equipo en el vestuario y les contó, con absoluta naturalidad, que le iban a amputar la pierna izquierda. La charla, que dura algo más de un minuto y está disponible en el Facebook del Salto Bera Bera, es asombrosa.

Operación Aner García

Aner Garcia Torre comunica a los compañeros de equipo su decisión respecto a la operación de la pierna.

Posted by Salto Bera Bera BSR on Thursday, December 13, 2018

Por su sinceridad. Porque no hay dramatismo en sus palabras, sino que más bien se asume sin conflicto ni desgarro una situación que ya era insostenible. “Para todo aquel que haya visto el vídeo es una charla de superación; para mí es el momento en el que por fin veo la luz al final del túnel y ganaba un futuro”, explica Aner. Había pasado por más de 20 operaciones, el hueso tiritaba de impotencia y salía de los entrenamientos hecho puré. Su vida se había convertido en un infierno. “Cuando acababa de entrenar, recuerdo que un compañero se ponía la prótesis en la pierna y se marchaba a casa sin ningún dolor. Eso es lo que yo quería”, recuerda.

Aner García durante un partido de baloncesto Bera Bera

En la temporada 2018/19 el conjunto donostiarra, que milita en la Primera División de baloncesto en silla de ruedas, se metió en la fase de ascenso y ganó la Liga. La conversación había surtido efecto. “En realidad, con aquellas palabras motivacionales lo que yo pretendía era que ellos se pusieran las pilas y seguir compitiendo”, subraya. Un mes después de la operación, García Torre ya entrenaba con sus compañeros de equipo. Pero fue un año duro. “No es amputar una pierna y ya, tienes que pasar un proceso de recuperación con mil complicaciones”. Le reconocieron la incapacidad total y abandonó su puesto en el almacén de SEUR de Bilbao. Más adelante se sacó la plaza de auxiliar administrativo en la misma empresa de transportes, su actual trabajo. Y empezó a acumular zapatillas deportivas hasta llegar al medio centenar. El pívot del Salto Bera Bera es un fanático de la marca Nike. “Antes el tobillo estaba tan torcido que no podía disfrutar de pisar una zapatilla de deporte, ahora la playera queda perfecta”, asegura. “Yo he andado mal toda la vida, siempre decía que iba escorado, como el Titanic. De repente, me pusieron la prótesis y fue increíble, ¡me vi recto!”, exclama sonriente. 

Aner García en un partido Bera Bera

Se fracturó la pierna cuando era un bebé. Tenía siete meses cuando le diagnosticaron una pseudoartrosis congénita de la tibia que le obligó a llevar muletas hasta los 18 años. Su padre fue boxeador. El pundonor, el arrojo, la raza, el carisma… Dice que todo le viene de las enseñanzas de sus progenitores. “Eran unos guerreros. Antes, cuando tenías un hijo con una discapacidad, casi lo tenías que esconder en tu casa, agachar la cabeza y punto. Mi aita dijo que nada de eso. Nunca me han sobreprotegido, me dieron herramientas”, afirma. De pequeño sacaba los colmillos, era un chaval aguerrido. “Cada vez que se metían conmigo saltaba como una fiera”, advierte. 

Aner García en un partido Bera Bera

Mayor sensibilización

Los tiempos están cambiando, como diría Bob Dylan. La conversación se produce unos días después de que la reforma del artículo 49 de la Constitución haya cambiado el término disminuidos por personas con discapacidad. La actualización es mucho más que una cuestión semántica. Aner se muestra exultante. “Es un logro enorme: por una puta vez somos ciudadanos”, exclama. “La sociedad está ahora mucho más sensibilizada. Hemos salido de las cavernas. Ten en cuenta que a mí me han llegado a decir: “Mira qué majo el cojito, cómo juega al baloncesto”. El jugador tiene una gran capacidad comunicativa. Se expresa con soltura, con determinación. Desde hace unos años imparte charlas a los estudiantes del Grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFyD) en una asignatura relativa al deporte adaptado. Otra victoria.

Aner García con un balón de baloncesto Bera Bera

Deporte longevo


Veteranía. Aner ha jugado durante años en el Bilbao BSR y el Zuzenak de Vitoria-Gasteiz. Lleva en total más de tres décadas vinculado a este deporte y parece que aún le quedan fuerzas. ¿Su secreto? “La madurez deportiva. Hago movimientos menos bruscos, pero de más calidad”.


Optimista. “Yo estoy bien en todos los lados porque veo la vida de color verde. Cuando has visto otros colores como el marrón, el gris o el negro cualquier cosa te parece bien, cualquier cosa te vale”, reflexiona.