Bernardo Atxaga en el mundo editorial, Joxe o Joseba en el mundo de los afectos cercanos, es un hombre que siempre sorprende con su trabajo, aunque sus relatos nos lleven a obras anteriores. De la mano de uno de los relatos de Desde el otro lado volvemos a Obaba, un lugar que ha sido llevado al cine y al teatro tomando una dimensión muy universal. A lo largo de la entrevista, el escritor guipuzcoano habla, además de su nuevo trabajo, de actualidad y, sobre todo, de esa realidad que llega desde Ucrania y de la hay tanta sobreinformación como desinformación.

Ha cumplido su palabra y no ha escrito una nueva novela.

Ha sido muy fácil cumplir esa palabra. Acarreaba más tranquilidad y menos trabajo. Cumplir esa palabra me resultaba extremadamente grato.

Cuando dijo que no iba a escribir más novelas, fueron muchos los que hablaron de su retirada.

Es verdad. A lo mejor me lo pienso y vuelvo a escribir una novela, pero no de momento. Ahora estoy muy bien contando cuentos, haciendo relatos.

Bernardo, ¿se puede jubilar un escritor?

No creo, es una forma de vida. Yo no sabría vivir sin hacer apuntes en los cuadernos, sentarme delante del ordenador y no escribir algo, no plantearme ideas. Vivo de esta manera, no sé vivir de ninguna otra. Además, tampoco podría. Se habla de descansar a determinada edad. ¿Descansar? Pero si yo no tengo ninguna necesidad de descansar. La necesidad que yo tengo es tener buenas ideas, poder seguir escribiendo y poder seguir contando historias. Además, en el relato, como te decía, he encontrado una forma de escribir de una forma más descansada.

¿Tan cansado resulta escribir una novela?

Ja, ja, ja€ Depende de cómo lo mires. Escribir un relato de 50 o 60 páginas requiere menos esfuerzo físico, mental no lo sé, pero en lo que se refiere al esfuerzo físico es mucho menor. Ojalá todas las promesas que haga sean de este cariz, las voy a cumplir todas.

¿No se queda con ganas de más cuando pone el punto final a un cuento o a un relato?

Hay una sentencia de Paul Valéry, en la que hace referencia a sus propios textos, y dice que los textos de los poemas se abandonan, no se terminan.

¿Es lo que hace usted, abandonar el texto cuando escribe un libro de relatos?

No sé si esto que dice Valéry es exacto. Desde hace tiempo, tengo la sensación de que cuando empiezas a escribir hay como una corriente de agua, empiezan a brotar las palabras. El texto tiene su propio ritmo y su propia extensión. Ahora mismo, podría decir que una idea que me ronda en la cabeza va bien en un poema de cincuenta versos, va bien en un texto de cincuenta folios o necesitaría una novela de quinientas páginas. No creo que haya una ventaja de un género a otro. Ningún género ni ninguna extensión es mejor que otra.

Bernardo Atxaga es en realidad el seudónimo de José Irazu Garmendia.

¿Y quién es el que dice cuándo terminar el texto?

Lo dicen las musas o el lector. Sí tienes razón en que en los textos quedan cosas fuera. Pero para eso existen los folios, existen las carpetas, y si ahora mismo fueras a la cocina de nuestra casa en Zalduondo, verías que la mesa, una de las dos que tenemos, está llena de papeles con notas. Es decir, que lo que queda fuera va a otro sitio y empieza a formar parte de otro proyecto.

¿Existen las musas?

Podríamos decir que sí, en ciertos momentos están ahí. Pero no dictan lo que uno escribe, eso es otra cosa.

¿Por qué abandonar la novela, un género que le ha dado muchas alegrías?

Pues no lo sé. Es cierto que también estoy en un momento en el que leo muy pocas novelas. No es el género que más me atraiga. Me atrae más elensayo, el relato corto, el poema. He intentado leer novelas últimamente y reconozco que no ha sido fácil.

En este libro de relatos regresa de nuevo a Obaba, no abandona ese lugar.

Bueno, es un regreso en parte. La geografía de Obaba surgió en Dos hermanos, hace más de 40 años. Retomo el lugar y lo aplico a otro tipo de asuntos en este libro.

¿Qué es Obaba?

Un trasunto de mi geografía personal. En un mismo ambiente, pongamos el País Vasco, no hay un solo universo, hay muchos. Uno de esos universos para mí es el que está en los ocho kilómetros cuadrados alrededor del monte Ernio (Gipuzkoa). Cada zona es un universo diferente.

Usted tira mucho de recuerdos.

Prepárate, tengo teorías para todo. Se habla de memoria y cuando lo hacemos parece como si nuestra mente estuviera compartimentada como una casa. En un lugar ponemos la inteligencia, en otro la memoria, en otro voluntad€ Pero todo lo que nosotros somos es memoria. Si no existiera la memoria, se nos olvidaría hasta nuestro nombre, nuestra cara. Todos los días tenemos que luchar contra un mal recuerdo y la muerte puede ser uno de eso malos recuerdos. Los recuerdos pueden ser muy dañinos.

En este libro habla de la muerte y es una circunstancia que está presente en muchas de sus obras. La mayor parte de la humanidad huye de ella. ¿Por qué?

Creo que es un tema común y corriente. La gran diferencia está en el tratamiento. El humor negro es una aproximación a la muerte.

¿Humor?

Sí, hasta que la realidad te abofetee.

¿Teme a la muerte?

Como todo el mundo. Solo los tontos no temen a la muerte. En la épica, en la propaganda militarista, se obvia el temor a la muerte, todo pasa en esa propaganda por disimular la muerte. Incluso está en el léxico, porque no se dice muerte, se dice bajas. Cuando no se reconoce la muerte en su entidad, mala señal. Es que estamos ante la peor de las propagandas.

La muerte se manifiesta en su lado más extremo muy cerca de nosotros, en Ucrania. Una guerra que como ciudadanos nos está impactando más que otras.

El color de la piel hace que nos sintamos más cerca o más lejos, y en el caso de Ucrania nos acerca. No es cinismo, es terrible pero es así. Ser blanco o negro nos acerca o nos aleja. Pero además esta cercanía está apoyada con propaganda y publicidad extrema. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras, porque esto no es nuevo, siempre ha habido propaganda, siempre ha habido exageración y manipulación de las mentes. Mira, cuando murió Diana de Gales el suceso estuvo en boca de todos y parecía que se había muerto una chica de Zalduondo.

¿Los mensajes suelen ser muy repetitivos?

Exacto. Hasta que todos los hemos asimilado y lo lejano se hace cercano. Dejando atrás este tema de cercanía y colores de piel, diría varias cosas: lo fundamental ahora mismo es ayudar a aligerar la situación a la gente que la está viviendo. No debemos teorizar sobre lo que está pasando hasta que sepamos mucho más de lo que conocemos en estos momentos. Nadie habla del golpe de Estado en Ucrania de 2014. Lo último que diría es: Compañeros de este mundo debemos estar muy atentos y empezar a protegernos.

¿De Rusia?

Ja, ja, ja€ Me refería a protegernos de tanta información, generalmente suele ser publicidad, propaganda. Pienso que estas son las enseñanzas que debemos tener en cuenta. De tantas cosas en las que se pueden pensar sobre lo que está ocurriendo, una de ellas es que me parece obsceno que Europa aproveche estas circunstancias, la guerra, los muertos o los niños, para darse valor. Para decir que nosotros no somos así. Parece la historia de siempre, la historia militarista: nosotros y ellos.

¿Cómo es ese nosotros que utiliza Europa?

No podemos olvidar la historia de Europa en el siglo XX. Miren ustedes lo que hizo Bélgica en Congo, murieron más de diez millones de personas; miremos Mali€ Es obsceno lo que está ocurriendo.

Veo que entre sus expectativa no ha entrado nunca el ser político.

No. Ahora mismo, la política está tan unida a la propaganda, que no sé qué va a ocurrir. Hay momentos de la historia en los que se vuelve muy violenta. No, mi intención nunca ha sido ser político. Además, seguro que no sirvo para eso de mandar y desmandar. Ser político resultaría muy terrible para mí. Lo dejamos en escritor, que en la literatura disfruto mucho. Me gusta hablar con los periodistas de los libros que hago, me gusta mucho que los lectores me digan lo que les ha parecido, que me den su opinión sobre lo que he hecho... Mi vida es muy sencilla, y siendo político dejaría de serlo.

Si le hubieran dicho cuando empezó€

Que llegaríamos a estar hablando tú y yo sobre todo esto, que han pasado más de 50 años y sigo escribiendo, te diría que no. Nunca lo pensé, y justo hoy lo estaba hablando con un amigo. Yo de niño ya tenía mucha afición a la escritura, a la literatura, pero es imposible pensar cuando eres joven lo que vas a conseguir en la vida.

PERSONAL

Edad: 70 años (27 de julio de 1951).

Nombre real: Joseba Irazu Garmendia.

Lugar de nacimiento: Asteasu, Gipuzkoa.

Familia: Está casado con Asun Garikano y tienen dos hijas.

Trayectoria: Es licenciado en Ciencias Económicas por la UPV. Desempeñó distintos oficios (maestro de euskera, guionista de radio, librero, economista) hasta que, definitivamente, a comienzos de la década de los 80, se dedicó de forma exclusiva a la literatura. Lleva escribiendo toda una vida, más de cuarenta años, en 1972, compaginando la escritura con otros trabajos, publicó sus primeros poemas en euskera en una pequeña antología. En 1976 vio la luz su primera novela De la ciudad, a la que siguió el poemario Etiopía. Destacan en narrativa Dos hermanos, Obabakoak (llevada al cine por Montxo Armendariz con el título de Obaba), El hombre solo, Esos cielos, El hijo del acordeonista, Siete casas en Francia, Nevadako egunak, Txoriak kolpeka, Etxeak eta hilobiak y ahora Desde el otro lado, un libro de relatos cortos. Además, ha escrito guiones, también literatura infantil y ensayos.

Reconocimientos: Es miembro de La Real Academia de la Lengua Vasca - Euskaltzaindia desde 2006.