El tomate es un alimento de gran valor nutricional y bajo en calorías. Aporta una importante cantidad de vitamina C, vitamina A y vitamina K, esenciales para el sistema inmunitario, la visión y la coagulación sanguínea. Es rico en licopeno, un potente antioxidante que ayuda a proteger las células del daño oxidativo y se asocia con un menor riesgo cardiovascular. Además, contiene fibra, potasio y agua, favoreciendo la hidratación y la digestión.

Guardar los tomates en el frigorífico parece una costumbre lógica para mantenerlos frescos más tiempo, pero la ciencia gastronómica y los expertos en conservación coinciden en que es un error. El tomate, al igual que otras frutas carnosas como el melocotón o el aguacate, pierde parte de su sabor y textura natural cuando se somete a bajas temperaturas. Por eso, si están enteros y sin madurar del todo, lo ideal es mantenerlos fuera del frigorífico, en un lugar fresco y ventilado.

El frío corta su proceso de maduración natural

El tomate continúa madurando después de ser recolectado gracias a un gas natural llamado etileno. Cuando se introduce en el frigorífico, las bajas temperaturas interrumpen ese proceso, deteniendo el desarrollo de los compuestos que le dan su sabor dulce y su aroma.

Además, el frío puede dañar las membranas del tomate, lo que provoca que al volver a temperatura ambiente su textura se vuelva harinosa, blanda o acuosa. Por eso, los tomates refrigerados suelen perder firmeza y resultar menos jugosos en ensaladas o platos fríos.

Dónde y cómo conservarlos correctamente

Para mantener su sabor y consistencia, los tomates deben guardarse a temperatura ambiente (entre 18 y 22 °C), alejados de la luz directa del sol. Lo mejor es colocarlos en una frutera o cesta aireada, sin apilarlos, y con el rabillo hacia abajo para evitar la entrada de aire y prolongar su frescura.

Tomates. Pexels

Si los tomates aún están verdes o duros, puedes dejarlos fuera varios días para que maduren naturalmente. Una vez alcanzado su punto justo, conviene consumirlos pronto o, si hace mucho calor o da mucho el sol, guardarlos en la parte menos fría del frigorífico, dentro de una bolsa de papel, y sacarlos al menos una hora antes de comerlos para que recuperen su sabor.

La diferencia es notable

Los estudios han demostrado que las bajas temperaturas reducen la actividad de maduración del tomate, responsable de sus matices dulces y ácidos. En otras palabras, un tomate guardado en el frigorífico pierde parte de su aroma y sabor auténtico.

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Por eso, los chefs y agricultores recomiendan mantener los tomates fuera del frío siempre que sea posible, especialmente si se van a consumir en crudo: en ensaladas, tostadas, guarniciones o salsas frescas. Teniendo todo esto en cuenta, queda claro que el mejor sitio para un tomate es el frutero, no el frigorífico.

El tomate es uno de los ingredientes más versátiles de la cocina. Su sabor equilibrado entre dulce y ácido permite incorporarlo tanto en platos fríos como calientes, desde una simple ensalada o una tostada con aceite de oliva, hasta salsas, guisos o cremas como el gazpacho. Puede servirse crudo, asado, frito o confitado, adaptándose a todo tipo de preparaciones y cocinas del mundo. Además, combina con carnes, pescados, pastas o legumbres, lo que lo convierte en un básico imprescindible en cualquier casa.