Armando Corbalán (Valencia, 30 de marzo de 1994) es uno de los intocables para Aitor Calle, técnico del Sestao River. Formado en las canteras del Valencia y del Levante, lo ha jugado casi todo, solo se ha perdido un partido por sanción en su segunda etapa en el conjunto verdinegro, en el que ha regresado siete años después tras ejercer en el Cerceda, Rápido de Bouzas, Haro, Algeciras –en todos ellos en la antigua Segunda División B–, UCAM Murcia y Sabadell –en estos dos últimos casos en Primera RFEF–, equipos en todos ellos en los que ha presumido de mucho protagonismo. Estudiante de Económicas, le faltan cuatro asignaturas para acabar la carrera, hace números y está convencido de que el Sestao logrará la permanencia en Primera RFEF, dice que le gusta el barro pese a ser un jugador talentoso con el balón y se declara como un futbolista que “busca dar equilibrio al equipo”.

Vuelve al equipo el domingo tras perderse por sanción su primer partido del curso cuando es el jugador de la plantilla con más minutos recorrido. La buena noticia es el punto sumado por su equipo el feudo del líder.

—El equipo hizo muy buen partido en El Toralín, en la línea de encuentros precedentes, aunque la pena no fue llevarse los tres puntos, si bien hay que dar valor a ese empate, que hay que hacerlo bueno este domingo en casa, donde debemos sumar los tres puntos.

Porque tienen que ganar sí o sí. ¿Qué le está faltando a este Sestao River?

—Un poquito la falta de acierto, que viene en general dada por todos, no es una cosa de posiciones. Hay ocasiones que tenemos a balón parado, el otro día dimos tres palos ante Unionistas y la verdad es que se nos resiste. Es un cúmulo de detalles que no te dejan vencer en una categoría tan jodida como esta, más cercana a Segunda División que a la antigua Segunda B.

¿Esa necesidad de ganar, de hacer gol, genera ansiedad, convierte la portería en más pequeña?

—No creo que genere ansiedad. El día del Unionista no se metió, pero sí en Irun, ante el Teruel, el otro día en Ponferrada… Por hache o por be, siempre hay un detallito que no te permite llevarte el partido, no solo es problema de gol, sino también de cuidar esos detalles para sacar los tres puntos. Me gusta ver el vaso medio lleno y lo importante es que el equipo está puntuado, obviamente queremos ganar, porque estamos a tres puntos de la salvación.

¿Cómo describe a este Sestao River?

—Es un club diferente. Cuando vine la primera vez desde Valencia me generó ese aura que tiene el Sestao y le dije a mi familia que algún día quería volver.

Se acaban de cumplir siete años de esa primera vez, cuando sorprendió que llegara al River un chico desde el filial del Valencia. ¿Cómo se gestó aquella operación?

—Fue gracias a mi padre, que por entonces era mi agente, que me ayudó. Yo estaba en el Castellón, en Tercera, y me surgió esta opción, porque ya no podía volver al Valencia, donde había mucha gente de calidad en mi puesto, como el caso de Carlos Soler (hoy en día futbolista del PSG), y cuando me llamaron no me lo pensé mucho. No era fácil salir del Castellón, éramos segundos en play-off, pero aposté por venir a Sestao y fue un acierto, aunque no pudimos lograr la permanencia.

Y regresa tras ejercer en varios equipos, uno por año. ¿Por qué tanto cambio?

—Es que igual estás en equipos donde estás muy a gusto y acabas descendiendo… Igual necesitas una estabilidad, pero el fútbol viene como viene. Quieres quedarte en un sitio y ellos no quieren, o quieren que te quedes y tú prefieres apostar por otros proyecto.

Coincidió con Aitor Calle en el Haro. ¿Ha sido clave para que retorne al Sestao?

—Sí. Le tuve en el Haro, donde estuve muy a gusto y confió en mí. Me llamó y me dijo: vente para aquí, ya me conoces cómo trabajo. No me lo pensé, él sabe mi potencial, conoce mis virtudes y defectos, y saca lo mejor de mí.

¿Cómo se define?

—No me gusta definirme. Soy un medio centro posicional que busca, sobre todo, dar equilibrio, intentar ayudar y asociar a los compañeros, y tratar bien el balón.

Un perfil quizá antagónico a lo que es el River. ¿Es así?

—No tan antagónico, porque ha habido partidos en los que hemos tenido la posesión. Cada uno se tiene que adaptar y también nos lo pide el míster, que dentro de un partido hay muchas fases.

¿Le gusta el barro?

—Sí. Tienes que cambiar el chip y ser consciente de que será un partido guerrero. El River es un equipo de empuje, de estar bien colocado para ganar las segundas jugadas y es lo que le gusta a la gente.

¿Se ha tenido que reinventar, en ganar en físico?

—Más que reinventarte… No es solo en lo físico, también es a nivel mental, de posicionamiento, de saber estar, dónde va a caer la segunda jugada para ganarla, chocar antes de disputar. Son muchos matices, pero si ya eres un animal físicamente, mucho mejor.

Ha jugado prácticamente casi todo. ¿Se considera un referente, un líder en el campo?

—No me gusta hablar de líderes. Intento ser importante para mis compañeros dentro del campo y también en el vestuario. Soy una persona que ha dado bastante vueltas en el mundo del fútbol e intento hacer las cosas más fáciles tanto dentro como fuera del campo.

¿Su peor momento?

—He pasado varios, pero quizá el que viví antes de firmar por el Haro. Fue un año que se alargó mucho durante el verano, te planteas cosas, te buscas la vida fuera de casa para competir al mayor nivel posible y te encuentras con unas condiciones que no te esperas. Me dije que igual debía bajar una categoría, estaba desmotivado y entonces me llamó Aitor para el Haro. Fue un año que nos revalorizó mucho a todos. A partir de ahí, pude dar un saltito adelante.

Pero, con todo, no le ha servido para volver al Valencia. ¿Tiene esa espina clavada?

—Del Valencia vine aquí cedido, creo que estuve a buen nivel en esa media temporada, marqué tres goles, pero acababa como sub’23 y era muy complicado porque también había mucha competencia, y el embudo se hace más estrecho.

¿Lo mejor que le ha dado el fútbol?

—Aparte de los momentos que te da la gente, el día a día, el ambiente que se respira en un vestuario es lo que más me encanta y lo que más voy a a echar de menos cuando lo deje. Como momento deportivo, me quedo cuando militaba en el Algeciras en el play-off de ascenso a Segunda División, pese a perder la final con la Real Sociedad B, un año en que iba todo rodado, pero no pudo ser.

Está a las puertas de cumplir los 30 años de edad. ¿Qué le queda por hacer, por lograr?

—A nivel personal, tengo mentalidad ganadora, de seguir y seguir, creo que con cerca de los 30 años me encuentro mejor que nunca física y mentalmente, tienes la experiencia de saber cosas que si volviera tener veinte años, igual otro gallo habría cantado. El equipo es consciente de que el reto es la salvación, pero quizá diría que me gustaría tocar el fútbol profesional.

¿Tiene un plan B al fútbol?

—Estoy a falta de cuatro asignaturas para acabar la carrera de Económicas, estoy con un par de compañeros –(Jon) Cabo y (Jon) Guruzeta– manejando la opción de sacar una marca de ropa, haciendo cositas, me gusta el mundo inmobiliario. Soy bastante inquieto.