Pedro Munitis (Santander, 19 de junio de 1975) es una persona cercana, que se blinda en la sinceridad. El actual entrenador del Lugo, que mañana visita al Sestao River dentro del grupo I de Primera RFEF, conversa con DEIA sobre su actual etapa profesional en los banquillos, sobre el fracaso, los valores y de su época como jugador, en la que dejó huella. El Athletic fue el rival al que más ocasiones se enfrentó y al que más goles hizo.

El Lugo se presenta mañana en Las Llanas tocado por la derrota en su feudo ante el Arenteiro. ¿Qué reflexión hace?

—Tocado, tampoco. Somos conscientes de la dificultad que tiene esta categoría, hay muchísima igualdad. Sabemos que ganar partidos es complicado y que son circunstancias que se pueden dar, cuando habíamos enganchado una racha muy positiva. Tratamos que de cada cosa que nos suceda nos vaya preparando para lo que es nuestro objetivo, volver a recuperar la categoría.

¿Asumen por tanto que su objetivo es el ascenso sí o sí?

—En el fútbol del sí o sí no hay nada. Está claro que lo asumimos, lo aceptamos, lo afrontamos y tratamos de prepararnos para ello. Sabemos que el camino no es fácil, lo estamos viendo no solo en nuestro caso sino también con los demás equipos potentes del grupo. La categoría es complicada y nadie gana de calle.

El Sestao, en cambio, les recibe tras vencer al Rayo Majadahonda. ¿Qué conoce del River?

—Lo tenemos bastante estudiado, es un equipo capaz de cambiar estructuras en cuanto a posicionamiento, es un equipo que a lo mejor lejos de casa plantea cosas diferentes a las que plantea en casa, posiblemente por las características del campo, por su genética... Es un equipo que compite mucho, con solvencia.

¿Qué partido espera?

—De mucho físico, no puedo entender un partido que no sea así. Sabemos que va a ser de disputas, de mucha electricidad, de que el balón en muchos momentos va a tener poco control. Un partido duro.

¿Cómo es este Lugo de Pedro Munitis?

—Tratamos de que sea lo más versátil posible, estamos en una categoría en que tienes que ser capaz de adaptarte a muy diferentes circunstancias que te toca vivir. Nos gusta ser un equipo que defiende lo más lejos posible de nuestra portería, que concede poco, que defiende alto, que es capaz de recuperar y contragolpear. En definitiva, que sea capaz de manejar diferentes registros.

¿Es uno de esos entrenadores fieles a un sistema fijo?

—No. Creo que tienes que tener la flexibilidad para adaptarte a las circunstancias que te toca vivir. Una cosa es lo que tienes en la cabeza y otras son las circunstancias que se dan. Tienes que tener en muchos momentos una gran capacidad de adaptación a las circunstancias que te toca vivir.

¿De dónde le viene esa querencia por los banquillos?

—El fútbol ha sido mi vida, es mi pasión. Y cuando ya no puedes jugar, lo más cerca que estás de un campo de fútbol es siendo entrenador. Todo lo que se aleja de ser entrenador, se aleja de un campo. Y es una forma de seguir vinculado de la forma más directamente posible a lo que es el fútbol.

Por estas tierras se conoce al Pedro Munitis jugador, pero apenas al Pedro Munitis entrenador. ¿Hay parecidos entre ambos?

—La persona es la misma, los momentos son diferentes. Estamos hechos de experiencias. No es lo mismo ser un jugador que al final básicamente solamente te tienes que preocupar de ti a cuando tienes que preocuparte de estar al frente de 22 o más jugadores, de un cuerpo técnico, de un club. Representas a una ciudad y a un pueblo. Es muy diferente.

¿Le gustaría entrenar al Pedro Munitis jugador?

—(Risas) Me consideraba un jugador de equipo y creo mucho en la fuerza del grupo. Conociéndome como me conozco, sí me gustaría tener gente con el compromiso, con los valores, con los principios, con el anteponer al grupo por encima del interés individual. Que no siempre es fácil. A lo largo de mi carrera he tenido comportamientos de los cuales me he sentido muy orgulloso y de los cuales otros que me avergüenzo. Creo que mi comportamiento a lo largo de mi carrera como jugador de fútbol, en cuanto a lo personal, a lo humano, ha sido bueno por encima de lo malo.

¿Qué corregiría de aquel Munitis y en qué le echaría la bronca?

—Sería muy largo de explicarlo. Debuté con 18 años y me retiré con 37. En todos esos años ha habido cosas positivas y negativas. Del Munitis maduro, ya con muchas experiencias encima, cambiaría pocas cosas porque se acerca mucho a lo que soy hoy en día. No quiere decir que dentro de unos años tenga la misma visión que tengo ahora mismo porque estamos en permanente evolución. Ojalá tuviéramos la capacidad de cuando somos jóvenes de tener la posibilidad de tener la experiencia que tenemos cuando somos mayores para verlo desde ese punto de vista.

¿Su entrenador de referencia?

—He tratado de quedarme con lo mejor de cada uno que me ha tocado trabajar con él. De quedarme con uno, sería ser Marcelino (García Toral), por su forma de ver y de entender el fútbol.

Igual el destino les lleva a enfrentarse entre sí, porque los dos están en activo.

—Sería buena noticia porque él está en la súper élite.

¿Qué le falta para entrenar en el fútbol profesional, porque en su carrera solo ha ejercido en la antigua Segunda División B y en la actual Primera RFEF?

—Supongo que tiempo. No lo sé. Ya me costó mucho cuando era jugador también. Me quedé cinco años jugando en Tercera División en el filial y parecía que las cosas nunca iban a llegar. Y luego vino todo de golpe después de un año en Badajoz en Segunda, me sirvió para jugar en Primera con el Racing, en la selección española, en el Madrid... Me tocó ser muy constante y tener una gran capacidad para caerme y levantarme. Nunca he tenido prisa para nada. Me siento muy preparado para afrontar el reto que estamos afrontando y para lo que pueda venir en el futuro.

¿Se tiene miedo al fracaso?

—No siempre son fracasos el no cosechar buenos resultados. Lo que es un fracaso es tener una experiencia y no aprender de ella. Eso es un auténtico fracaso. Ese es el mayor fracaso que puede haber. El fracaso para mí es dejar de ser perfecto. Unas veces los resultados se dan, otras no. Un fracaso es no entregarte al 200%. No sacar resultados muchas veces no depende de tu capacidad, sino de que el fútbol es un juego, tiene su parte de azar y muchas variantes que a veces se nos escapan. Fracasar es que te suceda algo y no aprender.

Regresa a Bizkaia y le voy a dar un dato que no sé si lo tendrá controlado. El Athletic es el equipo al que más se enfrentó en su carrera profesional como jugador, en 29 ocasiones, y al que más goles hizo, cinco. ¿Se queda de manera especial con alguno de todos esos encuentros ante el Athletic?

—El primer dato sí lo conocía, el segundo no tanto. Especiales eran todos. Me encantaba ir a jugar a San Mamés. El ambiente que vivía allí era diferente a cualquier otro campo en el que he jugado. La acústica de su ambiente, del apoyo de su gente, era impresionante. Incluso cuando ibas trotando notabas su impacto, repercutía en tus oídos.

¿Se notaba más esa presión cuando era jugador del Madrid?

—No, especialmente, pero sí tengo una anécdota en un partido con el Real Madrid (2001-02). Entraron unos aficionados, uno se encadenó al palo y se paró el partido (2-1). Creo recordar que a partir de ahí cambió la dinámica del encuentro y acabamos perdiendo ese partido por la presión que puso el Athletic. Siempre me he encontrado muy a gusto jugando contra el Athletic y creo que he hecho buenos partidos contra ellos y no he tenido ningún problema, la verdad.

No sé si ha tenido oportunidad de ver el nuevo campo.

—He ido como aficionado hace años, en un partido del Bilbao Athletic contra el Cádiz en un play-off de ascenso (2015). Es impactante, la verdad. Es una pasada, pero no quiere decir que sea mejor que el viejo campo. Es diferente.

¿El futbolista de hoy en día es totalmente diferente al de su época como jugador en activo?

—Sí, pero es normal porque la sociedad es diferente, aunque el fútbol en su esencia no cambia tanto. Con 4 o 5 años eres un juguetón, te vuelves loco. Como ha pasado siempre, cuando no juegan, se enfadan porque quieren seguir disfrutando de lo que para ellos sigue siendo un juego y para mí esa es la esencia del fútbol, nos apasiona desde que empezamos hasta que lo dejamos y muchas veces hasta que nos morimos.

¿Le hacía gracia aquel popular apodo del dúo ‘sacapuntos’ en el Racing con Zigic?

—(Risas) Sí, sí, ¡ese juego de palabras! Es cierto que teníamos un parecido, la diferencia en la altura... Me lo tomaba bien, venía con mucho cariño y nada.