"AÚPA, Endika, ¿qué tal?". Son hasta cuatro conocidos los que le saludan y preguntan durante su encuentro ayer martes al mediodía con DEIA en una terraza en la plaza Federico García Lorca, en el corazón de Arrontegi, su barrio y en el que lleva viviendo toda la vida. Endika Buján (Barakaldo, 16 de enero de 2003) es el único integrante de la plantilla del conjunto aurinegro natural y residente en la localidad. “Es un orgullo representar al club de mi ciudad, ayudar al equipo y a que la afición baje en mayor número a Lasesarre. Que te reconozcan por la calle es bonito, vivo aquí desde pequeño, viene gente de barrios como Zuazo o Cruces a tomar algo y me conocen por jugar en el Barakaldo”, dice este joven jugador de apenas 170 centímetros de altura con cara de pícaro, condición que traslada al verde, donde se mueve con vértigo, vamos, lo que es un incordio para sus rivales gracias a la velocidad que imprime a su fútbol, que encandila a la parroquia barakaldesa y a su entrenador, Imanol de la Sota, que le ha convertido en un fijo en su once pese a ser el benjamín y el más bajito de la plantilla. “Sí, se me tiene en consideración por ser del equipo el único de Barakaldo y me lo estoy ganando a base de trabajo. En verano trabajé para llegar en mejor tono físico y muscular, y a nivel anímico. Creo que se está viendo y el míster está confiando en mí”, añade Endika, miembro de una saga futbolera, ya que su hermano mayor, Eneko, juega de defensa en el Sodupe, líder de la División de Honor, y su primo hermano Unai ejerce en Osasuna Promesas después de hacerlo la pasada campaña en el Amorebieta. “Mi padre era muy futbolero y me lo metió en la cabeza. Empecé jugando con mi hermano en el colegio El Pilar de Barakaldo y aquí en el barrio”, momento en que señala la vivienda donde reside la familia del jugador del Athletic Yeray Álvarez, natural también de Arrontegi.

El joven delantero se inició en las categorías inferiores del Barakaldo, hasta que “antes de empezar en fútbol once, porque me dijeron que igual no valía por la estatura, me llamó el Danok Bat, donde empecé a divertirme, a ganar experiencia, pero también pasé momentos duros por el tema de la altura. Fue en el último año de cadete, pensé en dejar el Danok Bat, pero resistí y aquí estoy en el Barakaldo”, recuerda Buján, que guarda como paño en oro un partido con el primer juvenil del Danok en División de Honor”. “Fue contra la Real Sociedad en Maiona, metí en el minuto 10 y en la segunda mitad metí otro, y ganamos 4-2”, afirma, para recalcar que el sueño “para todo jugador vizcaino es jugar en el Athetic”, club en el que estuvo en su órbita, pero que le descartó por su estatura. “Me decían que no soy el prototipo Athletic por la altura, que no soy el delantero que busca el Athletic. Yo voy a seguir con mi progresión, tengo 20 años y me queda una carrera por delante”, expresa el futbolista del Barakaldo, con el que ha jugado en las ocho jornadas recorridas, con un saldo de 650 de los 720 minutos posibles, unos datos y unas prestaciones que no han pasado desapercibidas para otros clubes que ya le han sondeado, pero él ha decidido quedarse en el equipo de su pueblo. “Estoy donde quiero estar, han confiado en mí y es un equipo ideal para crecer”, remarca el delantero, al que en el vestuario le llaman “el pequeño”, además de tenerle un poquito mimado: “Me dicen que soy el ídolo de la afición, que cualquier cosa mala que haga me la van a perdonar. Se pasan”.

Endika Buján se define como “un jugador vertiginoso, me gusta encarar, mirar siempre a portería e intentar hacer el mayor daño posible al rival. Soy zurdo cerrado, pero mejorando el golpeo con la derecha”, un perfil que muchos en Lasesarre, salvando las distancias, le comparan con Leo Messi. “Messi es de otro mundo, pero sí me lo dicen por la estatura y la forma de jugar”, matiza el de Arrontegi, para el que el fútbol “es divertirme en el campo e Imanol (su entrenador) me da esa libertad”, al mismo tiempo que reconoce que con anterioridad “me obsesionaba mucho el gol, si no metía estaba enfadado en casa, pero ahora con la ayuda de Aimar, Orozko, Huidobro, que me han ido enseñando, sé que no todo es el gol”. En este sentido, Endika, que lleva una diana anotada este curso, admite el margen de mejora que tiene, que lo detecta en la toma de “decisiones, que se me complican un poco, porque voy muy rápido en las conducciones y me precipito mucho, tengo que bajar las revoluciones”. Se centra en crecer en un Barakaldo que lucha por ascender a Primera RFEF, porque Endika quiere vivir del fútbol. “Esa es mi idea y ojalá lo pueda hacer. Soy de familia trabajadora, mi madre tiene dos trabajos, me gustaría que lo deje y disfrute de la vida”, se emociona, más cuando echa una mirada a Arrontegi, su barrio.