Aitor Ramos (Bermeo, 1985) empezó a jugar al fútbol a los diez años en la escuela del club de su pueblo y fue precisamente en ese mismo club, pero en su equipo de División de Honor, donde jugó su último partido. Entre ambos hechos han pasado 28 temporadas, toda una vida que el ya exdelantero ha querido finalizar para poner el foco en las cosas importantes que hay más allá del balón. “El año pasado ya dudé en dejarlo porque con dos críos y un trabajo a turnos en Osakidetza se me hacía cuesta arriba. Pero seguí y esta temporada se me ha hecho muy larga, no físicamente, pero sí mentalmente porque tener que ir a entrenar cuando tus hijos te dicen que te quedes o perderte cumpleaños... ya me pesaban otras cosas más que el fútbol, que hasta ahora había sido prioritario”, explica Ramos. De hecho, aunque el bermeotarra tiene el título de entrenador nivel 2 -y la idea de sacar el 3- por el momento no quiere oír hablar del fútbol: “He entrenado a chavales y he llevado la metodología del Bermeo, pero no estoy preparado para entrenar porque dejo el fútbol para estar con mi familia. Prefiero desconectar y apartarme un poco”.

Ramos sabe que es un privilegiado porque “he tenido la suerte de hacer lo que me gusta y vivir de ello”, pero su mente le pedía ya “cerrar esta etapa” y abrir otra en la que “dedicarme a estar con mi familia”. Así, el exdelantero quiere hacer todas esas cosas que la vida de futbolista le impedía, cosas tan rutinarias como tener los fines de semana libres o tan simples como pasar tiempo de calidad con sus hijos. “Me he perdido muchas cosas por el fútbol, he estirado el chicle todo lo que he podido y más, sin arrastrarme, que para mí eso era importante. Ha llegado el momento”, zanja. Y es que esta decisión lleva rumiándola mucho tiempo, pero fue en Navidades cuando la tomó: “Hablé con mi entrenador y amigo Aitor López de la Torre y me dio un empujón para terminar la temporada. Me ha ayudado a que sea más llevadero y a no arrojar la toalla porque adquirí un compromiso con el club, con mis compañeros y con la afición y no podía dejarlo así”.

Contra Nesta y Maldini

Ramos tuvo el privilegio de dejar el fútbol donde lo empezó, ante amigos y familiares; pero aunque el Bermeo fue su primer y último club, tuvo siete más. Porque de la escuela pasó al Athletic, donde estuvo en las categorías alevín e infantil; en cadetes se marchó al Santutxu y tras juveniles, hizo las maletas para el Lemona. Entonces fue pescado para el Bilbao Athletic y la temporada 2007/08 debutó con el primer equipo de la mano de Joaquín Caparrós. Cinco encuentros de Liga y dos de Copa son su bagaje como león. “Considero que he tenido tres debuts con el Athletic. El primero fue un amistoso contra el Milán, estaba jugando con el primer equipo en San Mamés y con compañeros que para mí eran ídolos. Pero es que enfrente estaban Nesta, Maldini, Cafú... yo estaba perdido. Luego debuté en partido oficial en Copa ante el Espanyol, que pasamos a penaltis; y ese fin de semana debuté en Liga contra el Barcelona en San Mamés. Esos tres partidos los tengo marcados en la memoria”, explica.

Su paso por el Athletic le dejó marcado. Ese mismo verano, el club le vendió al Écija con una opción de recompra que nunca llegó a aplicar. Un año después, el bermeotarra se marchó al Barakaldo y, tras un curso en Lasesarre, puso rumbo al Laudio. “En el Athletic la presión que yo mismo me metí me pudo y se me vino todo encima. Me vino todo muy grande. Me costó mucho reponerme de eso porque en Écija y en el Barakaldo me pasó lo mismo. Me costaba disfrutar hasta que llegué al Laudio, tal vez porque era un club muy familiar”, reconoce. Pero no fue hasta aterrizar en el Arenas cuando volvió a sentirse futbolista. “La estabilidad la encontré en Gobela. En esas categorías sueles firmar por un año y cuando llegué la idea era esa, pero me pasé 8 allí. Son los años que más he disfrutado. Ahí me quité la presión. También tuve la suerte de tener de entrenadores a Javi González y a Bolo, que confiaron en mí desde el principio. Para mí esos años fueron maravillosos”.

El Arenas, su club

Así, aunque debutó y se retiró en el Bermeo, para Ramos el club de su vida es el Arenas. Ahí empezó a sentirse futbolista. “El Arenas es el club que me dio todo porque gracias a ellos pude estar hasta los 35 jugando allí. Gracias a ellos pude alargar un poco más mi trayectoria”, dice el exdelantero. De hecho, aunque recordará toda la vida los siete encuentros que disputó con el Athletic, reconoce que “en ellos no me sentía importante, sentía que me había tocado el premio de estar ahí”. Así, fue el Arenas el club que le hizo sentirse valioso: “El partido más importante para mí fue en Gobela en 2016, ganamos 1-0 al Fuenlabrada con gol mío y nos metimos en Copa en el primer año en Segunda B. Y después también el partido del play-off de ascenso de 2015 contra la SD Logroñés que para mí fue una faena porque acabé expulsado pero el equipo ganó y consiguió el ascenso a Segunda B”.